Выбрать главу

Simone vuelve entonces a la bandeja de entrada de Benjamín y encuentra un breve mensaje de Aida que le pone el vello de punta. Hay algo en esas pocas palabras que hace que una angustia informe empiece a ascender desde su estómago. De repente nota las palmas de las manos sudorosas. Se vuelve y llama la atención de Kennet.

– Lee esto, papá -dice, y gira la pantalla hacia él para que pueda leer el correo de Aida.

Nicke dice que Wailord está enfadado, que ha dicho cosas malas sobre ti. Creo que esto puede ser realmente peligroso, Benjamín.

– Nicke es el hermano pequeño de Aida -explica Simone.

– ¿Y Wailord? -pregunta Kennet, e inspira profundamente-. ¿Sabes algo sobre esto?

Simone niega con la cabeza. La angustia repentina se ha encogido hasta convertirse en una canica de color oscuro que rueda en su interior. ¿Qué sabe ella en realidad de la vida de Benjamín?

– Creo que es el nombre de un Pokémon -dice-. El hermano de Aida, Nicke, habló de Wailord.

Simone abre la carpeta de elementos enviados y encuentra la respuesta alterada de Benjamín:

Nicke tiene que quedarse en casa. No dejes que vaya al mar. Si Wailord está realmente enfadado, alguno de nosotros saldrá malparado. Deberíamos haber ido directamente a la policía. Creo que es demasiado peligroso hacerlo ahora.

– Joder -dice Kenet.

– No sé si esto es de verdad o forma parte de un juego.

– No suena a juego.

– No.

Kennet resopla y se rasca la tripa.

– Aida y Nicke… -dice lentamente-, ¿qué clase de chicos son en realidad?

Simone mira a su padre mientras se pregunta qué va a contestar. Nunca entendería a alguien como Aida. Una chica que viste de negro, que lleva piercings, que se maquilla en exceso y se hace tatuajes, y cuya situación familiar es algo extraña.

– Ella es la novia de Benjamín -responde finalmente-, y Nicke es su hermano pequeño. Hay una foto de ella por algún lado.

Coge la billetera de Benjamín y mira la foto de la chica. Benjamín le rodea los hombros con el brazo. Ella parece ligeramente molesta pero ríe alegremente ante la cámara.

– Pero ¿qué clase de chicos son? -insiste Kennet mirando el rostro intensamente maquillado de Aida en la fotografía.

– Qué clase de chicos… -repite ella despacio-. No lo sé. Solo sé que a Benjamín le gusta mucho Aida. Y que ella parece cuidar de su hermano. Creo que tiene algún tipo de deficiencia mental.

– ¿Es agresivo?

Simone niega con la cabeza.

– No lo creo -dice. Medita un instante y luego añade-: Parece ser que su madre está enferma. Tengo la impresión de que padece un enfisema pulmonar, pero no estoy segura.

Kennet cruza los brazos sobre el pecho. Se reclina en su silla y levanta la mirada al techo. Luego se yergue y dice con seriedad:

– Entonces Wailord es un personaje de dibujos animados, ¿no?

– Un Pokémon -contesta ella.

– ¿Eso es algo conocido?

– Si uno tiene hijos de cierta edad, lo conoce lo quiera o no -dice Simone. Su padre le dirige entonces una mirada vacía-. Pokémon -repite ella-. Es una especie de juego.

– ¿Un juego?

– ¿No recuerdas que Benjamin estaba siempre con eso cuando era más pequeño? Coleccionaba cartas y parloteaba sobre los poderes de los diferentes personajes, acerca de cómo éstos iban evolucionando.

Kennet niega con la cabeza.

– Estuvo con eso al menos dos años -añade ella.

– ¿Pero ya no?

– Ya es demasiado mayor.

– A ti te vi jugando con muñecas incluso después de que volviste del campamento de equitación.

– Sí, quién sabe, quizá juegue en secreto -comenta Simone.

– ¿De qué va eso de los Pokémon?

– ¿Cómo te lo explico? Tiene que ver con unos animales, aunque no son animales de verdad, sino que más bien parecen insectos o robots, no lo sé. Algunos son muy monos y otros son sencillamente espantosos. Se trata de un juego japonés que surgió en algún momento de los años noventa y se convirtió en toda una industria a finales de la década. El jugador lleva en el bolsillo sus figuritas, que a su vez pueden meterse dentro de unas pequeñas bolas. El juego en sí resulta bastante tonto, la verdad: consiste en competir contra otros jugadores fingiendo que sus diferentes Pokémon luchan. Todo muy violento, claro. El objetivo es vencer a tantos contrincantes como sea posible, porque entonces se consigue dinero…, es decir, el jugador consigue dinero, y los Pokémon consiguen puntos.

– Y gana el que más puntos acumula -dice Kent.

– La verdad es que no lo sé. Parece que el juego no acaba nunca.

– ¿Y eso es un videojuego?

– Bueno, hay varias cosas, seguro que por eso se ha hecho tan famoso: hay dibujos animados, cartas, peluches, golosinas, juegos de ordenador, para la Nintendo…

– No sé si acabo de entenderlo -responde él.

– Ya -dice ella vacilante.

Kennet la mira.

– ¿En qué piensas?

– Acabo de darme cuenta de que se trata precisamente de eso, de que los adultos se queden fuera -dice ella-. Así, a los niños se los deja en paz y pueden estar tranquilos porque nosotros, los abuelos, no podemos entender el mundo de los Pokémon, es demasiado amplio, excesivamente grande.

– ¿Crees que Benjamin ha empezado a jugar otra vez? -pregunta Kennet.

– No, no de la misma forma. Esto…, esto tiene que ser otra cosa -contesta Simone señalando la pantalla.

– ¿Crees que Wailord es una persona de verdad? -inquiere su padre.

– Sí.

– ¿Que no tiene nada que ver con los Pokémon?

– No lo sé… El hermano pequeño de Aida, Nicke, me habló de Wailord como si se refiriera a un Pokémon. Quizá es sólo su manera de hablar. Pero todo esto adquiere un matiz distinto cuando Benjamin escribe «No dejes que Nicke vaya al mar».

– ¿Qué mar? -pregunta Kennet.

– A eso me refiero, aquí no hay ningún mar, sólo en el juego.

– Pero al mismo tiempo parece como si Benjamin se tomara la amenaza en serio -dice Kennet-. Es real, ¿no?

Ella asiente.

– El mar es de mentira, pero la amenaza es real.

– Tenemos que encontrar a ese Wailord.

– Podría ser un nick -dice Simone dubitativa.

Kennet la mira y frunce los labios.

– Creo que ahora entiendo por qué ya era hora de que me jubilara -comenta.

– Un nick es una identidad en una sala de chat -explica ella, y se acerca de nuevo al ordenador-. Voy a hacer una búsqueda de Wailord.

El procedimiento arroja 85.000 resultados. Kennet se dirige a la cocina y ella oye que sube el volumen de la radio policial. Los crujidos y lo susurros se mezclan con voces humanas.

Simone revisa mientras tanto una página web tras otra sobre material japonés de Pokémon: «Wailord es el más grande de los Pokémon descubiertos hasta el momento. Este Pokémon gigante puede sumergirse a grandes profundidades en el mar e ingerir abundantes cantidades de alimento de una sola vez gracias a su enorme boca.»

– Ahí está el mar que buscábamos -dice Kennet en voz baja leyendo por encima de su hombro.

Ella no lo ha oído volver.

El texto describe cómo el Pokémon ballena persigue a sus presas dando gigantescos saltos, aterriza en mitad del banco de peces, se llena la boca con cientos de ellos y sigue nadando. Es terrible, lee Simone, ver cómo Wailord se traga a sus presas de un solo bocado.

A continuación afina más la búsqueda para que sólo aparezcan páginas en sueco en la lista de resultados y entra en un foro donde encuentra una conversación:

– «Hola, ¿cómo se consigue un Wailord?»

– «Para conseguir un Wailord lo más fácil es atrapar un Wailmer en el mar.»