Tenía la sensación de que había quedado como una mujer débil y víctima e insegura, una imagen que no quería dar porque sabía que a Atreus le gustaban las mujeres fuertes y seguras de sí mismas.
Así que debía mostrarse fuerte y segura de sí misma.
No volvería a comportarse como lo había hecho aquella noche.
Un año después de haber tomado aquella decisión, Ben Halliwell se presentó, como venía haciendo últimamente, sin avisar. Lindy acababa de terminar de trabajar, así que le convidó a un café y Ben se comió dos buenos trozos de tarta de queso antes de ir al grano.
– Quiero que veas esto para que te quede claro lo que hay entre Atreus Dionides y tú -le dijo, dejando sobre la mesa un periódico.
Lindy se quedó mirando la fotografía en la que se veía a Atreus con una rubia despampanante cargada de joyas y con un vestido de fiesta divino. Al instante, sintió que se ponía a sudar, pero consiguió devolverle el periódico a Ben con una mirada de reproche.
No era ni la primera vez que veía algo así y era consciente de que, probablemente, no sería la última, pero le molestaba sobremanera que Ben estuviera siempre criticando a Atreus.
– Atreus tuvo una fiesta de beneficencia a favor de un hospital infantil el lunes por la noche -le explicó a su amigo-. Ella sería una de las organizadoras.
– ¡Deja de excusarlo! -exclamó Ben enfadado-. Carde Hetherington es una rica heredera y es obvio que a Atreus no le da vergüenza que lo vean en público con ella.
– ¡Tampoco le da vergüenza que lo vean conmigo! -se defendió Lindy-. No seas injusto. Sabes perfectamente que fui yo quien le pidió discreción y no él a mí. No quería que nos vieran juntos… no quiero que comenten nada sobre nosotros… ¡me moriría si mi foto apareciera en la prensa!
– ¿Cómo puedes ser tan ingenua, Lindy? -protestó Ben-. No está siendo discreto, lo que pasa es que te ha convertido en un secreto sucio en su vida.
– ¿Cómo te atreves a decir algo así? -se enfureció Lindy poniéndose en pie.
Al hacerlo, se mareó. Como supuso que había sido por la velocidad con la que se había levantado, no le dio importancia.
– Te guste o no, es la verdad -insistió Ben sin darse cuenta de que su amiga había palidecido-. Eres su amante, no su novia. Sólo lo ves cuando viene, nunca te lleva a ninguna parte.
– ¡No soy su amante! -se defendió Lindy.
– Pero tampoco eres una rubia despampanante de las que le gustan, así que, ¿qué lugar ocupas exactamente en su vida?
Dolida por semejante comentario, Lindy se volvió a dejar caer en su butaca.
– ¿Por qué siempre atacas a Atreus?
– Porque tú y yo llevamos muchos años siendo amigos y desde hace año y medio ese hombre está jugando contigo. Lo vuestro no tiene futuro. Por cómo te trata, podría estar casado. Eres su amante.
– ¡Atreus me trata muy bien! -exclamó Lindy. -Es multimillonario y se lo puede permitir. -No me refería al dinero. Tú no entiendes lo que hay entre nosotros.
– Me parece que la que no lo entiende eres tú te enamoraste de él y empezaste a vivir en un mundo de fantasía. ¿Dónde está tu objetividad? lo único que quiero es que abras los ojos. Estás perdiendo el tiempo con él. Dionides nunca te va dar lo que tú quieres.
– Tú no tienes ni idea de lo que yo quiero.
– ¿Ah, no? Esta vida no es para ti. Tú quieres casarte y tener seguridad, pero has accedido a embarcarte en una relación que te empeñas en ver como el súmmum del romanticismo. Quiero que me contestes a una cosa: si tan feliz eres con él ¿por qué no se lo has presentado aún a Elinor a Alissa?
– Porque no suelen estar en Inglaterra -contestó Lindy a la defensiva-. Te recuerdo que una vive en Oriente Medio y la otra viaja mucha.
– ¿Les has hablado siquiera de él? ¿Saben que existe?
Lindy enrojeció.
Lo cierto era que hacía tan sólo unas semanas que había telefoneado a sus amigas para hablarles de Atreus.
– Claro que sí -contestó-. No quiero seguir hablando de esto. No me gusta nada que hables mal de Atreus. No quiero seguir con esta conversación.
– Piensa en lo que te he dicho -insistió Ben-.Pregúntale a Atreus hacia dónde va vuestra relación. No creo que te guste la respuesta.
– ¿Y qué hay de tu ascenso? -le preguntó Lindy a su amigo para cambiar de tema.
– Dentro de dos semanas tengo que ir a la boda de mi jefe -le dijo Ben al irse-. He pensado que, a lo mejor, te apetece venir conmigo. Es en Headby Hall, que está muy cerca de aquí. Ya sé que te lo digo con poca antelación, pero, ¿te apetece acompañarme?
Lindy lo miró sorprendida.
– No sé…
– Por favor -insistió Ben-. No me haría ninguna gracia tener que ir solo… me pondría muy triste…
Lindy se rió y se preguntó por qué su amigo ya no salía cada mes con una mujer diferente. Lo cierto era que ahora se veían mucho más.
– Está bien. Dime la fecha exacta.
– Espero que no te cueste una discusión con Atreus -se burló Ben.
– Por supuesto que no -contestó Lindy elevando el mentón-. Atreus no cuestiona lo que yo hago.
Una vez a solas, Lindy se dijo que lo cierto era que casi nunca hacía nada los fines de semana para poder estar con Atreus.
Lindy se encontraba de un humor maravilloso antes de la visita de su amigo porque era viernes e iba a ver a su amor en unas horas, pero ahora se sentía triste por las preguntas de Ben.
Lindy vivía para el fin de semana, lo que hacía entre semana le daba igual, lo único importante era el tiempo que pasaba con Atreus. Hasta que Ben le había arrojado aquella fotografía, había conseguido ignorar la realidad: Atreus vivía otra vida cuando no estaba con ella.
¿Por eso había dejado de comprar la prensa? ¿Para no ver a Atreus con otras? Lindy no quería contestar a aquella pregunta. Hacía tiempo que Atreus le había explicado por qué de vez en cuando lo fotografiaban con otras mujeres y Lindy confiaba en él.
Lo que había empezado como una relación superficial se había ido afianzando y profundizando y Lindy había vivido muy feliz durante un año y medio. Atreus la llamaba casi todos los días y estaba pendiente de ella. De verdad. No se lo hacía saber porque no se le daba bien verbalizar las cosas, pero se lo demostraba de otras maneras.
¿Acaso no había adelantado su vuelta desde Grecia cuando se había enterado de que Lindy estaba en el hospital porque un coche la había tirado de la bicicleta? ¿Acaso no se había despertado en un par de ocasiones y se lo había encontrado sentado a su lado mirándola en mitad de la noche? ¿Acaso no le había regalado un coche impresionante?
De hecho, su primera discusión de verdad la habían tenido por eso. Lindy le había dicho que no pensaba aceptarlo y Atreus había insistido diciendo que le parecía muy peligroso que se moviera en bici. La discusión había ido subiendo de tono hasta que Lindy había cedido por miedo a perderlo.
El otro tema por el que habían discutido había sido que Atreus se había negado a que Lindy pagara su alquiler como los demás inquilinos.
– ¿Cómo voy a aceptar tu dinero? -le había preguntado Atreus furioso-. Trabajas mucho para sobrevivir. ¿Para qué me vas a pagar cuando a mí me sobra el dinero?
Aquel tema todavía coleaba porque, aunque Lindy pagaba su alquiler todos los meses religiosamente, Atreus le devolvía el dinero a su cuenta bancaria todos los meses también. Cuando se paraba a preguntarse lo que el administrador pensaría de todo aquello, se encogía de vergüenza. Demasiada gente sabía lo que había entre el dueño de la finca Chantry y ella.
¿Cómo no lo iban a saber? Una tarde se había encontrado con el párroco de su iglesia en casa de Atreus.
Mucha gente lo sabía, pero nadie decía nada.
El único que se había metido donde no lo llamaban había sido Ben. ¿Y qué derecho tenía cuando nunca había mantenido una relación seria con una mujer?