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Lindy se dijo que era cierto que le había pedido perdón. Tal vez estaba exagerando. Además, Atreus la había sacado de la cocina en llamas, demostrando que era valiente y protector, cualidades que Lindy apreciaba mucho.

– No entiendo por qué estás interesado en mí.

– ¿Ah, no?

Lindy lo miró a los ojos y sintió que el deseo se apoderaba de ella de nuevo. Se moría por que la volviera a besar. El deseo era tan intenso, que se retiró a la cocina de nuevo.

Un segundo después, se fue la luz en toda la casa.

– Tu generador debe de estar conectado al de Chantry House y lo han apagado por seguridad -comentó Atreus desde algún punto de la oscuridad-. No creo que vayas a tener luz hasta, por lo menos, mañana.

– Vaya -murmuró Lindy, apoyándose en la encimera y apartándose el pelo de la cara. Adiós a la ducha con la que estaba soñando.

Los presentes dieron las gracias y comenzaron a marcharse.

– Vete tú también, Phoebe -le indicó Lindy-. No hace falta que te quedes conmigo. Descansa.

– ¿Por qué no te vienes a casa? Allí tenemos luz.

– Gracias, pero no falta mucho para que amanezca. Me las apañaré.

Dicho aquello, acompañó a Phoebe hasta la puerta de atrás, se despidió de ella y cerró.

– ¿Lindy?

Lindy se quedó helada.

– Creía que te habías ido -contestó al oír la voz de Atreus.

– ¿Cómo me iba a ir dejándote aquí sola sin luz ni calefacción? -se indignó Atreus-. He reservado una suite en el Headby Hall y quiero que vengas conmigo -añadió, refiriéndose al hotel rural más bonito de la zona.

– No puedo -contestó Lindy.

– Sé práctica. Debes de estar deseando ducharte y descansar. Yo, también. En poco más de cuatro horas, tengo que estar de vuelta aquí porque he quedado con los peritos de la aseguradora y con el equipo de albañiles que se va a hacer cargo de la reforma.

– Prefiero quedarme aquí.

– ¿De verdad prefieres quedarte aquí sin poder ducharte y muerta de frío que acompañarme a un lugar más civilizado y cómodo?

Lindy apretó los dientes. Evidentemente, la estaba llamando puritana.

– Dame un par de minutos para preparar mi bolsa de viaje -contestó repentinamente, en un arranque de valentía.

A la luz de una linterna, metió un pijama y una muda en una bolsa. Los perros tenían comida y agua, así que todo estaba en orden. ¡ La que no debía de estar en orden era su cabeza! ¿Por qué había accedido a irse a un hotel con Atreus Dionides? Aquello no era propio de ella.

Aun así, se montó en el asiento trasero de la limusina intentando simular naturalidad. Mientras él hablaba por teléfono, ella se dijo que tampoco era para tanto, que lo único que estaba haciendo era ofrecerle la posibilidad de descansar y poderse duchar.

Headby Hall era un hotel realmente lujoso y a Lindy le dio vergüenza entrar tal y como estaba, pero no tuvo más remedio que hacerlo.

– ¿No estás cansado? -le preguntó a Atreus cuando éste se disponía a hacer otra llamada telefónica en el ascensor.

– Sigo funcionando por la descarga de adrenalina.

– Siento mucho lo que le ha sucedido a tu casa.

– Tengo otras.

– He visto que se te había roto la chaqueta. ¿Estás herido? -le preguntó Lindy, poniéndole la mano en el brazo con suavidad.

Atreus la miró a los ojos y se dio cuenta de que Lindy lo estaba mirando como si quisiera abrazarlo y consolarlo. Ninguna mujer lo había mirado nunca así. Ni siquiera de niño. Con él, las mujeres buscaban más recibir que dar.

– No, no es más que un rasguño.

Lindy se miró en sus ojos oscuros y sintió que se quedaba sin aliento. Cuando se abrieron las puertas del ascensor, se apresuró a salir de él. A continuación, avanzaron por un pasillo privado y Lindy vio con asombro que un miembro, del personal de Atreus abría una puerta. Incómoda, entró en el espléndido vestíbulo de una suite llena de flores frescas.

Lindy vio que estaban llevando unas preciosas maletas de una marca cara y conocida a una habitación y se fijó en que su bamboleada bolsa de viaje la esperaba en el umbral de otra.

– He pedido algo de comer -comentó Atreus-.No te he visto comer nada.

– Me voy a cambiar -anunció Lindy encaminándose a la que suponía su habitación.

Una vez en el baño, se desnudó, se metió en la ducha y se lavó el pelo. Le sentó de maravilla quitarse el olor a humo que la había impregnado por completo. Sintiéndose limpia, se secó el pelo con el secador, se puso una falda larga verde y una camiseta beige y se quedó descalza. Al mirarse al espejo, no le gustó lo que vio, pues se le había ondulado el pelo, que no le gustaba nada, y estaba colorada como una gamba.

Cuando salió, vio que habían llevado un carrito con comida y que Atreus la estaba esperando. Al igual que ella, había elegido vestirse de manera informal.

Llevaba el pelo mojado peinado hacia atrás y se había puesto unos vaqueros negros y una camisa abierta al cuello. Cuando la vio aparecer, se quedó mirándola y sonrió. Aquella sonrisa abierta y sensual incendió a Lindy con el mismo fuego que había devorado la tercera parte de Chantry House.

La reacción fue inmediata. Le hervía la cara y tuvo que sentarse porque se mareó. Desde la silla, observó que no eran solamente sus rasgos, bellísimos, los que la atrapaban, sino también su magnetismo.

La atracción sexual que sentía por él era algo nuevo para ella.

Lindy aceptó un par de aperitivos y los mordisqueó sin ganas mientras Atreus hablaba de las reuniones que tenía por la mañana. La vibración de voz la hacía estremecerse de pies a cabeza. Cuando sus ojos se encontraron, Lindy tuvo la sensación de que se había abierto un agujero bajo sus pies y estaba cayendo desde una gran altura. Fue algo aterrador e increíble al mismo tiempo.

Como no estaba acostumbrada a sentir con tanta intensidad, Lindy decidió que estar con él y sentir aquellas cosas era peligroso y arriesgado.

Por eso, en cuanto pudo, se levantó y anunció que se iba a dormir.

– Estoy muy cansada. Me voy a la cama. Gracias por la cena y por la ducha -se despidió sonriente.

Atreus se quedó mirando la puerta cerrada del dormitorio de Lindy, y se preguntó cuándo había sido la última vez que una mujer le daba, literalmente, con la puerta en las narices.

Nunca.

Aquello lo llenó de frustración y de diversión a partes iguales.

Lindy se apoyó contra la puerta y se dijo que lo había logrado, que se había resistido a él, al hombre más guapo y sensual que había tenido ante sí en su vida.

No se podía creer que la encontrara atractiva porque tenía muy claro que, si por Atreus Dionides hubiera sido, habrían terminado pasando el resto de la noche en la misma cama. ¿Tal vez porque era la única mujer por allí cerca para dichos menesteres?

Lindy no era partidaria de mantener aventuras de una noche con hombres a los que apenas conocía. Por muy guapos que fueran. ¿Y no habría sido una experiencia increíble? ¡Qué vergüenza pensar así!

Nunca hubiera creído que iba a seguir siendo virgen a su edad, pero así se habían dado las cosas. Atreus era el primer hombre que la atraía después de Ben. Lindy sentía curiosidad por el sexo, pero eso no era excusa para llevar a cabo experimentos. Bastante vergüenza había pasado ya después de que la hubiera visto desnuda en el río. ¿Cómo volvería a mirarlo a la cara si se acostara con él?

Lindy se metió en la cama desnuda. Estaba agotada, pero le costó dormirse. Al final, se sumió en un sueño nada reparador. El incendio de Chantry House había destapado demasiados re-cuerdos dolorosos…

– ¡Lindy… despierta!

Lindy se dio cuenta de que la estaban zarandeando.

Al incorporarse y abrir los ojos, se encontró en un lugar que no conocía. Sorprendida y asustada, no supo qué decir.

– Estabas soñando -le dijo Atreus.

Lindy se fijó en su torso desnudo.