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Elinor estaba impresionada por el rumbo que habían tomado las cosas y le habría gustado poder hablar más tranquilamente de ello con Jasim, pero Laila eligió aquel preciso instante para aparecer.

Llevaba un precioso vestido azul de fiesta y, tras dirigir una breve mirada de saludo a Elinor, agarró a Jasim del brazo y se puso a hablar en voz baja con él. Jasim se rió un par de veces. Era evidente que se llevaban muy bien.

Aquello hizo que Elinor apretara los dientes.

– Te llevas muy bien con tu prima -comentó cuando la aludida se alejó.

– Crecimos juntos -contestó Jasim-. Me ha dicho que espera que la perdones por la broma de ayer.

– Fue una broma de muy mal gusto -contestó Elinor indignada.

No le hacía ninguna gracia que la otra mujer consiguiera librarse de una reprimenda tan fácilmente.

– Laila siempre ha sido muy bromista y la verdad es que a ti parece fácil engañarte. ¿Siempre te lo crees todo por raro que parezca?

Elinor se sonrojó y tuvo que morderse la lengua para no contestar enfadada.

– Sabía que se había comportado de manera demasiado crédula.

– Te recuerdo que anoche tú también te lo tomaste en serio -comentó.

Jasim asintió.

Poco después, se sentaron a la cabecera de la mesa para presidir el banquete nupcial.

– ¿Es verdad que tu padre quería que te casaras con Laila? -le preguntó Elinor incapaz de reprimir la curiosidad-. ¿Te planteaste alguna vez hacerlo?

– Claro que sí. En muchos aspectos, habría sido la esposa perfecta, pero yo tenía veintiséis años en aquel entonces y, aunque Laila siempre me ha parecido muy atractiva, no quería casarme ni con ella ni con nadie.

Perfecta y muy atractiva. Era evidente que Jasim apreciaba los encantos de su prima y aquello le recordó que se había casado con ella única y exclusivamente porque se había quedado embarazada.

Mientras ella se debatía con aquella amarga idea, la celebración siguió su curso. Mientras comían, se recitaron poemas y se tocaron piezas musicales. También hubo danzas tradicionales con espadas y látigos.

Al atardecer, salieron al balcón a ver los fuegos artificiales. En mitad del espectáculo, Jasim agarró a Elinor de la mano y se la llevó.

– Nos vamos… -le dijo acariciándole la mejilla y apartándole un mechón de pelo.

Elinor lo miró a los ojos con deseo y Jasim se apretó contra ella.

– Hoy me estás tratando de manera muy diferente -murmuró Elinor-. ¿Por qué?

– Te ofrecí empezar de cero por tu bien y por el de Sami y no supe cumplir con mi promesa. No quiero destrozar nuestro matrimonio. A veces, soy mi peor enemigo.

– Y el mío.

– Eso se ha acabado -le aseguró Jasim conduciéndola hacia el ascensor e informándola de que su equipaje ya estaba cargado en el helicóptero que los estaba esperando.

– ¿Y Sami? -preguntó Elinor.

– Se reunirá con nosotros mañana por la mañana.

– ¿Por qué no nos lo podemos llevar ahora?

– Mi padre me ha pedido que no viajemos juntos… por si tenemos un accidente… -le explicó Jasim.

Elinor se estremeció ante aquella idea, pero comprendió que el rey tenía razón.

– ¿Te lo has pasado bien? -le preguntó Jasim.

– Sí, pero me ha extrañado que todo fuera tan occidental.

– Es que las bodas más elegantes de Quaram son las de estilo occidental -contestó Jasim, tomándola en brazos de repente para subirla al helicóptero.

– ¡No me has dicho a dónde vamos! -exclamó Elinor entre risas.

– A una preciosa villa en el golfo Pérsico. Era de Murad. Yaminah me pidió que me quedara con todas sus propiedades aquí, pues ha vuelto a Francia con su familia.

– ¿Qué tal están la niña y ella?

– Muy bien. Tengo entendido que Yaminah tiene un pretendiente y Zahrah siempre estuvo muy unida a sus abuelos maternos.

– La vida sigue -comentó Elinor encantada de que Yaminah pudiera volver a encontrar la felicidad.

– La nuestra no ha hecho más que comenzar, aziz.

Elinor no se podía creer lo que estaba oyendo y se dijo que no debía dejarse llevar por la emoción. Era evidente que Jasim estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en su mano para que su matrimonio marchara bien porque no quería un divorcio, pero debía tener muy presente que jamás le daría el amor que ella deseaba en secreto.

Cuando llegaron a su destino, Jasim volvió a tomarla en brazos para entrar en la villa.

– No hace falta que hagas este tipo de cosas -protestó Elinor-. Sé que nuestro matrimonio es de mentira. Deja de fingir.

– Eso no es cierto. No estoy fingiendo -contestó Jasim dejándola en el suelo.

– Mira, no quiero que volvamos a discutir, pero quiero que sepas que tengo muy claro que tú no te casaste conmigo por voluntad propia, sino porque me quedé embarazada, y que mostraste interés por mí solamente porque creías que tu hermano…

Jasim la hizo callar poniéndole un dedo sobre los labios.

– Deja ya eso -le dijo-. Es nuestra noche de bodas.

– Ya lo sé, pero los hechos son los hechos -insistió Elinor, entrando en un dormitorio inmenso lleno de flores.

– Mira que eres cabezota… -se lamentó Jasim-. Para que lo sepas, tu versión de la historia no es la mía.

Elinor lo miró sorprendida.

– ¿Qué quieres decir con eso?

– La primera vez que te vi, aunque me habían hablado mal de ti y estabas un poco bebida, me pareciste la mujer más guapa del mundo -confesó-. Aunque nunca me he sentido especialmente atraído por las pelirrojas, me encanta tu pelo -añadió, acariciándoselo-. Me encanta tu pelo -repitió con voz grave mientras le acariciaba la mejilla, el cuello y el escote-. Te deseé desde el primer momento con una fuerza que nunca había sentido. Aquella reacción no tuvo nada que ver con nada que nadie me hubiera dicho. Me la produjiste tú y sólo tú…

– Si eso es cierto…

– Es cierto. Por supuesto, esa atracción no me hizo ninguna gracia. Yo no me quería sentir atraído por ti.

Elinor había pasado de sentirse como el premio de consolación a sentirse la mujer más deseable del mundo. No dudaba de la sinceridad de Jasim. Era evidente que la deseaba. Sin dudarlo, Elinor le quitó la chaqueta y comenzó a desabrocharle la corbata.

Jasim se rió.

– Veo que sabes lo que quieres -comentó.

Lo quería a él. Por primera vez en más de un año, lo deseaba sin sentirse culpable ni avergonzada por ello. Y también sabía sin ningún género de dudas que él también la deseaba. Tal vez, fuera un detalle sin importancia, pero a ella la llenó de paz.

Elinor le abrió la camisa y le acarició el torso. A Jasim se le aceleró la respiración cuando Elinor deslizó las manos hacia la cinturilla del pantalón y, con mano firme, él llevó una de las manos de ella a su entrepierna para que sintiera su erección.

– Esta noche va a ser una noche de placer inigualable -le prometió dándole la vuelta para desabrocharle el vestido.

Elinor se sintió más expuesta que nunca cuando quedó en ropa interior.

– Eres la mujer más bella que he visto en la vida -comentó Jasim-. Tienes unos pechos preciosos -añadió desabrochándole el sujetador y acariciándole los senos.

Tras tomarlos en las palmas de las manos, tumbó a Elinor sobre la cama y comenzó a chupárselos. Mientras la acariciaba con las manos y con la boca, Elinor fue sintiendo que la parte interna de los muslos comenzaba a quemarle. Jasim continuó jugando con sus pezones hasta convertirlos en dos piedras y conseguir que Elinor despegara la pelvis del colchón y se apretara contra é1.

Entonces, se irguió y terminó de desnudarse.

Elinor lo observó encantada, disfrutando de su glorioso cuerpo y de su gran erección. Jasim se tumbó junto a ella en la cama y Elinor deslizó la mano con mucha naturalidad entre sus piernas y comenzó a tocarlo como hacía mucho tiempo que quería hacerlo. Aquello la excitó todavía más. Jasim se estremeció y murmuró su nombre y Elinor se dejó llevar hasta encontrarse lamiendo con fruición su glande.