– Y te volverías loca estando casada con él si no te corresponde.
– Tú sí lo entiendes -dijo Em agradecida-. Si Ray no te amara…
– Me volvería loca -afirmó Lori-. No me di cuenta hasta que estuve a punto de perderlo. Ese es uno de los motivos por los que estoy aquí. Vamos a casamos dentro de un mes y quiero que seas mi dama de honor. ¿Lo serás?
– Claro que sí.
– Pero ¿no sería posible que primero te casaras tú? -Lori, no puedo.
Lori la miró y se percató de que su amiga estaba diciendo la pura verdad.
Y de que se le estaba rompiendo el corazón.
– No quiero que lo adopte una mujer soltera -dijo la tía de Robby. Estaba furiosa, sentada frente a Tom y Em en la consulta de ésta -. ¿Qué va a pensar la gente? ¿Que he dejado que una mujer soltera adopte a mi sobrino cuando debía haberlo cuidado yo misma?
Desde donde estaba, Em podía ver que Tom se agarraba las rodillas debajo de la mesa para controlarse. Como director del pabellón infantil estaba acostumbrado a todo tipo de dramas familiares, pero aún conservaba la capacidad de que le afectaran emocionalmente. ¿Y quién no iba a conmoverse por la situación de Robby?
– Laura, estás diciendo que no quieres tenerlo tú, pero exiges que se quede en Bay Beach y que lo adopte una pareja casada.
– Así es.
– Pero Robby está lleno de cicatrices -dijo Tom en tono conciliador-. Tiene heridas que aún no han sanado y tiene por delante años y años de injertos de piel. Necesita atención médica constante. Em quiere darle precisamente eso, además del amor de una madre. No creo que encuentres a nadie más que lo quiera adoptar. No en ese estado.
– Entonces que se quede en el hogar infantil -dijo Laura con obstinación-. No vas a chantajearme para que acepte otra cosa. Yo sé lo que mi hermana desearía, si estuviera viva para decírmelo.
– Estoy seguro de que habría deseado que Robby estuviera con alguien que lo quisiera.
– Pero no querría que la gente de este pueblo dijera que he endosado a mi sobrino a una madre soltera. La doctora Mainwaring puede cuidar de él a corto plazo, si así lo desea -añadió tímidamente-. Sólo hasta que esté mejor. Así la gente lo entenderá como algo razonable. No me importa quién lo cuide a corto plazo siempre y cuando lo traten bien. Pero nada de adoptarlo. A menos que esté casada, ¡de ninguna manera!
– Es probable que ese corto plazo sea muy largo -advirtió Tom-. Y eso no sería un arreglo satisfactorio. Robby necesita constancia.
– Entonces encuéntrale una familia. Aquí. Una familia que lo acepte con sus heridas.
No había más que hablar.
Aquella noche Em meció a Robby hasta que se durmió y reflexionó sobre lo que debía hacer. No podía adoptarlo…
Podría cuidar a Robby temporalmente, pero se lo podrían quitar en cualquier momento. De momento no importaba, porque ella era todo lo que él tenía. -
Bernard estaba tumbado a sus pies. Sorprendentemente, el perrazo levantó la cabeza y meneó la cola, mirándola con ojos de reproche que revelaban que echaba de menos el ruido y el ajetreo de los hijos de Anna, y que no entendía adónde se habían ido.
Em podía oír que en el cuarto contiguo Jonas se estaba preparando para acostarse.
– Tenemos todas las piezas de un rompecabezas -le dijo Em a su peno-. Ahora, sólo necesitamos a alguien que lo encaje. Pero no creo que lo podamos conseguir. Parece que no hay muchos por estos alrededores.
En la habitación de al lado, Jonas pensaba qué más podía necesitar Em, si lo tenía todo resuelto.
«Es un poco cabezota», se dijo, pensando que su idea podría funcionar-para todos ellos. Si ella fuera capaz de olvidarse de esa estupidez de las ataduras sentimentales…
El no podía dar lo que nunca había aprendido a dar. No podía dar eso que lo asustaba tanto.
Pero lo que estaba pasando era ridículo. Guardar las distancias y que no les permitieran adoptar a Robby, y todo porque Em decía que estaba enamorada de él.
¡Era una estupidez! Una y otra vez se dijo que no podía ceder. Quería esa familia, quería que estuviera unida y el matrimonio podría lograrlo, pero Em quería más.
Ella pensaba que el amor era necesario para unirlos. El amor… Él estaba dispuesto a amar, pero… No podía permitirse necesitar a alguien.
– Eres un cobarde, Lunn -se dijo en la oscuridad, sabiendo que tenía razón.
Pero no podía hacer nada. Nada en absoluto.
La organización médica de Bay Beach se transformó de la noche a la mañana. Una vez tomaba una decisión, Jonas se ponía manos a la obra con mucho empeño.
De acuerdo. Em no estaba dispuesta a casarse con él, pero no cabía duda de que necesitaba que se quedara, lo mismo que Anna, y no iba a defraudarlas.
Así que elaboró los horarios y encargó el material quirúrgico. Contrató a Lou a tiempo completo para que pudiera atender a dos médicos en vez de uno y a Amy como niñera fija.
Jonas se había introducido en la escena médica de Bay Beach como si fuera quien estaba al mando, y eso hacía que Em se sintiera verdaderamente extraña.
«Debería sentirme molesta porque él está organizándolo todo», se dijo. «Parece como si yo en realidad sobrara».
No tenía ni idea de cómo debería sentirse. Jonas era un cirujano estupendo, quería trabajar allí y Em no era quién para impedírselo, sería una locura. Y casarse con él sería aún más locura. Estaba perdiendo el control de su mundo, así que si Jonas parecía haber tomado el mando, mejor, porque nadie más lo estaba haciendo.
Anna siguió mejorando. Em la visitaba cada dos días para ver cómo iba y para examinarle el costado. Físicamente había superado la operación, pero Em no estaba segura de que lo hubiera hecho psicológicamente.
– Empezarás la radioterapia la semana próxima -le recordó a Anna-. A menos que cambies de opinión y decidas también que quieres la quimioterapia.
– No la quiero.
– Aunque no es totalmente necesaria, no deberías descartarla. Las posibilidades de que se reproduzca son muy pequeñas, pero te daría aún más seguridad. No sé por qué me da que no quieres considerarla sólo porque te haría depender más de otra gente durante un tiempo.
Anna se sonrojó. Em había dado en el clavo.
– Detesto no poder colgar mi ropa. Detesto no poder alzar a Ruby en brazos…
– Eso pasará. En cuanto tu brazo cicatrice, volverás a ser igual de fuerte que antes. Los edemas linfáticos son cada vez menos frecuentes con las nuevas técnicas quirúrgicas, y Patrick es un cirujano excelente. Me sorprendería mucho que tuvieras problemas a largo plazo.
– Pero los tengo a corto plazo -le confió Anna-. Odio depender de alguien y la quimioterapia empeoraría la situación. Odio que todos se preocupen y que Jonas esté aquí todavía. Odio que Jim me visite cada noche…
– Anna, es porque te quieren.
– Yo no sé lo que es el amor, y no quiero saberlo. Jonas tampoco lo sabe -añadió con amargura-. Sólo está aquí porque soy su hermana pequeña. Cree que me tiene que cuidar porque es su deber. Además, se está quedando porque tiene algo contigo que no acabo de entender. Pero apuesto a que no es amor como la gente normal lo entiende. ¿Lo es? -Em contuvo el aliento, sin saber qué contestar, pero no hizo falta porque Anna no había terminado de hablar-. Sea lo que sea, es una tontería que se quede, pero no se va. Y Jim… ¿Sabías que me ha pedido que me case con él? ¿Casarme yo? Una mujer con tres niños y medio pecho. Si se cree que necesito su caridad…
– No creo que lo haga porque le des lástima.
– ¿Así que crees que debería casarme con él?
– Eso es asunto tuyo -Em tomó aliento-. Pero tendría que ser porque lo amas.
– ¿Como tú amas a mi hermano?
– ¿Qué quieres decir?
– Jonas me dijo que quiere casarse contigo. Dice que si aún está aquí es por ti.
– Creo que acabarás dándote cuenta de que es por ti.