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– Sólo en teoría -contestó Atreus sin dejar de mirarla.

Entonces, de repente, se acercó a ella en dos zancadas y la tomó entre sus brazos, apretándola contra su cuerpo con tanta fuerza, que Lindy se quedó sin respiración.

– Estás loca -le dijo apartándole el pelo de la cara-. No tenías motivos para estar celosa.

– Es muy guapa -se lamentó Lindy, dejándose llevar por el dolor.

– Sí, pero yo quiero estar contigo, agapi mu -murmuró Atreus mirándola con deseo-. Siempre te he preferido a ti.

Lindy se apoyó en él. Se moría por creer sus palabras.

– Me cuesta tanto creerlo…

Atreus se apoderó de su boca y la besó con pasión.

– Me has estado matando con tus sonrisas y tu conversación alegre y divertida. Creía que no te importaba que ya no nos acostáramos -le explicó-. ¿Cómo iba yo a suponer que estabas celosa de Krista?

– En la boda Krista me dijo que yo no debía ser la novia y que acabarías divorciándote de mí -le confesó Lindy.

Atreus frunció el ceño y maldijo en griego. -No me habías dicho nada -la acusó.

– No quería comportarme como una adolescente. No quería venir corriendo a contarte cosas sobre tu ex novia.

– Pues te has comportado como tal al creer sus palabras -protestó Atreus-. Me lo tendrías que haber dicho.

– Lo que pasa es que me sentía culpable -admitió Lindy-. ¡Si yo no me hubiera quedado embarazada, seguirías con ella!

Atreus la miró muy serio.

– No, no seguiría con ella.

Lindy se quedó mirándolo en silencio. Aquella salida la había dejado sin habla, momento que Atreus aprovechó para tomarla en brazos y llevarla al dormitorio.

– A veces me vuelves loco -admitió-. No sabía por qué te habías comportado así la noche de bodas, pero no quería forzar el tema de conversación. Soy consciente de que la principal razón por la que te has casado conmigo es Theo. Eso me lo dejaste muy claro y lo entiendo perfectamente. Casarnos es lo mejor para él, pero… ¿y nosotros?

¿Y ellos? Ninguno de los dos se había hecho aquella pregunta. Habían examinado su matrimonio desde todos los ángulos por el bien de su hijo, pero no habían hablado de ellos.

Lindy supuso que creer que todo iba a ir bien simplemente porque sí había sido muy ingenuo por su parte.

Atreus la dejó en la cama, Lindy sintió un escalofrío de pies a cabeza.

– Es culpa tuya que me sintiera tan insegura. Hasta la boda, me mantuviste a distancia de ti.

– Cuando te pedí que te casaras conmigo, me rechazaste. ¿Qué querías que hiciera? -se defendió Atreus-. No sabía lo que sentías por mí y el vínculo que había entre nosotros era demasiado frágil como para arriesgarme a estropearlo todo por intentar acostarme contigo.

Lindy se estaba quitando los zapatos y lo miró preocupada.

– No tenía ni idea de que esos fueran tus sentimientos. Te dije que no me quería casar contigo sólo por una cosa, porque creía que me lo pedías por cumplir con tu responsabilidad como padre y no quería que fuera por eso.

– No fue por eso, agapi mu -le aseguró Atreus-. La verdad es que no entendía lo que sentía, así que no me extraña que tú tampoco me entendieras.

Lindy se incorporó y le pasó los brazos por el cuello.

– No me gusta dormir sola…

– ¿Y te crees que a mí sí? -contestó Atreus apretándola contra su cuerpo.

– Aquella noche después de la ecografía, cuando me llevaste a la cama en tu casa, me deseabas…

– Sí, y sabía que tú también me deseabas, pero quería algo más duradero, algo más que acostarnos ocasionalmente cuando a ti te apeteciera -confesó Atreus, desabrochándole el vestido y acariciándole los brazos.

– ¡Yo no soy así!

– ¿Cómo que no? -bromeó Atreus mordiéndole el labio inferior y desabrochándole el sujetador para acariciarle los pechos.

– Bueno, tienes razón. Puedo ser así, pero que sepas que es por ti, que me has enseñado malas costumbres -murmuró Lindy desabrochándole la camisa a toda velocidad-. Y también quiero que sepas que ocasionalmente no sería suficiente.

Atreus la miró divertido y se rió. A continuación, la empujó para tumbarla en la cama y la siguió.

– No quería que nuestra relación se convirtiera en una relación extraña.

– ¿Por eso era matrimonio o nada? -aventuró Lindy acariciándole el torso.

Al deslizar las manos más abajo, sintió el estremecimiento de Atreus y sonrió satisfecha. Atreus terminó de desnudarse y se apoderó de su cuerpo. La besó con fruición, haciéndole saber lo mucho que la necesitaba.

– Me dijiste que sólo te ibas a casar conmigo por el bien de Theo -le recordó.

– ¿Cuándo te he dicho yo eso? -se defendió Lindy, disfrutando de sentirlo tan cerca. -Después de que naciera el niño.

Lindy lo miró extrañada.

– No lo recuerdo. Me has preguntado que por qué cambié de parecer… bueno, Theo no fue la única razón, ¿sabes? Estaba intentando guardar las apariencias.

– Vaya, no lo sabía. Ya sé que te hice mucho daño al romper por primera vez -admitió Atreus. -Lo sabías porque te lo dije yo -contestó Lindy-. No se te da precisamente bien captar las emociones de los demás.

Atreus sonrió débilmente.

– Ni las mías, tampoco.

Hubo algo en la expresión de los ojos de Atreus que hizo que Lindy se estirara para besarlo. Aquel beso se fue haciendo cada vez más profundo y apasionado hasta llegar a cotas de urgencia insospechadas por ambos.

Se olvidaron de la conversación y se dejaron invadir por necesidades más primarias. Cuando Atreus la penetró de manera salvaje y primitiva, Lindy sintió que su deseo se volvía lava líquida que la quemaba por dentro hasta explotar en intensas oleadas de placer que se fueron apagando mientras ella pronunciaba su nombre entre sollozos.

– Ahora te siento mía de nuevo, yineka mu -dijo Atreus con voz grave.

A continuación, la tomó entre sus brazos y la besó en la boca con dulzura y así permanecieron hasta que a Lindy se le calmó el corazón y recuperó el ritmo respiratorio.

Lindy se regocijó en aquella sensación de encontrarse inmensamente feliz. Hacía muchos meses que no se sentía así y le encantaba. Tener a Atreus cerca era lo mejor que le había pasado en la vida.

Atreus le había dicho que siempre la había preferido a ella. Eso había sido más que suficiente para que se entregara a él sin reservas. Quería creer en aquellas palabras con toda su alma… aunque, quizás, Atreus hubiera exagerado un poquito…

– ¿En qué piensas? -le preguntó Atreus mirándola preocupado.

Lindy sonrió.

Tenía la respuesta perfecta para aquella pregunta que Atreus no solía formular jamás.

– En ti. ¿Contento?

– No te puedes ni imaginar lo enamorado que estoy de ti -contestó Atreus-. Es la primera vez en mi vida que me enamoro. Me tomó por sorpresa, pero sé lo que es. Lo pasé fatal. La vida sin ti no tenía sentido.

– ¿Estás enamorado de mí? -contestó Lindy atónita-. ¿Desde cuándo?

– Probablemente, desde el principio -confesó Atreus-. A mí no me educaron para prestar atención a los sentimientos, sino para que prevaleciera siempre la razón sobre el corazón y siempre me había ido bien así. Hasta que te conocí. Nunca había querido de verdad a una mujer… hasta que apareciste tú.

Lindy sonrió encantada.

«Lo pasé fatal. La vida sin ti no tenía sentido». Aquello era más que suficiente para olvidar los terribles meses que había pasado sin él.

– ¿Lo pasaste muy mal? Quiero detalles -ronroneó.

– Ya no quería ir a Chantry House. No me gustaba si tú no estabas. La casa estaba vacía. No me podía concentrar en el trabajo. Estaba de tan mal humor, que dos de mis secretarias personales pidieron el traslado. Te echaba de menos día y noche. No estaba preparado para algo así. Cuando comprendí que lo nuestro había terminado, decidí que había llegado el momento de buscar esposa y no una novia.