Los mascaritas se pusieron en pie y entonaron el taca, taca, taca, taca del Ramayana hasta que Pérez i Ruidoms les invitó a sentarse y a callar.
– Usted me ha pedido que le hable de Monte Peregrino y aquí los tiene. Estos señores y yo somos Monte Peregrino.
El mayordomo había aparecido portador de una silla y la situó junto al sillón giratorio del anfitrión para que Carvalho pudiera sentarse. Así lo hizo y el silencio general le instaba a que tomara la iniciativa humana en aquella asamblea que había calificado de monos y el disgusto latía detrás de las caretas, un disgusto de personas importantes temió Carvalho, por lo que no quiso aumentar su indignación.
– Como ya informé al señor Pérez i Ruidoms, la señora Mata i Delapeu me ha encargado que investigue el asesinato de su hijo Alexandre, del que está acusado en primera instancia su hijo, señor Pérez i Ruidoms, en libertad bajo altísima fianza. Por lo que sé, el crimen lo ha cometido una banda de sicarios para desacreditarles a ustedes, porque según parece estoy en presencia de un sujeto colectivo que está luchando por conseguir el dominio del mundo o la presidencia del Barcelona Fútbol Club, es casi lo mismo, y éste es un país donde nadie tiene límites precisos ni ambiciones patrióticas mensurables.
– No hemos venido aquí para que se burle de nosotros.
Se había levantado un esmoquin enmascarado y el anfitrión le calmó con un gesto al tiempo que invitaba a Carvalho a proseguir. Pero el mascarita se había lanzado a la declamación:
– Jo sóc català i porto barretina / i a qui em digui res / li tallo la sardina [19].
Volvió a sentarse disciplinadamente el rapsoda y Carvalho pudo proseguir.
– Yo había solicitado un aparte con usted. Nunca se me habló de que vendría a una verbena fin de verano.
– No es estrictamente una verbena, mientras nuestros familiares y subalternos están arriba viviendo la verbena, nosotros debatimos lo complicado de la situación. No es una batalla inocente, señor Carvalho, y nuestros servicios de información advierten que podemos estar próximos a otra provocación.
– A la que ustedes responderán un día de estos, supongo. No sé si me divierte o me aburre el carácter coral que está tomando esta farsa, pero tal vez me divierte más que me aburre. Necesito un culpable con rostro. Necesito volver a mi cliente para decirle a su hijo lo han matado éste y aquél por orden de éste y aquél.
– ¿Sólo eso? Por orden de quién nunca podrá demostrarse. En cambio, lo primero que ha pedido es posible conseguirlo a cambio de que usted deje de fisgar. Sabemos por dónde se mueve, Carvalho, y nos parece que está usted pisando territorios que desconoce.
– Me he dado cuenta de que todos pertenecen a alguna secta. Hay dos clases de sectas, las destructivas, como las satánicas, y las constructivas, como ustedes o la Iglesia católica o el Opus Dei.
Las máscaras se miraban las unas a las otras y sólo Pérez i Ruidoms no miraba a nadie. Las máscaras empezaron a cuchichear en una lengua que a Carvalho le pareció aún más exótica que el coreano, en el supuesto caso de que alguna vez hubiera oído hablar en coreano. Pérez tenía los ojos retenidos por un fragmento de la penumbra, ensimismado y preocupado. Luego los devolvió sobre Carvalho y le salió una oratoria fría y acuciante.
– Resumiendo. Esto no es propiamente una secta, sino un club de amigos y simpatizantes con la memoria de Frederic Hayeck, nombre que no le dirá nada a usted pero que ha sido uno de los hombres más relevantes de este siglo, uno de sus ideólogos y estrategas más preclaros. En mil novecientos cuarenta y siete reunió auna serie de sabios y políticos en Monte Peregrino, en Suiza, y allí trazaron las líneas maestras de la reconstrucción del orgullo capitalista frente al alud marxista y keynesiano que estaba aplastando la libertad de iniciativa, la libertad más preciosa del hombre. Hoy podemos encontrar clubes en honor de Hayeck en todo el mundo y marcan la geografía de la resistencia y de la reconquista primero, y ahora de la victoria contra las tinieblas marxistas y keynesianas. Monte Peregrino sólo es eso.
Otro mascarita se levantó y declamó, como si se tratara de una décima de felicitación navideña.
– ¡Dos fantasmas recorren Europa, el comunismo y el keynesismo, y los dos tratan de auyentar el espíritu de iniciativa del género humano, el espíritu que ha hecho del hombre el ser hegemónico de la creación! ¡Por el comunismo llegaríamos a la hegemonía del cerdo y por el keynesismo a la hegemonía de las bacterias!
Carvalho aprobó con la cabeza el buen estilo del declamante y se inclinó hacia Pérez i Ruidoms para que sólo él oyera lo que iba a decirle.
– ¿Qué tiene que ver Monte Peregrino con Región Plus?
Por primera vez la máscara viviente se descompuso y se inclinó a su vez para contestar a Carvalho sin que los demás oyeran lo que contestaba.
– Tiene usted razón. Hemos de hablar a solas.
Luego Pérez i Ruidoms dio una palmada que provocó la muerte de cualquier murmullo y concentró la atención de los reunidos.
– Caballeros, quítense las caretas.
Así lo hicieron y ninguno de aquellos rostros traducía la pertenencia a nada que pudiera ser exclusivo de nada. Uno de ellos preguntó con acento cubano:
– Oiga, ¿aquí a qué hora dan café?
Otro fue más lejos y preguntó con toda la impertinencia de la que fue capaz:
– ¡Mamá! ¡Dime qué quiere el negro!
– No volvamos a las andadas. ¡Rusia es culpable! ¡ETA es culpable!
Le increpó otro de los presentes revestido de pronto de una radical indignación, mientras otro de los simios fingió hacer un aparte con Carvalho para informarle:
– ¿Sabía usted que en el Cretácico muchos mamíferos habían dejado de poner huevos y eran capaces de dar a luz vivos a sus pequeños? Otra innovación vital de los mamíferos fue la variedad y eficacia de sus dientes con diseños especializados en despellejar, triturar, roer y triturar, así como en sujetar y procesar la comida mediante novedosos procedimientos. Las bases biológicas del liberalismo ya estaban sentadas.
En los labios de Pérez i Ruidoms bailaba una sonrisa.
– ¿No los reconoce, señor Carvalho? ¿Tampoco reconoce a todos los comparsas que ha visto arriba?
Carvalho estaba a la espera de acontecimientos, pero no esperaba la carcajada que rompería todo el cuerpo de Pérez i Ruidoms, carcajada fingida, porque nada más emitida, el risueño había recuperado la compostura para decir:
– Casi todos forman parte del elenco de La Cu bana, una compañía de teatro de animación y comparsería.
Carvalho se puso a aplaudir y continuó haciéndolo cuando se dio cuenta de que era el único que aplaudía. Los comparsas se habían vuelto a poner la máscara y roncaban con esa extraña sincronización que sólo consiguen los mejores monos cuando roncan.
Pérez i Ruidoms evitó mezclarse con los bailarines y Carvalho le siguió hasta un despacho donde permanecía en funcionamiento para nadie el aparato de televisión conectado con la CNN. Pérez i Ruidoms le quitó el sonido pero dejó el flujo de las imágenes como un paisaje de sombras rotas proyectado sobre la pared. Sacó una botella de champán de un frigorífico disfrazado de mueble importante y enseñó la etiqueta a Carvalho, es más, la enunció:
– Roederer Cristal Rosé.
Él mismo abrió la botella, llenó dos copas controlando sagazmente la espuma y tendió una a Carvalho. Paladeó con deleite, chasqueó la lengua contra el paladar.
– La estaba necesitando. ¿Por dónde íbamos? Por Región Plus o por el asesinato del chico Mata i Delapeu. En las dos cosas supongo, ¿qué sabe usted de Región Plus?
– Lo que alguien quiere que sepa. Estoy metido en una historia llena de informaciones aparentemente encontradas, pero que contribuyen a una misma ceremonia de la confusión. Tal vez todos sean actores de La Cubana o se comporten como actores de La Cubana.