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– ¿Les ha dicho que nos traigan algo de comer aquí? -preguntó Elinor pasmada.

– Sí, ¿por qué no? -contestó Jasim como si fuera la cosa más natural del mundo que a uno le sirvieran la comida en mitad del campo cuando se le antojara.

El personal de servicio colocó una preciosa alfombra sobre la hierba y encima fue dejando bebida fría y caliente, una vajilla de porcelana, copas de cristal y comida. Elinor se quedó con la boca abierta.

Jasim sólo bebió agua. Mientras lo hacía, Elinor se recreó en su belleza, en su piel bronceada y en su pelo negro y brillante. Sintió que no le llegaba el aire a los pulmones. Con su elegancia y gracia habitual, Jasim se sentó y apoyó la espalda en el tronco de un árbol mientras Elinor se sentaba también y se tomaba un café.

– Ahora ya puede contarme por qué fue tan desastroso su cumpleaños -comentó el príncipe.

– Hubiera preferido que olvidara ese comentario -contestó Elinor.

Jasim sonrió y Elinor sintió que el corazón le daba un vuelco. Aun así, con el corazón latiéndole aceleradamente, se obligó a contarle lo que había ocurrido en la discoteca.

– La verdad es que nunca me han gustado demasiado las discotecas -concluyó-. Su hermano fue muy generoso, pero pasé un rato horrible. Casi siempre soy mucho más alta que los hombres que van por allí…

– Puede, pero eres perfecta para mí -la interrumpió Jasim.

Elinor enrojeció de pies a cabeza.

– Ser tan alta es horrible.

– A ver. Ponte de pie -le dijo Jasim, tendiéndole la mano.

Elinor dejó la taza en el platito con manos temblorosas y aceptó la mano para ponerse en pie. Al hacerlo, sus ojos se encontraron con los de Jasim, que la miraron intensamente. Elinor tuvo que apoyarse en el árbol porque las rodillas le flaqueaban.

– Tienes unas piernas preciosas -añadió Jasim, apartándole un mechón de pelo-. Además de un pelo increíble y de una boca muy tentadora… he querido besarte desde que te vi por primera vez -concluyó bajando la mirada hasta los carnosos labios de Elinor.

– Pero si te enfadaste mucho conmigo -le contradijo ella.

– Aun así, me moría por saber a qué saben tus labios -insistió Jasim.

Lo tenía muy cerca, tan cerca, que no podía moverse ni respirar con normalidad. Jasim acabó por inclinarse sobre ella para satisfacer su curiosidad.

Hacía meses que no la besaban y nunca la habían besado así, con tanta pasión. Elinor sintió la lengua de Jasim abriéndose paso hacia el interior de su boca y le permitió el acceso. Al instante, sintió una punzada mezcla de dolor y placer entre las piernas y los pezones se le endurecieron como piedras. Tuvo que agarrarse a los hombros de Jasim para no perder el equilibrio, momento que el príncipe aprovechó para apretarse contra ella y hacerle notar la erección que le provocaba.

Elinor estaba descubriendo lo que era excitar a un hombre y estaba anonadada por la fuerza del momento. De repente, esa fuerza le hizo recuperar la cordura y apartarse.

– Lo siento, esto no está bien -se disculpó llevándose la mano a la boca como si no se pudiera creer lo que había hecho.

Jasim la miró sorprendido ante su rechazo, pero pronto comprendió que aquello también formaba parte del plan. Aquella mujer era realmente experimentada. No había nada más atractivo que un pequeño bocado de la fruta prohibida. Él también prefería las cosas un poco difíciles y no las rendiciones rápidas.

– ¿Por qué?

– Porque trabajo para tu familia y somos de mundos completamente diferentes. ¿Cuántas razones necesitas?

Jasim decidió entrar a matar.

– Te encuentro muy atractiva y no tengo problemas con que seamos de mundos diferentes. Mi tatarabuelo era un hombre muy pobre cuando subió al trono. He estado con muchas mujeres, pero nunca he sentido por ninguna lo que siento por ti. Quiero que exploremos lo que hay entre nosotros.

Elinor se encontraba atrapada por sus ojos. Quería creer desesperadamente en lo que le estaba diciendo, pero tenía miedo de sufrir como su madre.

– No creo que a tu hermano le hiciera gracia y no quiero perder mi trabajo -comentó.

Jasim decidió arriesgarse.

– Te prometo que no saldrás dañada -le dijo, poniéndole las manos sobre los hombros.

Mientras volvían a las cuadras, Jasim fue haciendo comentarios sobre los caballos mientras aquella promesa reverberaba por todas y cada una de las células de Elinor. Sabía que se estaba arriesgando, que no era más que una plebeya, pero todavía sentía el beso de Jasim en los labios.

Cuando llegaron, Jasim insistió en llevarla a casa y Elinor aceptó encantada. Aquella tarde de sábado, llevó a Zahrah al cine, le dio la cena en casa y la acostó pronto. Una vez sola, se dio cuenta de que estaba demasiado nerviosa como para conciliar el sueño, así que se puso el bañador y se dirigió a la piscina cubierta.

Jasim salió del ascensor y se quedó estupefacto. Elinor lo estaba esperando en la bañera de hidromasaje que había junto a la piscina cubierta. Desde luego, aquella chica no perdía el tiempo. Jasim se quedó mirándola cuando se deslizó desde la bañera de hidromasaje hasta la piscina principal, que estaban conectadas.

Llevaba un bañador que apenas cubría su maravilloso cuerpo. Tenía un trasero estupendo, pero a Jasim le molestaba que le gustara tanto.

Por supuesto, cuando Elinor hizo como si se sorprendiera de verlo allí, él no creyó ni por un momento que la sorpresa fuera cierta. ¡Qué actriz tan estupenda! ¿Con cuántos hombres habría utilizado sus armas de mujer? Nadie mejor que Jasim sabía que, cuando una mujer ha conseguido que un hombre la desee, puede convencerle prácticamente de todo. Al recordar su propia experiencia, notó un regusto a bilis en la garganta.

En cuanto Jasim se zambulló en el agua, Elinor se salió de la piscina y se envolvió en una toalla. No quería que el resto del personal de servicio creyera que quería algo con él.

– ¿Te vas? ¿Por qué? -le preguntó el príncipe saliendo por el bordillo y yendo hacia ella.

– Porque me parece lo más sensato -contestó Elinor.

– ¿Ah, sí? ¿Por qué te empeñas en negar la atracción que hay entre nosotros? Tú también me deseas. No te molestes en negarlo -contestó, secándose el pelo con una toalla.

Elinor se sonrojó de pies a cabeza.

– No es suficiente -contestó.

– Esto no ha hecho más que empezar -insistió Jasim, tomándola de la cintura.

Elinor dejó que la volviera a besar, se sumergió en el beso y a aquél le siguieron muchos más, todos igual de apasionados. Llegó un momento en el que Elinor sintió que el cuerpo le temblaba, literalmente, de deseo.

– Éste no es el lugar apropiado -declaró Jasim-. Eres irresistible -añadió tomándola en brazos y conduciéndola al ascensor.

Cuando llegaron a una habitación en la que Elinor no había estado nunca, Jasim la depositó en el suelo junto a la cama y le desabrochó el albornoz, que cayó a sus pies. Elinor lo miró anonadada y Jasim se volvió a sentir tentado por sus labios.

– ¡Esto no puede ser! -exclamó Elinor de repente, dándose cuenta de la gravedad de la situación.

– Por favor… -le suplicó Jasim, tomándola de la mano y llevándosela a su erección para que viera cómo estaba-. No voy a poder dormir…

Elinor estaba encantada de provocar semejante deseo en un hombre y quería explorar el suyo propio, quería que Jasim recorriera su cuerpo y le diera placer. ¿Cuándo la había deseado un hombre así? ¿Y cuándo se había sentido ella tan bien consigo misma?

Elinor lo miró a los ojos y se dijo que siempre había sido cauta, quizás demasiado. ¿Qué tenía de malo desinhibirse una vez en la vida?

A lo mejor, era la primera y última vez en la vida que un hombre le decía que era irresistible…

Capítulo 3

Antes de que le diera tiempo de darse cuenta de lo que estaba haciendo Jasim, le había bajado el bañador, dejando sus senos al descubierto. Cuando los tuvo ante sí, no pudo evitar dejar escapar un sonido masculino de apreciación.