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– Tienes un cuerpo maravilloso -le dijo.

A continuación, tomó los pezones sonrosados entre sus dedos y los acarició con movimientos expertos. Elinor reaccionó sintiendo un calor ardiente entre los muslos. En un abrir y cerrar de ojos, se encontró en territorio desconocido, a expensas del deseo que Jasim había desencadenado en su interior.

Jasim se dio cuenta de que Elinor quería más y él estaba más que dispuesto a dárselo, así que la tumbó sobre la cama bocarriba, le tomó un pezón entre los labios y comenzó a succionar hasta hacerla jadear de placer.

El calor que emanaba del centro del sus piernas estaba aumentando su temperatura corporal y amenazaba con hacerle perder el poco control que le quedaba. Jasim le tocó una sola vez en el centro de su feminidad mientras jugueteaba con sus pechos y su cuerpo reaccionó con tanta fuerza, elevando la pelvis, que Elinor se asustó.

– Estás muy tensa -la censuró Jasim despojándola del bañador por completo y levantándose de la cama para quitarse él el suyo.

Elinor sintió que el miedo y las dudas se apoderaban de ella. ¿Cómo habían llegado hasta allí en tan poco tiempo? Las cosas estaban yendo demasiado deprisa para ella.

Era la primera vez que se iba a acostar con alguien, así que echó un vistazo al cuerpo desnudo de Jasim y lo que vio le pareció desproporcionado, demasiado grande.

¿Estaría haciendo lo correcto o simplemente estaba cometiendo una locura dejándose llevar por la emoción de atraer a un hombre tan guapo?

Jasim miró a la mujer desnuda que tenía ante sí y se dio cuenta de que ninguna otra antes lo había excitado tanto.

Ni siquiera Sophia.

Claro que no pensaba volver a darle ese poder a nadie sobre él. No quería volver a sentirse desvalido.

– Te quiero hacer mía ahora mismo -declaró tumbándose junto a Elinor en la cama.

Estaba impaciente y se estaba olvidando del verdadero motivo que lo había llevado hasta allí: evitar que su hermano tuviera una aventura con ella.

Con sólo mirarlo, Elinor sentía que el corazón le latía desbocado y se le secaba la boca.

– Nunca antes me he sentido así -confesó en un suspiro.

Jasim estaba convencido de que aquella confesión también formaba parte de un plan perfectamente estructurado, así que no comentó nada. Se limitó a apoderarse de la boca de Elinor, que se derritió ante el contacto. Al hacerlo, todas sus terminaciones nerviosas se relajaron y pudo entregarse al momento, a las sensaciones.

Se moría por sentirlo dentro, dándole placer.

Como si le hubiera leído el pensamiento, Jasim comenzó a acariciarle el clítoris. Elinor emitió un grito de júbilo. Los labios vaginales externos estaban hinchados y toda la vulva estaba húmeda y deslizante como la seda, lo que fue conduciendo a los dedos de Jasim hacia la abertura del cuerpo de Elinor. Jasim introdujo el dedo índice y comprobó encantado que el conducto de entrada era estrecho y prieto.

Elinor jadeó y se revolvió. Tal vez, al igual que Sophia, había previsto que un hombre árabe sólo querría a una virgen. Aquello le hizo recordar con amargura que la que estuvo a punto de convertirse en su esposa había pagado una pequeña fortuna para que le restauraran el himen.

– ¿Qué pasa? -le preguntó Elinor al percibir su cambio de actitud.

¿Se habría dado cuenta de su falta de experiencia y aquello no le estaba gustando?

– No pasa nada -contestó Jasim.

– Es la primera vez -admitió Elinor tímidamente-. ¿Te parece un problema?

– ¿Cómo me va a parecer un problema? -contestó Jasim-. Al contrario, es todo un honor -añadió controlando el sarcasmo.

Dicho aquello se colocó entre las piernas de Elinor. La deseaba tanto que le temblaba todo el cuerpo. Cuando introdujo el glande en su cuerpo, se maravilló de la estrechez que encontró. Desesperado por penetrarla, la tomó de los tobillos y le subió las piernas para llegar hasta el fondo.

Al hacerlo, Elinor gritó de dolor.

Jasim se paró en seco. No se le había pasado por la cabeza que la farsa fuese a llegar tan lejos.

– Lo siento -se disculpó Elinor muerta de vergüenza-. Es que me ha dolido… pero no pasa nada…

– Perdón, tendría que haber ido con más cuidado -contestó Jasim, introduciéndose milímetro a milímetro para seguirle el juego.

El dolor fue cediendo y fue siendo reemplazado por la excitación de nuevo con cada caricia y cada movimiento. Elinor le pasó los brazos por el cuello y se maravilló que aquel hombre le estuviera provocando aquellas sensaciones.

El ritmo se fue haciendo cada vez más rápido y las oleadas llegaban cada vez más seguidas hasta que Elinor llegó a un clímax que la dejó desmadejada y saciada.

– Es la primera vez que una mujer me lleva al paraíso -murmuró Jasim mirándola.

Dicho aquello, la envolvió entre sus brazos y Elinor sintió que se le saltaban las lágrimas.

Dejándose llevar por la ternura del momento, le besó en el hombro repetidamente. Aquel hombre hacía que se sintiera especial.

– Debería volver a mi habitación -comentó al cabo de un rato.

– Esta noche eres mía -contestó Jasim dándose cuenta de que era cierto.

Era suya.

Elinor se despertó unas horas después, cuando el sol entraba ya por las ventanas. Había sido una noche muy agitada y, nada más abrir los ojos, la asaltaron los temores.

¿Qué demonios había hecho?

Apenas hacía treinta y seis horas que se conocían y había permitido que el príncipe Jasim le hiciera el amor una y otra vez.

Elinor se giró hacia él y se quedó mirándolo mientras dormía. Era realmente bello y le atraía mucho, lo que le daba miedo, pues ella nunca había creído en el amor a primera vista, pero, ¿qué otra cosa podía ser aquello?

No había dejado de pensar en él ni un solo momento desde que lo había conocido.

Jasim se había dado cuenta de que lo estaba mirando y estaba encantado. De hecho. la volvía a desear, pero sabía que los criados estarían a punto de despertarse y no quería que comenzaran a rumorear.

En cualquier caso, había cumplido con su misión. Su hermano no volvería a mirar a Elinor.

Al incorporarse y apartar la sábana, descubrió horrorizado la mancha de sangre. Desde luego, parecía auténtica.

– Buenos días -le dijo Elinor tímidamente.

Estaba adorable.

A diferencia de Sophia, Elinor era virgen de verdad.

¡Y él la había tomado sin contemplaciones, sin ninguna delicadeza!

¡Virgen!

Jasim se sintió culpable. De haberlo sabido, jamás la habría seducido.

Bueno, por lo menos, había impedido que Murad se acostara con ella. De haberlo hecho, cuando su hermano hubiera descubierto que era virgen, la habría tomado como segunda esposa, lo que habría vuelto loca de dolor a Yaminah.

– Buenos días -le dijo tomándola entre sus brazos.

– Me tengo que ir -anunció Elinor, tensándose.

– Ahora llamo para que te traigan tus cosas. Tienes que hacer las maletas e irte -contestó Jasim.

– ¿Cómo? -contestó Elinor.

– Sí, no te puedes quedar en Woodrow Court -le comunicó Jasim.

– ¿Pero qué dices?

– Es evidente que, después de haberte acostado conmigo, no puedes seguir aquí cuidando de mi sobrina.

Elinor palideció.

– ¿Me estás diciendo que me van a despedir por haberme acostado contigo?

– Yo no lo diría así -contestó Jasim.

Elinor aganó el edredón y se tapó. Estaba furiosa.

– ¿Ah, no? ¿Y cómo lo dirías? -le espetó.

– Yo diría que nuestra relación va a pasar a otra fase.

– ¿Qué fase?

– Quiero que te vengas a vivir a Londres para que nos podamos ver más -contestó Jasim.

– Pero a mí me gusta trabajar aquí -protestó Elinor-. Me gusta cuidar de Zahrah.