– ¿Intentaste verla?
– No. Ni yo intenté ponerme en contacto con ella ni ella intentó ponerse en contacto conmigo. Sé que se casó varias veces más, que no tuvo más hijos y que murió hace unos años. La verdad es que, a pesar de todo, le agradezco que me diera la vida. Mi padre no podía soportar tenerme cerca porque era hijo de la mujer que lo había humillado delante de todo el país, así que me mandó a estudiar a una academia militar en el extranjero.
– ¡Qué cruel!
– Una vez me dijo que tenía miedo de que hubiera heredado la falta de moral de mi madre. Sin embargo, algunos años después me enteré de que, en realidad, me rechazaba porque temía que no fuera hijo suyo. De hecho, me hicieron pruebas de ADN sin que yo me enterara en cuanto se inventaron esas pruebas.
Elinor negó con la cabeza.
– ¿Cómo no vio que te pareces mucho a él?
– El parecido físico no es suficiente para un hombre al que le reconcome el rencor.
– ¡Así que te castigó a ti! ¡Pagaste tú por tu madre!
Jasim se encogió de hombros.
– Aunque así fuera, no lo hizo con intención. Él también fue una víctima de la situación. Mi padre no es un hombre vengativo. La amarga separación de mis padres me pilló en medio y yo pagué los platos rotos, es cierto, pero el pasado no se puede cambiar.
Aquella tarde, cuando el rey Akil fue a visitar a Sami por tercera vez, Elinor tuvo la sensación de que intentaba tender puentes hacia su único hijo con vida. Por desgracia, era demasiado mayor como para saber cómo hacerlo y Jasim estaba demasiado acostumbrado a mantener las distancias como para que se produjera un acercamiento.
Elinor estaba consternada por lo que Jasim le había contado. Aquello de que hubiera crecido sin el cariño de ninguno de sus progenitores en un colegio extranjero al que lo habían mandado para que se hiciera fuerte explicaba en gran medida los continuos cuidados y mimos que le prodigaba a Sami.
Elinor se preguntaba si habría estado enamorado alguna vez y si sabría siquiera lo que era el amor. Lo cierto era que no tenía motivos para confiar su amor a una mujer.
Iba a ser difícil conquistar su corazón.
Por las tardes hacía mucho calor y Elinor se echaba una siesta. Aquel día, se estaba desnudando para acostarse cuando Jasim entró en el dormitorio.
– Te venía a preguntar si te apetecía que fuéramos a nadar un rato -comentó mirándola con deseo, pues Elinor no llevaba puesto más que un conjunto de lencería en color turquesa-, pero, ahora que lo pienso, podrías quemarte y la verdad es que prefiero quemarte yo con mi pasión.
Dicho aquello, se puso a su espalda y le desabrochó el sujetador. Le tomó los pechos en las manos para jugar con sus pezones. Elinor sintió que la excitación se apoderaba de ella e iba en aumento cuando Jasim le apartó el pelo de la nuca y comenzó a besarla por el cuello.
Gimió y jadeó cuando Jasim deslizó una mano entre sus piernas y comenzó a masturbarla. Elinor sintió que la tela de las braguitas se humedecía. Jasim se las quitó con impaciencia, la tumbó en la cama y le separó las piernas.
Temblorosa y ansiosa, oyó cómo se bajaba la cremallera de los vaqueros y sintió su falo caliente introduciéndose en su cuerpo.
– Eres perfecta para mí, aziz -le dijo acariciándole los pechos mientras la penetraba.
La pasión entre ellos era intensa y Elinor sintió que la invadían oleadas de placer y se dejó llevar, gritando, hasta el orgasmo.
Jasim la tomó en brazos y la acurrucó contra su cuerpo.
– Ha sido increíble -comentó Elinor.
– Contigo siempre lo es -sonrió Jasim, dándose la vuelta para sacar algo de un bolsillo de los vaqueros.
A continuación, le entregó una cajita de terciopelo.
Al abrirla, se encontró con un precioso anillo de esmeraldas.
– Me recuerdan el color de tus ojos -le dijo Jasim sacando la joya de su estuche y poniéndosela-. Tenemos que aprovechar la última semana que nos queda aquí. Cuando volvamos, voy a estar muy ocupado.
Mientras admiraba el anillo, Elinor se dio cuenta de que Jasim había bajado la guardia, de que confiaba en ella. Le entraron unas ganas irreprimibles de decirle que lo quería, pero no lo hizo porque no quería que se sintiera incómodo y porque temía no ser correspondida, así que se limitó a permanecer arrebujada entre sus brazos, disfrutando del momento.
Un día antes de irse, Jasim estuvo recogiendo viejos papeles de su hermano, documentos y algunos libros. Había dos helicópteros fuera esperándolos para llevarlos de regreso a Muscar.
Uno de los pilotos había enfermado, pero Jasim anunció que llevaría él su helicóptero.
– No me mires así, tranquila -le dijo a Elinor-. Estudié en las fuerzas aéreas y estoy cualificado.
Elinor asintió y se dirigió al otro aparato en compañía de Sami. Mientras le ponía el cinturón de seguridad a su hijo, vio que un criado se tropezaba y caía al suelo con una caja.
Jasim, que todavía estaba fuera, ayudó al hombre a levantarse y recogió lo que se había caído. Al hacerlo, vio una fotografía de su hermano, muy joven con una chica rubia y menuda vestida de fiesta. La chica tenía una sonrisa encantadora y se parecía mucho a cierta persona que él conocía bien.
Junto a la fotografía había una carta escrita en inglés. Jasim comenzó a leerla y pronto se sintió invadido por un profundo sentimiento de culpa.
Capítulo 10
¡Supongo que te habrás muerto de aburrimiento un mes entero rodeada de arena de playa y arena de desierto! -exclamó Laila con una gran sonrisa mientras su madre, Mouna, tomaba el té con Elinor.
– Laila, por favor -la reprendió su madre.
– Lo digo porque en el desierto no hay tiendas y tengo entendido que a las inglesas os encanta ir de compras.
– No todas las inglesas somos iguales -contestó Elinor-. Me gusta la moda, pero me aburre mucho ir de tiendas. Me lo he pasado muy bien en el desierto.
– Todas nos los pasaríamos muy bien en el desierto en compañía de Jasim -opinó Laila, bajando la voz para que su madre no la oyera.
– Tienes razón -sonrió Elinor tomando a Sami en brazos-. Ha sido un guía estupendo. Me lo ha enseñado todo.
– Tengo entendido que te han pedido que inaugures un nuevo hotel de lujo y que a Jasim le ha parecido bien.
Elinor le limpió las manos a Sami, que se había comido una galleta, mientras ganaba tiempo y ocultaba su sorpresa, pues no sabía nada de aquello.
Hasta que Laila se había presentado de manera imprevista, había estado deseando que Jasim volviera a casa, luego había pasado a desear que Laila se fuera para que no coincidieran y ahora se preguntaba qué le habría ocurrido a su marido que llegaba tan tarde.
– A ver si ahora va a resultar que te conviertes en la estrella protagonista de los medios de comunicación -comentó Laila sin poder ocultar su envidia.
– Alteza -dijo Zaid desde la puerta-, el rey quiere veros.
Visiblemente sorprendida por aquel anuncio, Elinor se puso en pie y le entregó a Sami a su niñera.
Mientras seguía a Zaid a las estancias del rey, Elinor se preguntó qué querría tratar el monarca con ella a solas. ¿Tendría algo que ver con el asunto del hotel que acababa de mencionar Laila? No creía, pues eso seguramente se lo diría el propio Jasim.
Entonces, ¿habría hecho o dicho algo inconveniente y el rey aprovechaba la ausencia de su hijo para reprenderla?
El rey estaba sentado en la sala de audiencias donde solía recibir a todo el mundo. En cuanto lo vio, lívido, Elinor supo que algo había ocurrido y se olvidó del protocolo.
– ¿Qué ha pasado? -le preguntó.
El rey le hizo una señal con la mano para que se sentara a su lado. Elinor así lo hizo.
– Jasim ha tenido que hacer un aterrizaje forzoso. En estos momentos, los servicios de emergencias están buscando el lugar exacto.