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– ¿Benjamin? -grita Erik.

Cuando el haz de luz se dirige al suelo, ve que es Lydia quien está frente a ellos. En una mano sujeta unas grandes tijeras. La luz de la linterna descansa sobre una figura en la nieve: es Jussi. Su rostro tiene un color azulado como el hielo, los ojos están cerrados y tiene un hacha clavada en el pecho. Está cubierto de sangre helada. Simone está de pie en silencio junto a Erik y él nota por sus inhalaciones cortas y asustadas que también ella ha visto el cadáver. En ese mismo momento se percata de que Joona no está con ellos. Erik piensa que debe de haber tomado otro camino. Se acercará a Lydia furtivamente desde atrás si él logra retenerla el tiempo suficiente.

– Lydia -dice Erik-. Me alegro mucho de volver a verte.

Ella está inmóvil, observándolos sin decir nada. Las tijeras centellean en su mano y se mecen, sueltas. La luz de la linterna brilla en el fondo gris del sendero.

– Hemos venido a recoger a Benjamin -explica Erik con calma.

– ¿Benjamin? -pregunta ella-. ¿Quién es?

– Es mi hijo-dice Simone, sofocada.

Erik le dirige un gesto disimulado para pedirle que guarde silencio. Quizá ella lo haya visto, pues da un paso atrás e intenta calmar su respiración.

– No he visto al hijo de nadie, sólo al mío -dice Lydia lentamente.

– Lydia, escúchame -dice Erik-. Si nos entregas a Benjamín, nos iremos de aquí y olvidaremos esto. Te prometo que nunca más volveré a hipnotizar a nadie…

– No lo he visto -repite Lydia, y mira las tijeras-. Aquí sólo estamos Kasper y yo.

– Permite que al menos le demos su medicina -pide Erik, y nota que ha empezado a temblarle la voz.

Piensa febrilmente que Lydia se encuentra en una posición perfecta. Está de espaldas a la casa. Joona sólo debe rodearla, aproximarse en silencio desde la parte trasera y saltar sobre ella.

– Quiero que os vayáis de aquí -dice ella secamente.

Erik cree ver a alguien moviéndose a lo largo de la hilera de vehículos que hay en diagonal a la cabaña y lo embarga un repentino alivio. De repente, la mirada de Lydia se torna afilada, alza la linterna e ilumina la leñera y la nieve.

– Kasper necesita su medicina -dice Erik.

Lydia vuelve a bajar la linterna.

– Soy su madre, sé perfectamente qué es lo que necesita -dice en un tono rígido y frío.

– Tienes razón, así es -se apresura a responder Erik-. Pero si permites que le demos la medicina…, luego podrás castigarlo, reprenderlo. Hoy es domingo y…

Erik se interrumpe cuando ve que una figura se aproxima por detrás de la casa.

– Los domingos -continúa-, sueles…

Dos personas se acercan rodeando la cabaña. Joona se mueve renuente y rígido hacia ellos. Detrás de él está Marek, que lo apunta con un fusil por la espalda.

Lydia frunce los labios y camina por la capa de hielo del sendero.

– Dispárales -dice con sequedad, y señala a Simone-. Ocúpate primero de ella.

– Hay sólo dos cartuchos en el fusil -contesta Marek.

– Hazlo como quieras, pero hazlo -replica ella.

– Marek -dice Erik-. Me suspendieron, habría querido ayudarte a…

– Cierra la boca -lo interrumpe él.

– Habías empezado a hablar sobre lo que te ocurrió en la casa del poblado rural de Zenica-Doboj.

– Si quieres, puedo mostrarte lo que ocurrió -dice Marek mirando a Simone con los ojos brillantes.

– Hazlo de una vez -susurra Lydia, impaciente.

– Túmbate -le dice Marek a Simone-. Y quítate los pantalones.

Ella no se mueve. Marek vuelve el fusil hacia Simone y ella retrocede. Erik da un paso hacia ellos y Marek le apunta rápidamente.

– A él le dispararé en el estómago -dice-. Así podrá mirar mientras nosotros nos divertimos.

– Hazlo de una vez -ordena Lydia.

– Espera -dice Simone, y empieza a desabrocharse los pantalones.

Marek escupe en la nieve y da un paso en su dirección. No parece saber muy bien qué es lo que va a hacer. Mira a Erik y agita el arma hacia él. Simone no lo mira. Él le apunta, dirige la boca del fusil primero hacia su cabeza y luego hacia su estómago.

– No hagas eso -dice Erik.

Marek baja la escopeta y se acerca a Simone. Lydia se mueve hacia atrás. Simone comienza a quitarse los pantalones y los leotardos.

– Sostén el arma -le dice Marek a Lydia en voz baja.

Ella se aproxima lentamente cuando se oye un crujido que proviene de los vehículos cubiertos de hielo. Hay un golpeteo metálico que se repite. Joona tose. El golpeteo continúa y de repente se oye un estampido. Es un motor que se pone en marcha, el ruido cortante de los pistones en funcionamiento. Un potente haz de luz se enciende bajo la capa de hielo y el suelo se torna de un color blanco brillante. El motor emite fuertes bramidos, la caja de cambios chilla y el hielo se resquebraja. Un viejo autobús con una gran lona impermeable sobre el techo se desprende de la pared de nieve, rompe la capa de hielo y avanza hacia ellos.

Cuando Marek vuelve la mirada hacia el autobús, Joona se adelanta con rapidez y alcanza a agarrar el cañón del fusil. Marek no lo suelta, pero se ve obligado a dar un paso adelante. Joona le propina un fuerte golpe en el pecho e intenta darle una patada en las piernas, pero el otro no cae. Trata de girar la escopeta, la culata golpea a Joona en lo alto de la cabeza y se desliza hacia la coronilla. Marek tiene los dedos tan fríos que el arma se le resbala, sale disparada por el aire y cae delante de Lydia. Simone se abalanza hacia ella, pero Marek la agarra del pelo y tira de ella hacia atrás.

El autobús se ha empotrado contra un abeto, el motor truena. Los gases de escape y la nieve revuelta forman nubes de vapor alrededor del vehículo. La puerta delantera del autobús se abre y se cierra una y otra vez con un silbido.

Las revoluciones del motor aumentan y el árbol se agita mientras la nieve cae de las ramas oscuras. El autobús choca empecinadamente contra el tronco y arranca la corteza, con un sonido apagado y metálico. Las ruedas con las cadenas para la nieve giran y giran.

– ¡Benjamin! -grita Simone-. ¡Benjamín!

El rostro confundido del chico puede verse detrás del parabrisas del humeante autobús. Le sangra la nariz. Lydia corre hacia el vehículo empuñando el fusil de Marek. Erik la sigue. Lydia cruza la puerta, sube y le grita algo a Benjamin. Lo golpea con la culata y lo hace levantarse a empujones del asiento del conductor. Erik no los alcanza. El autobús da marcha atrás, gira abruptamente hacia un lado y empieza a bajar por la pendiente en dirección al lago. Erik le grita a Lydia que se detenga mientras corre detrás de ellos siguiendo los surcos dejados por las ruedas en la nieve.

Marek no suelta el pelo de Simone. Ella grita e intenta deshacerse de él. Joona se desliza rápidamente hacia un lado, baja un hombro, gira el cuerpo y golpea con el puño desde abajo. El puñetazo hace impacto en la axila de Marek y su brazo se agita como si se hubiera desprendido. Ya no puede seguir sujetando el pelo de Simone y ella se libera al tiempo que ve las grandes tijeras tendidas en la nieve. Marek manotea pero Joona lo domina y dirige con todas sus fuerzas el codo derecho en diagonal hacia el cuello de Marek, de manera que su clavícula se quiebra con un ruido sordo. Marek cae al suelo profiriendo un alarido. Simone se abalanza entonces hacia las tijeras, pero Marek le da una patada en el estómago, consigue cogerlas y las mueve desde atrás describiendo un arco con el brazo. Ella grita y ve que el rostro de Joona se pone rígido cuando las tijeras se clavan en su muslo derecho. La sangre salpica la nieve. No obstante, el comisario sigue de pie, ha sacado sus esposas y las usa para golpear con fuerza a Marek en la oreja izquierda. Éste se queda totalmente quieto, sólo mira confundido hacia adelante mientras trata de decir algo. Las orejas y la nariz le sangran. Joona se inclina jadeando sobre él y ajusta las esposas en sus muñecas inertes.

Jadeando, Erik corre en la oscuridad detrás del autobús. Los pilotos traseros de color rojo brillan frente a él, y más adelante se agita el débil destello de los faros delanteros sobre los árboles. Se oye un estallido cuando uno de los retrovisores se rompe al golpear contra un árbol.