A las seis de la tarde, Lindy estaba preparada. Había hecho la bolsa de fin de semana y los perros estaban listos. Llevaba una bonita falda tubo gris y un jersey morado con zapatos negros de tacón.
Desde que había conocido a Atreus, había ido cambiando su vestuario. Cada vez se sentía más segura de su cuerpo y se iba atreviendo a llevar ropa más ceñida y femenina. Había entregado sus faldas anchas y sus blusas sin formas a la iglesia, se había cortado el pelo con mucho más estilo y había vuelto a descubrir el maquillaje. Atreus no había comentado nunca nada sobre aquellos cambios. Por lo visto, no sentía la necesidad. Tampoco debía de sentir la necesidad de invitarla a salir por ahí. Aquello, no debería importarle, pues había sido ella quien le había dicho que no quería que los vieran juntos, pero ahora quería que la invitara.
Lindy no iba a hacerle preguntas estúpidas sobre el futuro a Atreus. Estaba feliz y contenta como estaba.
Veinte minutos después llegó la limusina y Lindy se subió con su bolsa, con sus perros y sus tacones. El coche los llevó a todos a la casa principal. El chófer le abrió la puerta y se hizo a un lado para dejar pasar a los perros y saludar a Lindy.
Phoebe Carstairs sólo trabajaba entre semana los fines de semana solían llegar un chef francés y un equipo de camareros griegos. Se presentaban antes que Atreus para asegurarse de que todo estuviera listo antes de su llegada.
Lindy entró en la casa con paso ligero. Estaba contenta. Dejó que Dimitri la guiara a la biblioteca que Atreus utilizaba como despacho…
Capítulo 4
ATREUS llevaba un precioso traje gris marengo que realzaba su masculinidad y su cuerpo bien formado. Estaba hablando por teléfono junto a uno de los ventanales de la estancia. Lindy se tomó unos segundos para observarlo y disfrutar de lo que veía.
¡ Qué gran placer volver a verlo!.
Cuando se giró y la vio, sus ojos adquirieron un brillo nuevo y le sonrió. Samson y Sausage salieron corriendo hacia él. Lindy se adelantó para que no lo molestaran mientras hablaba y se puso en medio, de espaldas a ellos. Cuando recibió el impacto de sus patitas, se fue hacia delante. Atreus la sujetó para que no perdiera el equilibrio y le sonrió con afecto.
A Atreus le encantaba lo natural que era Lindy. Nunca intentando esconder ni disimular nada. A diferencia de otras muchas mujeres, no tenía nada de artificial.
En cuanto percibió el aroma de su pelo y de su piel, sintió que le pulsaba la entrepierna de manera erótica, así que la tomó de la cintura y le puso los labios sobre un punto justo debajo de la oreja que sabía que la volvía loca.
Lindy se estremeció de gusto.
Atreus se despidió repentinamente de su interlocutor, colgó el teléfono y se apoderó de la boca de Lindy para besarla con pasión.
– Un fin de semana no es suficiente -comentó-. Luego vienen cinco días de celibato. Se me hace insoportable.
Lindy ronroneó encantada ante aquellas palabras.
– Podría ir a Londres de vez en cuando -comentó contenta ante la posibilidad de entrar en aquel otro mundo que Atreus habitaba.
Atreus apretó los dientes.
– Prefiero dejar las cosas tal y como están contestó-. Así, durante la semana me puedo concentrar en los negocios y ambos tenemos nuestro espacio vital.
Lindy se entristeció. En realidad, ella nunca había querido aquel espacio, pero había accedido en silencio porque era lo que él había estipulado. Al darse cuenta de algo tan horrible, se estremeció. ¿Cuándo se había olvidado de ella para anteponer los deseos de él a los suyos?
Por otra parte, era consciente de que a los hombres no les gustaban las mujeres pesadas. Una mujer que insiste en pasar mucho tiempo en su pareja puede resultar claustrofóbica.
Lo que Ben le había dicho la había llenado de inseguridades e intentó olvidarse de ellas disfrutando del abrazo de Atreus.
Lo amaba profundamente y tenía todo el fin de semana para disfrutar de él. ¿Cómo iba a dejar que su falta de confianza lo estropeara todo? No había sido su intención inicial enamorarse de él, había confiado en que su inteligencia la supiera mantener alejada de albergar aquellos sentimientos tan profundos por un hombre tan diferente a ella que era imposible que hubiera nada serio y duradero entre ellos.
Aun así, no había podido evitar caer rendida ante su carisma y su sensualidad. Cada vez que lo veía, se enamoraba más de él. Tres meses después de empezar su aventura, ya estaba completamente entregada.
Atreus se preguntó de dónde se habría sacado Lindy la horrible idea de ir a verlo a Londres entre semana. ¿Tal vez el que había sido el amor de su vida en el pasado había vuelto a hacer de las suyas?
Atreus sabía que el amiguito de Lindy había ido a verla aquella tarde. Atreus tenía muy claro que Ben Halliwell no le tenía por trigo limpio. El joven estaba esperando el momento oportuno para crear problemas.
«Y Lindy se deja influenciar con facilidad», pensó mientras la mantenía estrechada entre sus brazos y le acariciaba la espalda.
Tal vez tendría que hablar con Halliwell para pedirle que no se volviera a acercar a Lindy. Tenía muy claro que ella, que siempre pensaba lo mejor de los demás y lo peor de sí misma, jamás lo haría.
Evidentemente, a Lindy no se le había pasado por la cabeza que su viejo amigo quería lo que durante años había desdeñado y, desde luego, no iba a ser Atreus quien se lo dijera.
– Te he echado de menos -confesó Lindy mordiéndose la lengua en cuanto lo hubo dicho.
– La semana se me ha hecho interminable -contestó Atreus apretándola contra su cuerpo y besándola de nuevo.
Lindy sintió que la sangre le corría a más velocidad por las venas. Al instante, las rodillas le flaquearon. El deseo que sentía en la pelvis era tan intenso, que estuvo a punto de empezar a gemir. Aunque su mente estaba plagada de miedos y de inseguridades, su cuerpo reaccionaba por cuenta propia.
Lindy cerró los ojos con fuerza y frustración, intentando sobreponerse al deseo, odiando la certeza de saber que sólo se sentiría a salvo en la cama con él. En la cama era donde se sentía más necesitada y valorada.
¿Qué significaba aquello? ¿Qué tipo de relación tenían?
– ¿Qué te pasa? -murmuró Atreus.
– Nada -contestó Lindy.
Atreus tenía una especia de sexto sentido y siempre sabía lo que Lindy sabía y pensaba. Aunque tenía muy claro que a Lindy le ocurría algo, estaba demasiado excitado como para detenerse a hablar, así que la volvió a besar y la tomó en brazos.
– Creo que hoy vamos a cenar un poquito tarde -bromeó con voz grave.
Tras indicar a los perros que no subieran las escaleras con ellos, Atreus la condujo al dormitorio y la dejó sobre la cama.
Lindy sentía el corazón latiéndole aceleradamente.
Atreus le bajó la cremallera de la falda y la prenda resbaló por sus caderas y cayó al suelo. A continuación, la despojó del jersey y con un sonido gutural muy masculino y satisfecho se apoderó de sus cremosos pechos.
– A partir de la hora de comer, todos los viernes, sólo pienso en ti -le dijo, desabrochándole el sujetador y volviéndola a besar.
– Creía que íbamos a hablar -contestó Lindy intentando sofocar el fuego que ardía en sus entrañas.
– Tal y como me pones, mali mu, no puedo hablar -dijo Atreus, despojándose de la chaqueta y de la corbata y desabrochándose la camisa.
Lindy se encontró acariciándole el pelo, incapaz de recordar qué era aquello de lo qué quería que hablaran. En aquellos momentos, tenía otras prioridades. Así se lo indicaba el calor y la humedad que sentía entre las piernas.
Atreus se apoderó de uno de sus pezones mientras le quitaba las braguitas. En cuanto sintió su boca en su cuerpo, la columna vertebral de Lindy se arqueó hacia delante y se separó del colchón.