Выбрать главу

El problema era que sí lo estaban. Bueno, más bien, que lo habían estado, pues Elinor suponía que Jasim se habría encargado de anular el matrimonio en cuanto desapareció. ¿Para qué iba a querer seguir casado con una mujer que lo había dejado el mismo día de la boda?

Lo único que le daba miedo era que estuviera buscando a su hijo. A veces, Elinor se sentía muy mal por haberse ido y no haber permitido que Jasim conociera a su hijo, pero, entonces, se decía que no podía confiar en un hombre como Jasim, que le había hecho lo que le había hecho. Sí, se había casado con ella, pero con su comportamiento cruel había demostrado que nunca la había respetado.

¿Cómo se iba a arriesgar a compartir a Sami con él? ¿Y si se lo quitaba? Su hijo era demasiado preciado para ella como para arriesgarse a algo así.

A la mañana siguiente, Elinor dejó a Sami en la guardería del trabajo. Aquella guardería había sido una de las razones que le habían llevado a trabajar en Havertons, pues se trataba de un lugar amplio, luminoso y bien atendido.

En la empresa, el ambiente estaba tenso. Havertons había sido absorbida por una empresa mucho más grande y la gente tenía miedo de perder su trabajo. Por su parte, Elinor temía que hubiera recortes de presupuesto y decidieran quitar el servicio de guardería.

– ¿Qué pasa? -le preguntó a un compañero al ver que había más revuelo que de costumbre.

– El nuevo presidente ha venido sin avisar. Los peces gordos están como locos.

Una hora después, su jefe llamó a Elinor a su despacho.

– Señorita Leslie -la saludó Daniel Harper con el apellido falso que Elinor utilizaba desde hacía un tiempo-. Tiene que subir usted inmediatamente a la recepción del área de dirección.

– ¿Le puedo preguntar por qué? -se atrevió a preguntar Elinor algo nerviosa.

– No lo sé -suspiró Daniel-. Sólo me han dicho que suba. No sé nada más.

Era la primera vez que la llamaban desde la planta de dirección. Mientras subía en el ascensor, Elinor se preguntó si habría hecho algo mal. A continuación, tomó aire y se miró en el espejo. Llevaba una falda de tubo gris y una sencilla blusa blanca. Ropa un poco clásica y aburrida, pero cómoda y discreta para ir a trabajar.

Cuando las puertas se abrieron, se fijó en un grupo de directivos que charlaban junto a la recepción. Reconoció a uno de ellos, el director de Recursos Humanos. De repente, se fijó en el que estaba a su derecha y se paró en seco.

¡Era Jasim!

Elinor se dijo que era imposible, pero, cuando el hombre en cuestión se giró hacia ella, comprobó que, efectiva y desgraciadamente, era él.

Elinor sintió que el corazón se le desbocaba de miedo. Jasim llevaba un traje oscuro hecho a medida y estaba realmente guapo. Sus ojos se encontraron y Elinor tragó saliva. A pesar del miedo y de la sorpresa, no podía negar que también sentía atracción.

A pesar de que lo odiaba, no podía negar que era el hombre más guapo que había visto en su vida.

– ¿La señorita Leslie? -la saludó el director de Recursos Humanos-. Creo que tiene usted un hijo que utiliza nuestro servicio de guardería, ¿verdad? Al nuevo presidente le gustaría visitarla y ha pedido que se la enseñara alguien que estuviera vinculado.

Elinor alargó el brazo para saludar al director mientras sentía la mirada rabiosa de Jasim sobre ella. Como se consideraba víctima de su comportamiento y estaba convencida de no tener nada de lo que avergonzarse, elevó el mentón en actitud desafiante.

Aquello enfureció a Jasim. ¿Cómo se atrevía a mirarlo así después de lo que le había hecho? ¿Cómo se atrevía a esconderse tras un apellido falso? Aquella mujer era diabólica y no se avergonzaba por nada.

A Jasim le costaba disimular la inquina que sentía por ella. Elinor lo había abandonado y le había arrebatado a su hijo.

– Hola, señorita Leslie -la saludó muy serio.

Al hacerlo, sus ojos se deslizaron hasta los labios de Elinor y, al recordar su sabor, sintió como una descarga eléctrica en la entrepierna.

Uno de sus ayudantes ya había llamado al ascensor y les había abierto la puerta. Elinor entró. Así que Jasim era el nuevo presidente de la empresa… ¿Simple casualidad? ¡Claro que no!

Bajaron en silencio hasta la guardería. Estaba segura de que la única razón por la que Jasim quería visitar la guardería era Sami. Seguro que sabía que estaba allí. Seguro que quería verlo.

– No esperaba que, cuando nos volviéramos a ver, fuera en un lugar público -comentó.

– Da gracias de que haya sido así -ladró Jasim.

Elinor se estremeció de pies a cabeza, pero consiguió mantener la compostura.

– Tampoco tenemos nada que decirnos -comentó con indiferencia.

– Al contrario. Yo tengo muchas cosas que decirte -contestó Jasim.

Aunque estaba molesta por el tono que estaba empleando con ella, Elinor consiguió mantener la calma. No quería confrontaciones. Aquel hombre era un canalla que se había aprovechado de su confianza para llevársela a la cama. Elinor se sonrojó al recordar lo fácil que se lo había puesto.

Sin embargo, a pesar de que no lo soportaba, había un tema que quería tratar con él.

– Sentí mucho la muerte de tu hermano -le dijo sinceramente.

Efectivamente, el príncipe Murad había muerto de un infarto el año anterior y aquello la había dejado profundamente conmovida.

– Fue una desgracia para todos. No nos los esperábamos. Murad se hacía un chequeo todos los años y, aparentemente, estaba bien -comentó Jasim.

Elinor había sentido una profunda tristeza cuando se había enterado y bastante culpa cuando, poco después, había vendido el anillo de compromiso que Murad le había regalado a su madre.

Se había quedado anonadada ante la ingente suma de dinero que le habían dado por él y con ese dinero había comprado el piso que en aquellos momentos compartía con sus amigas. Saber que tenía una casa de la que nadie la echaría jamás le daba una seguridad maravillosa.

Elinor entró en la guardería a buen paso. Olivia, la coordinadora, había sido avisada de su llegada y los estaba esperando. Jasim la saludó educadamente y se puso a hablar con ella. Elinor, sin embargo, presa del pánico, recorrió la instalación hasta que encontró a Sami y lo tomó en brazos. Al verla, el niño sonrió encantado y le pasó los bracitos por el cuello. Elinor sintió que se le saltaban las lágrimas.

A continuación, aunque no le apetecía en absoluto hacerlo, volvió junto a Jasim, que sólo tenía ojos para el bebé.

– Quiero tomar en brazos a mi hijo -anunció con impaciencia.

Olivia los miró con curiosidad.

Aunque a Elinor no le apetecía nada separarse de su hijo, no quería tampoco provocar una escena desagradable, así que le entregó el pequeño a Jasim. Al hacerlo, sus cuerpos se rozaron y Elinor sintió una descarga por la espalda. Jasim agarró a Sami con cuidado y lo miró intensamente. Sami le devolvió la mirada sin miedo. A continuación, le sonrió y dejó que lo acercara. Por cómo lo estaba tratando era evidente que Jasim estaba acostumbrado a estar con niños pequeños.

– Es el primer varón que nace en mi familia desde hace años -comentó Jasim, pasando al despacho que Olivia les había ofrecido para que pudieran estar más tranquilos-. Es un crimen que no hayamos podido celebrar su primer cumpleaños.

– ¿Un crimen? -se escandalizó Elinor con resentimiento-. Si Sami no estuviera delante, te diría un par de cosas…

Jasim enarcó una ceja.

– ¿Te crees que me importa lo que pienses después de haberte ido el día de nuestra boda? -le espetó Jasim.

Elinor se rió con amargura.

– ¿Boda? ¿Qué boda? Todo aquello fue una farsa, empezando por el supuesto interés que sentías por mí…

– ¿Por qué dices eso?

– Sami, para -le indicó Elinor a su hijo al ver que estaba tirando a su padre del pelo.

– Déjalo. Puede hacer lo que quiera -intervino Jasim.