—Eso no sería bueno —dijo el mago—, no sin un guerrero poderoso, o aún un héroe. Intenté conseguir uno; pero los guerreros están todos ocupados luchando entre ellos en tierras lejanas, y en esta vecindad los héroes son escasos, o al menos no se los encuentra. Las espadas están aquí casi todas embotadas, las hachas se utilizan para cortar árboles y los escudos como cunas o cubrefuentes; y para comodidad de todos, los dragones están muy lejos (y de ahí que sean legendarios). Por este motivo me dediqué a merodear de noche, sobre todo desde que recordé la existencia de una Puerta lateral. Y aquí tenemos a nuestro pequeño Bilbo Bolsón, el saqueador, electo y selecto. Así que continuemos y hagamos planes.
—Muy bien —dijo Thrain—, supongamos entonces que el experto mismo nos da alguna idea o sugerencia —se volvió con una cortesía burlona hacia Bilbo.
—En primer lugar, me gustaría saber un poco más del asunto —dijo Bilbo, sintiéndose confuso y un poco agitado por dentro, pero bastante Tuk todavía y decidido a seguir adelante—. Me refiero al oro y al dragón, y todo eso, y cómo llegar allí y a quién pertenece, etcétera, etcétera.
—¡Bendita sea! —dijo Thrain—, ¿no tienes un mapa? ¿Y no has oído nuestro canto? ¿Y acaso no hemos estado hablando de esto durante horas?
—Aún así, me gustaría saberlo todo clara y llanamente —dijo Bilbo con obstinación, adoptando un aire de negocios (por lo común reservado para gente que trataba de pedirle dinero), y tratando por todos los medios de parecer sabio, prudente, profesional, y estar a la altura de la recomendación de Gandalf—. También me gustaría conocer los riesgos, los gastos, el tiempo requerido y la remuneración, etcétera —lo que quería decir: «¿Qué sacaré de esto? ¿Y regresaré con vida?».
—Oh, muy bien —dijo Thrain—. Hace mucho, en tiempos de mi abuelo Thror, nuestra familia fue expulsada del lejano Norte y vino con todos sus bienes y herramientas a esta Montaña del mapa. La había descubierto mi lejano antepasado, Thrain el Viejo, pero entonces abrieron minas, excavaron túneles y construyeron galerías y talleres más grandes... y creo además que encontraron gran cantidad de oro y también piedras preciosas. De cualquier modo, se hicieron inmensamente ricos, y mi abuelo fue de nuevo Rey bajo la Montaña y tratado con gran respeto por los mortales, que vivían al Sur y poco a poco se extendieron río arriba hasta el valle al pie de la Montaña. Allá, en aquellos días, levantaron la alegre ciudad de Valle. Los reyes mandaban buscar a nuestros herreros y recompensar con largueza aún a los menos hábiles. Los padres nos rogaban que tomásemos a sus hijos como aprendices y nos pagaban bien, sobre todo con provisiones, pues nosotros nunca sembrábamos, ni buscábamos comida. Aquellos días sí que eran buenos, y aún el más pobre tenía dinero para gastar y prestar, y ocio para fabricar objetos hermosos sólo por diversión, para no mencionar los más maravillosos juguetes mágicos, que hoy ya no se encuentran en el Mundo. Así los salones de mi abuelo se llenaron de armaduras, joyas, tallas, y copas, y el mercado de juguetes de Valle fue el asombro de todo el Norte.
»Sin duda eso fue lo que atrajo al dragón. Los dragones, sabéis, roban oro y joyas a hombres, elfos, y enanos dondequiera que puedan encontrarlos, y guardan el botín mientras viven (lo que en la práctica es para siempre, a menos que los maten), y ni siquiera disfrutan de un anillo de hojalata. En realidad apenas distinguen una pieza buena de una mala, aunque en general conocen bien el valor que tienen en el mercado; y no son capaces de hacer nada por sí mismos, ni siquiera arreglarse una escamita suelta en la armadura que llevan. Por aquellos días había muchos dragones en el Norte, y es posible que el oro empezara a escasear allá arriba, con enanos que huían al Sur o eran asesinados, y la devastación general y la destrucción que los dragones provocaban y que iba en aumento. Había un gusano que era muy ambicioso, fuerte y malvado, llamado Smaug. Un día echó a volar, y llegó al Sur. Lo primero que oímos fue un ruido como de un huracán que venía del Norte, y los pinos en la Montaña crujían y rechinaban con el viento. Algunos de los enanos que en ese momento estábamos fuera (yo era por fortuna uno de ellos, un muchacho apuesto y aventurero en aquellos días, siempre vagando por los alrededores, y eso me salvó entonces), bien, vimos desde bastante lejos al dragón que se posaba en nuestra Montaña en un remolino de fuego. Luego bajó por las laderas, y los bosques empezaron a arder. Ya para entonces todas las campanas repicaban en Valle y los guerreros se armaban. Los enanos salieron corriendo por la puerta grande; pero allí estaba el dragón esperándolos. Nadie escapó por ese lado. El río se transformó en vapor y una niebla cayó sobre ellos y acabó con la mayoría de los guerreros: la triste historia de siempre, sólo que en aquellos días era demasiado común. Luego retrocedió, arrastrándose a través de la Puerta Principal, y destrozó todos los salones, aceras, túneles, callejuelas, bodegas, mansiones y pasadizos. Después de eso no quedó enano vivo dentro, y el dragón se apoderó de todas las riquezas. Quizá, pues es costumbre entre los dragones, haya apilado todo en un gran montón muy adentro y duerma sobre el tesoro utilizándolo como cama. Más tarde empezó a salir de vez en cuando arrastrándose por la puerta grande y llegaba a Valle de noche, y se llevaba gente, especialmente doncellas, para comerlas en la cueva, hasta que Valle quedó arruinada y toda la gente murió o huyó. Lo que pasa allí ahora no lo sé con certeza, pero no creo que nadie viva hoy entre la Montaña y la orilla opuesta del Lago Largo.
»Los pocos de nosotros que estábamos fuera, y así nos salvamos, llorábamos a escondidas y maldecíamos a Smaug, y allí nos encontramos inesperadamente con mi padre y mi abuelo, que tenían las barbas chamuscadas. Parecían muy preocupados, pero hablaban muy poco. Cuando les pregunté cómo habían huido me dijeron que callase, que algún día a su debido tiempo ya me enteraría. Luego escapamos, y tuvimos que ganarnos la vida lo mejor que pudimos en todas aquellas tierras, y muy a menudo llegamos a trabajar en herrerías o aún en minas de carbón. Pero nunca olvidamos el tesoro robado. E incluso ahora, en que he de admitir que hemos acumulado alguna riqueza y no estamos tan mal —en este momento Thorin acarició la cadena de oro que le colgaba del cuello—, todavía pretendemos recuperarlo y hacer que nuestras maldiciones caigan sobre Smaug... si podemos.
»Con frecuencia me pregunté sobre la fuga de mi padre y mi abuelo. Pienso ahora que tenía que haber una Puerta lateral secreta que sólo ellos conocían. Pero por lo visto hicieron un mapa, y me gustaría saber cómo Gandalf se apoderó de él, y por qué no llegó a mí, el legítimo heredero.
—Yo no me apoderé de él, me lo dieron —dijo el mago—. Quizá recuerdes que tu abuelo Thror fue asesinado en las minas de Moria por Azog el Trasgo.
—Maldito sea su nombre, sí —dijo Thorin.
—Y Thrain, tu padre, se marchó un veintiuno de abril, se cumplieron cien años el jueves pasado; y desde entonces nunca se lo ha vuelto a ver...
—Cierto, cierto —dijo Thorin.
—Bien, tu padre me dio esto para que te lo diera; y si elegí el momento y el modo de entregarlo, no puedes culparme, teniendo en cuenta las dificultades que tuve para dar contigo. Tu padre no recordaba ni su propio nombre cuando me pasó el papel, y nunca me dijo el tuyo; de modo que en última instancia tendrías que alabarme y agradecérmelo. Toma, aquí está —dijo entregando el mapa a Thorin.
—No lo entiendo —dijo Thorin, y Bilbo sintió que le gustaría decir lo mismo; la explicación no parecía explicar nada.
—Tu abuelo —dijo el mago pausada y seriamente— le dio el mapa a su hijo para mayor seguridad antes de marcharse a las minas de Moria. Cuando mataron a tu abuelo, tu padre salió a probar fortuna con el mapa; y tuvo muchas desagradables aventuras, pero nunca se acercó a la Montaña. Cómo llegó allí, no lo sé, pero lo encontré prisionero en las mazmorras del Nigromante.