– Y con su perro a los pies y la puerta bien cerrada con pestillo -reaccionó ella como si estuviera cerrando la puerta en ese mismo momento.
– ¿De veras? -él parecía sorprendido por su desconfianza, y Em no pudo reprimir más la risa. Ese hombre era ridículo. Deliciosamente ridículo.
– Sí, doctor Lunn. Con la puerta cerrada con pestillo. ¿Crees que soy ingenua, o qué?
Como respuesta, Jonas le apretó más la mano.
– No tendrías que cerrar la puerta, porque yo estaría fuera recortando uñas de los pies. Además, doctora Mainwaring -su tono se hizo terriblemente serio-, creo que puedes ser muchas cosas, pero nunca diría que eres una ingenua.
La había pillado por descuido. No estaba preparada para hablar en serio.
– Jonas…
– Emily… -replicó él con el mismo tono de duda que Em, y ella no pudo reprimir la risa.
– Eres imposible, Jonas. Tenemos que ver a Anna.
– Así es -suspiró-. Así es. Pero podemos volver aquí otra noche, ¿verdad?
– Quizá.
– ¿Qué tipo de respuesta es esa? -su tono era de indignación. Era imposible no reírse.
– Es una respuesta sin riesgos -contestó Em y, de pronto, sintió que estaba corriendo un riesgo, que estaba en peligro. Se soltó de su mano y empezó a correr-. ¡A que te gano hasta el coche, Jonas Lunn!
Em se sorprendió de que Jonas no la siguiera. Por el contrario, se quedó inmóvil observando su figura recortada contra la luz de la luna, volando hacia el coche por encima de las dunas.
Poco a poco, dejó de sonreír.
«Me pregunto si estoy actuando como un estúpido», se dijo. Pero sólo estaban la luna y el mar para contestar.
Jonas tenía razón. Anna estaba aterrorizada y a punto de echarse atrás. Hizo falta toda la capacidad de persuasión de Jonas y de Em para que no desistiera.
– Hemos concertado una cita -explicó Jonas, despacio y con decisión-, y hemos organizado todo lo demás. Dejarás a Sam y Matt en el colegio y llevarás a Ruby a casa de Lori. Luego, yo te llevaré a Blairglen para las pruebas. Si nos retrasamos, o si necesitas que te hagan más pruebas además de la mamografía y la biopsia, Lori recogerá a los niños del colegio y les dará la cena.
– Pero si es cáncer, me ingresarán en el hospital…
– No, no lo harán -dijo Em estrechando la mano de Anna. La pobre mujer estaba temblando. Era el resultado del miedo que había ido acumulando durante un mes. Habría sido mejor que se hubiera enfrentado a ello desde el principio, cuando notó el bulto por primera vez, en lugar de esperar hasta que la imaginación se le desbordara-. Anna, unos pocos días no van a cambiar nada. Sea como sea el resultado de las pruebas, tendrás tiempo de venir a casa y reflexionar antes de someterte a la cirugía. Podrás alegrarte si sólo es un quiste, o resignarte a luchar contra un cáncer de mama incipiente. Sea lo que sea, nadie va a obligarte a hacer algo que no quieres.
Anna estaba desesperada y no hacía más que pasear su mirada de su hermano a Em.
– Pero Jonas ya le ha preguntado a Lori si podría cuidar a los niños por un período largo.
– Así es, para que, si saliera lo peor, puedas estar segura de que podrás enfrentarte a ello -dijo Em, y Jonas la miró con gratitud por el esfuerzo que hacía-. Prepárate para lo peor y desea lo mejor. Ese es mi lema, y lo recuerdo cada vez que suena el teléfono.
Se hizo el silencio mientras Anna pensaba.
– Eso debe de ser terrible -dijo Anna, mirando a Em a los ojos por primera vez-. No lo había pensado antes, pero ahora… En tu trabajo nunca sabes lo que va a pasar. Como en ese horrible accidente del tractor, la semana pasada. Tuviste que hacerte cargo tú, ¿verdad?
– Fue horroroso -dijo Em con dulzura-. En el primer momento me asusté mucho, pero en cuanto supe a lo que me tenía que enfrentar, el miedo se disipó e hice mi trabajo como debía hacerlo. Para ti es igual. Mañana sabrás con qué te vas a enfrentar.
– No sé cómo puedes hacerlo -balbuceó Anna, y Jonas le tomó la otra mano.
– Anna…
Para sorpresa de Em, Anna retiró la mano de la de su hermano.
– ¡No!
– Yo sólo quería decirte que estoy aquí para apoyarte. Mañana te llevaré a las pruebas, y me voy a quedar en Bay Beach.
Sus palabras la extrañaron. -¿Por qué?
– Por ti -replicó él, pero Anna negó con la cabeza. -De ninguna manera, Jonas. No te necesito -con la mirada clavada en la mesa, se mordió el labio-. Nunca te he necesitado, como tampoco necesité a papá ni a Kevin. No tienes que quedarte por mí.
¿Qué se escondía detrás de esa actitud? Ahí había algo más que la rivalidad de un hermano hacia el compañero de su hermana.
Pero Jonas movía la cabeza y sonreía a Anna, como diciéndole que estuviera tranquila porque él no pretendía inmiscuirse. Porque las cosas se harían como ella quisiera.
– No seas estúpida. No me quedo por ti -le dijo.
– Me gustaría que dejaras de llamarme así… -inconscientemente, Anna apretó los puños hasta que se le vio el blanco de los nudillos a través de la piel. Em pensó que Anna estaba demasiado delgada. Y demasiado cansada y golpeada por la vida para lo joven que era.
– De acuerdo -Jonas dejó de sonreír. Se levantó, se paró detrás de Emily y le puso las manos sobre los hombros, mientras seguía hablando con su hermana-. No volveré a llamarte estúpida.
– Bien. Y no tienes, que quedarte.
– Sí tengo que quedarme -dijo con dulzura-, porque Em me necesita.
– ¿Em?
– No podía creer la cantidad de trabajo que Em tenía esta mañana -le dijo a su hermana, dejando sus grandes manos sobre los hombros de Em-. Tú misma viste la tensión a la que estaba sometida. Aunque se supone que debo ir a mi nuevo puesto en el extranjero, he decidido postergar el viaje. Me quedo aquí.
– ¿Con… con la doctora Mainwaring?
– Con Emily -rectificó él-. Con una de las doctoras más trabajadoras, bellas y deseables que jamás he tenido el placer de conocer. Em y yo ya lo tenemos todo arreglado.
– No me lo creo.
Tampoco Em se lo creía. Su forma de hablar, la firmeza con que la sujetaba… ¡Parecía que ese hombre estaba enamorado de ella!
Y él no hacía nada por cambiar esa impresión.
– Antes de venir, Em y yo hemos pasado dos horas en la playa -le confió a Anna-. Hemos estado arreglando las cosas. Puede que sea repentino, pero no quiere decir que no haya sucedido -sujetó a Em con más fuerza, ya fuera por afecto, o como advertencia.
– No voy a dejar a Emily. Somos socios. Así que estoy aquí por ti también -aseveró con un tono que no admitía réplica-. Pero sobre todo, estoy aquí por Em. Y me quedaré por todo el tiempo que ella quiera. Tanto si tú lo quieres como si no.
– Jonas…
– Déjalo, Anna -ordenó con brusquedad-. De momento, hazte esas malditas pruebas. Yo me quedaré aquí, con Emily, todo el tiempo que haga falta. Y puede que más tiempo todavía.
– ¡Estás loco! -de vuelta al coche, Em miró al hombre que tenía a su lado como si mirara a un lunático-. Has dado a entender que entre nosotros había un flechazo.
– Lo hice muy bien -dijo él con picardía, y ella lo habría abofeteado.
– ¿Lo hiciste a propósito? -Claro.
Em se recostó en el asiento y se quedó pensativa, mirando al frente. «Una doctora se encuentra con un chiflado, y se pregunta dónde estará la camisa de fuerza. ¿Cómo debía reaccionar?».
– ,¿Tienes algún motivo especial? -preguntó, por fin. Su voz era como un chillido de sorpresa. No parecía el tono de una doctora tratando de apaciguar a un loco. Él se echó a reír.
– No es necesario que te lo tomes como algo personal.
– No, claro -Em tosió para recuperar su tono normal-. Claro que no. Haces que tu hermana crea que estás enamorado de mí, y yo no tengo que tomármelo como algo personal.
– ¿,Tienes más trabajo pendiente para esta noche?