– ¿Por qué quieres que me lo ponga?
– Porque es el anillo que siempre lleva la mujer del príncipe heredero -le había explicado Jasim.
– Pues tu hermano no se lo dio a su mujer.
– No, y debería haberlo hecho. Yaminah tenía derecho a tenerlo.
– Sigues sin creer lo que te conté de Murad y mi madre, ¿verdad?
– Ya hablaré con mi padre sobre ello para que me lo confirme… si es verdad, claro -había contestado Jasim-. Tu padre no quiso hablar del tema.
– ¿Mi padre? -se sorprendió Elinor-. ¿Desde cuándo conoces tú a mi padre?
– Fui a verlo cuando desapareciste -contestó Jasim, recordando la obsesiva pulcritud de la casa del catedrático y la ausencia total de fotografías de su única hija-. Me dijo que se pondría en contacto conmigo si sabía algo de ti.
– Mi padre jamás reconocería que su mujer había tenido una relación amorosa con uno de sus alumnos antes de casarse con él. ¿Te dijo también lo mala estudiante que era yo?
Jasim se quedó helado.
– No…
– Suele contárselo a todo el mundo.
– Quiero que sepas que me preocupé mucho cuando desapareciste. Mis hombres se pusieron en contacto con todas las agencias de cuidadoras infantiles que encontraron.
– Dejé ese trabajo durante el embarazo y me puse a hacer un curso de auxiliar administrativo para después y me ha venido muy bien. La verdad es que tuve suerte en lo profesional. También en el aspecto personal, pues conocía a Alissa y a Lindy y nos hemos hecho muy amigas.
– Me alegro de que estuvieran a tu lado… yo también lo habría estado si me hubieras dejado.
En aquel momento, el avión tomó tierra y Elinor se percató de que había una muchedumbre esperándolos.
– Nuestra llegada es todo un acontecimiento -le explicó Jasim-. Todo el mundo quiere conocer a Sami. Cuando murió mi hermano la monarquía de Quaram se quedó sin sucesor. Ahora eso está asegurado con nuestro hijo y eso es muy importante para mi pueblo.
Al bajar, una banda militar interpretó el himno nacional y los saludó con solemnidad, los dignatarios se acercaron a darles la bienvenida y los acompañaron a la limusina oficial que habría de conducirlos al palacio real.
Por las calles por las que iban avanzando había gente saludándolos. Elinor se fijó en los edificios de estilo occidental, mezclados con los más tradicionales, y se dijo que aquel lugar era mucho más moderno de lo que había esperado.
El palacio resultó ser una mole de mármol blanco que, según le explicó Jasim, había sido diseñado por un arquitecto famoso para Murad. A él, personalmente, no le gustaba mucho, pero allí era donde iban a vivir.
Cuando lo limusina se paró, Jasim tomó a Sami en brazos para que Elinor pudiera bajar con más facilidad. Fuera, los esperaba todo el personal de servicio. Nada más bajar del vehículo, Elinor sintió un calor aplastante que hizo que el sudor bañara su delicada piel.
Estaba incómoda porque se le pegaba la ropa al cuerpo a causa del calor y le faltaba la respiración de los nervios de ir a conocer al rey Akil, así que agradeció el aire acondicionado que había dentro del edificio.
Quería terminar con aquello cuanto antes. Sabía que era la mujer extranjera que se había casado con el ahora príncipe heredero porque se había quedado embarazada.
¿Cómo la recibiría el rey Akil?
La guardia real los acompañó hasta la sala de reuniones del monarca. Una vez ante él, Elinor se sorprendió al verlo recostado en un diván. Se trataba de un hombre muy mayor y muy enfermo. Tenía el pelo cano, estaba muy delgado y parecía muy débil.
Tras los saludos protocolarios, Jasim acercó a Sami a su padre.
– Es un niño de ojos muy vivos -comentó el rey, mirando a Elinor con aprobación-. Además, le pusiste el nombre de mi bisabuelo. Una elección muy buena. Tienes un gusto exquisito.
Elinor se sonrojó ante aquel inesperado cumplido. Lo cierto era que había elegido el nombre de su hijo después de haber visitado la página web de Quaram y haber descubierto que su antepasado había sido un hombre bueno y sencillo que había logrado que las diferentes tribus que poblaban sus territorios hicieran las paces. Además, en inglés, Sami era un nombre fácil.
Tras aquel comentario, el rey se puso a hablar en su idioma con su hijo. Jasim se puso tenso y nervioso. Era evidente porque estaba apretando las mandíbulas y los puños, como si se estuviera conteniendo. De repente, un criado se ofreció para acompañar a Elinor y a Sami a sus aposentos.
Aunque sentía curiosidad, Elinor agradeció el poder salir de aquella estancia en la que había quedado más que patente que la relación entre padre e hijo no era buena. ¿Por qué se llevarían así? ¡Pues por qué iba a ser! ¡Jasim se había casado con una extranjera desconocida sin permiso de su padre!
Evidentemente, estaban discutiendo por su culpa.
En aquel momento, Elinor se fijó en que una joven de belleza cautivadora se dirigía hacia ella. Iba ataviada con un vestido en blanco y negro exquisito y lucía un broche de esmeraldas que a Elinor se le antojó excesivo para aquella hora del día.
Al llegar a su lado, se paró para admirar a Sami.
– Tienes un hijo adorable -le dijo-. Soy Laila, la prima de Jasim. Me han pedido que te ayude a instalarte
– Gracias -contestó Elinor-. Acabo de llegar y no conozco nada -añadió, admirando la melena negra y lustrosa y los labios carnosos y rojos de Laila.
– Ya me imagino -contestó la prima de Jasim, guiándola por un pasillo-. Supongo que no te hará ninguna gracia la idea de todas las restricciones que vas a vivir a partir de ahora.
– La verdad es que no me han informado de ninguna.
– Ser miembro de la familia real tiene muchas cosas buenas, pero también te obliga a llevar una vida muy aburrida -se quejó la joven-. En Londres, hago lo que me da la gana, pero aquí…
Elinor no quería hablar de cosas así y cambió de tema.
– Supongo que la muerte de Murad debió de ser un golpe muy fuerte para la familia.
– El pueblo quiere más a Jasim. Murad tenía gustos muy extravagantes que podían resultar ofensivos y no gozaba de buena fama. El pequeño y tú sois la joya de la corona de Jasim, la guinda del pastel. Tener un hijo tan rápidamente es una bendición. Estamos todos encantados. Enhorabuena.
– No sabía que Sami fuera tan importante…
– Es importante para la familia y para el país. De hecho, te van a entrevistar a ti y le van a hacer un reportaje fotográfico a él. Nunca antes se había hecho algo así en la familia real.
Elinor no tenía ni idea de todo aquello y temía que la situación la sobrepasara, pero guardó silencio.
– Ésta es la habitación de Sami -anunció Laila, entrando en una preciosa estancia llena de juguetes-. No te los voy a presentar porque no hablan inglés -añadió refiriéndose a los seis criados alineados junto a la pared que habían inclinado la cabeza al verlas aparecer-. Deja a Sami con ellos mientras te enseño el resto de tus dependencias.
Elinor tragó saliva. No le gustaba que aquellas personas a las que no conocía de nada cuidaran de su hijo.
– Venga, que no pasa nada, lo van a tratar muy bien -la urgió Laila con impaciencia-. Después de Jasim, Sami es la persona más importante de palacio.
– ¿No te olvidas del rey? -le preguntó Elinor mientras volvían a salir al pasillo.
– Mi tío está teniendo una larga vida porque es muy fuerte de carácter, pero la enfermedad lo está venciendo y, de hecho, Jasim se ocupa ya de muchas de sus responsabilidades.
Elinor sabía que el monarca estaba delicado de salud, pero no que estuviera tan grave. Eso quería decir que, en breve, Jasim tendría que asumir el trono y ella con él.
Elinor volvió a tragar saliva.
Laila la condujo a través de un patio ajardinado hacia un edificio construido aparte. Al llegar, le dijo algo a un criado.
– Aquí es donde vais a vivir mi primo y tú -la informó.