Выбрать главу

– ¿Como haces tú? -contestó Elinor molesta-. La mujer de tu hermano va a verte para contarte una absurda historia de que la niñera está flirteando con su marido y tú te prestas a seducirme -lo condenó con voz trémula-. ¿Cómo te atreviste a utilizarme así? Tú no eres un hombre de verdad. ¿Cómo pudiste caer tan bajo?

Jasim apretó los dientes y la miró enfadado.

– Así que aquel día oíste lo que dijo Yaminah. Todo este tiempo he supuesto que podía haber sucedido algo así.

– De todas formas, me habría ido -contestó Elinor-. No podía soportar cómo me tratabas. ¡Tengo dignidad y no quería estar casada con un mentiroso!

Jasim no podía tolerar semejante comportamiento.

– ¡Silencio! -exclamó con desdén-. ¡No te voy a tolerar que me hables así!

El silencio que, efectivamente, se hizo a continuación fue interrumpido por los sollozos de Sami, que había detectado la tensión que había entre aquellos dos adultos y quería irse con su madre, a la que estaba tendiendo los bracitos.

– ¡Mira lo que has hecho! -se indignó Elinor furiosa-. Lo has asustado.

– Has sido tú, que no tienes educación ni manera -se defendió el príncipe.

– ¿Maneras? -se burló Elinor-. ¿Cómo puedes hablar de maneras después de lo que me hiciste?

– Basta -cortó Jasim-. Nos vemos esta tarde a las siete en mi casa. Irá un coche a recogerte.

– No te molestes. No pienso ir -contestó Elinor comprendiendo que Jasim sabía perfectamente dónde vivía.

– Eres mi mujer -siseó Jasim apretando los dientes.

– ¿Seguimos estando casados? -se sorprendió Elinor.

– Por supuesto que seguimos estando casados -contestó Jasim acercándose a ella-. Y quiero que mi esposa y mi hijo vuelvan conmigo.

– Ni lo sueñes -contestó Elinor algo confusa.

¿Por qué le pedía aquello? Evidentemente, porque quería a Sami.

Jasim la estaba mirando desde muy cerca con sus inmensos ojos y Elinor sintió que se quedaba sin aliento y que se le aceleraba el corazón. Los recuerdos de la noche que habían pasado juntos la asaltaron. Al instante, revivió las caricias de sus manos, de su cuerpo bronceado y perfecto, de su éxtasis apasionado y de su urgencia inagotable.

Elinor sintió que se le encendían las mejillas y se le endurecían los pezones al tiempo que tenía la sensación de que le corría miel caliente entre las piernas.

Jasim había percibido la tensión sexual y estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no tocarla.

– Creo que también voy a disfrutar de la noche de bodas que me negaste -murmuró con voz grave.

Elinor cerró los ojos. Aunque lo deseaba profundamente, no quería que él se diera cuenta.

– Ni lo sueñes -le dijo.

Jasim se rió con desdén.

– Eres mi mujer -le recordó.

– Espero que por poco tiempo -contestó ella, saliendo del despacho.

Jasim observó cómo llevaba a Sami de vuelta a su sillita, lo ataba y se iba mientras uno de sus ayudantes le comentaba algo.

Elinor volvió a su mesa de trabajo muy alterada y al borde de las lágrimas. La repentina aparición de Jasim la había sorprendido sobremanera y no quería ni imaginarse cómo iba a afectar a su vida y a la de su hijo.

Quisiera o no, era evidente que iba a tener que compartir a su hijo con él, lo que no le iba a resultar fácil porque odiaba a Jasim bin Hamid al Rais por cómo la había tratado, por haber pensado de ella que era tan casquivana como para flirtear con su hermano delante de su esposa, lo que, por otra parte, era completamente ridículo porque, excepto la primera vez que se habían visto, el príncipe Murad y ella no habían vuelto a estar solos jamás. Siempre que habían hablado lo habían hecho en presencia de Zahrah o de otros miembros del personal de servicio.

Cuando al terminar su jornada laboral fue a recoger a Sami, se quedó boquiabierta al ver dos guardaespaldas en la puerta de la guardería. Olivia se acercó a ella para explicarle que el príncipe Jasim así lo había ordenado.

– Además, me ha pedido que no le diga a nadie nada de lo que he visto y escuchado y, por supuesto, no pienso abrir la boca. No quiero perder mi trabajo.

– Seguro que es sólo durante un tiempo -contestó Elinor refiriéndose a los guardaespaldas con una seguridad que no sentía.

Acto seguido, los dos guardaespaldas en cuestión la siguieron hasta la calle y le indicaron que había un coche esperándola. Elinor no quiso discutir y permitió que la llevaran a casa, pero lo cierto era que le hubiera gustado salir corriendo, huir de Jasim, que tantas restricciones y límites le estaba poniendo.

– Vaya, qué pronto llegas -comentó Alissa al verla entrar.

Elinor no pudo aguantar más y se puso a llorar a lágrima viva. No había dado muestras de flaqueza desde que conocía a sus amigas. No se había permitido llorar después de enterarse de que su boda había sido una farsa, ni cuando había tenido que luchar para construirse una nueva vida, ni tan siquiera cuando había dado a luz sola.

Pero ahora Jasim había aparecido de repente y el mundo se había vuelto un lugar inhóspito y amenazador.

– ¿Qué te pasa? Esto no es propio de ti -murmuró Alissa mientras Lindy entraba por la puerta y se encontraba aquel panorama.

Así que Elinor se lo contó todo, les habló de cómo había sido concebido Sami y de la boda secreta que le había roto el corazón y le había destrozado la autoestima.

– ¿Entonces el padre de Sami es tu marido? ¿Y es un príncipe? ¿Sami también es príncipe? -le preguntó Alissa.

– No lo sé -contestó Elinor-. Lo único que sé es que no puedo volvérmelo a llevar. No sería justo para él.

– Pues claro que no te vas a ir. No te dejes llevar por el pánico -comentó Lindy.

– Me quiero divorciar. ¡Yo creía que Jasim se habría encargado hace tiempo de que estuviéramos divorciados! -exclamó resentida.

– Díselo esta noche -le aconsejó Lindy.

– ¿Y por qué no te lo piensas un poco? -le preguntó Alissa-. Por el bien de Sami. Os casasteis por él, ¿no?

Elinor palideció.

– Sí, pero todo cambió cuando oí a Jasim hablando con Yaminah…

– Por lo que nos has contado, lo único que oíste fue a Yaminah quejándose y lo que dijo bien podrían ser tonterías -insistió Alissa-. ¿No te parece bastante improbable que Jasim sólo quisiera seducirte?

– Elinor, eres una mujer muy guapa. Estoy segura de que Jasim se sintió atraído por ti de manera natural y la relación se truncó cuando te quedaste embarazada sin haberlo programado, pues apenas os conocíais. A partir de ese momento, tuvisteis que olvidaros de vosotros como pareja y concentraros en el hijo que iba a nacer. Digas lo que digas, creo que Jasim hizo lo correcto.

Elinor se rió con desdén.

– No entendéis nada. Veis las cosas de manera muy diferente a mí.

– Pues claro -sonrió Lindy-. Lo vemos desde fuera. No estamos personalmente involucradas y somos más objetivas. De verdad, creo que Jasim se merecía una oportunidad.

Elinor no quería ni oír hablar de aquella posibilidad. Además, Lindy siempre se empeñaba en ver lo mejor de la gente y en sacar lo positivo de todas las situaciones.

– Creo que deberías tener en cuenta que no te casaste con un hombre cualquiera, sino con un príncipe y, por ello, entraste a formar parte de una familia real inmensamente rica. Eso quiere decir que Sami no es un niño normal y corriente. Es un heredero al trono y no puedes negarle ese futuro.

Después de aquella conversación, Elinor tuvo mucho en lo que pensar. Sus amigas veían las cosas de manera muy diferente a como las veía ella. A lo mejor se había lamido las heridas en silencio durante demasiado tiempo y durante ese tiempo se había amargado y se había llenado de resentimiento y de odio.

¿Habría sido la suya una reacción exagerada al irse después de la boda? Quizás tendría que haber hablado con Jasim primero y dejar que se explicara.