– No es un triángulo.
Opuso González, y Alvaro y el jesuita lo ratificaron. El jesuita fue más allá:
– Es un rombo algo aplastado.
Se impacientó Anfrúns:
– Sean triángulos, sean rombos, qué más da.
Guifré pasó a mayores:
– Una nueva espiritualidad, inteligentemente laica, es lo que se necesita para que prospere un nuevo humanismo que ya no puede construirse desde proposiciones estrictamente racionales como intentó la Ilus tración o el Marxismo.
Anfrúns se alzó sobre las puntas de sus pies y rezó en voz alta:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad así en el cielo como en la tierra. El pan nuestro sobresubstancial dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación. Pero líbranos del mal porque tuyo es el reino, el poder y la gloria.
No bien repuesto el público, entre la chacota y el recogimiento, del efecto del recitado, Anfrúns adoptó maneras de tribuno y se dirigió a todos los presentes por encima de la dedicación a los ponentes.
– Acabo de recitarles el padrenuestro en versión cátara, una religión que en efecto podemos relacionar con el sustrato espiritual de muchos catalanes antes de la pérdida de soberanía. Pero ojo con el maniqueísmo cátaro. El diablo ha creado el cuerpo humano y Dios el espíritu. Fijémonos en el final del padrenuestro: «Tuyo es el reino, el poder y la gloria.» No se refiere a un reino tangible, sino al conjunto de los espíritus, aunque Jesucristo con su sacrificio nos liberó del mal. Jesucristo ha redimido el reino para dárselo a Dios Padre y es obligación de los catalanes darle geografía a ese reino. En cuanto al poder se ha visto degradado y abatido por toda clase de flaquezas y es obligación de los catalanes que las flaquezas se vuelvan fuerzas. ¡Y la gloria! El señor dice a través de un salmo: «¡Despierta gloria mía, despertaos arpa y cítara!» El reino, el poder y la gloria representan el espíritu, la vida y el alma de cada ser individual. ¿Cómo transmigra esta naturaleza individual a la colectiva de un pueblo?
Ahora sí que Anfrúns retaba a Guifré González a que le contestara, y lo hizo:
– No asumo el catarismo como una revelación simbolista nutrida del catastrofismo del apocalipsis, sino como una ética de la rebelión y la participación en clave religiosa, ética que conviene a un proyecto de catalanidad popular, liberada del pactismo, de la servidumbre pequeño-burguesa a lo nacionalmente correcto según el estilo tendero del señor Jordi Pujol Soley, que espero sea derrotado en las inminentes elecciones para que podamos entrar en el posnacionalismo. Pero ojo. Que los que tanto pregonan el posnacionalismo no se equivoquen. En todo fin hay un principio y es necesario que termine el nacionalismo necesario pero vergonzantea la manera del pujolismo o del PNV en el País Vasco para que posnacionalismo signifique neonacionalismo.
Una potente combinación de silbidos y aplausos sancionó las palabras de González y, contra lo que Carvalho esperaba, Anfrúns estaba muy satisfecho cuando se dejó caer en su butaca y, al iniciarse la retirada de los presentes, el capitán de los Testigos de Luzbel se situó tras Carvalho y bisbiseó junto a su nuca:
– Acaba de tener la oportunidad de ver a Manelic en su propia salsa.
Para ratificar su insinuación señaló hacia Guifré González, que departía con Alvaro y el jesuita, y luego pretextando prisas dejó a Carvalho en plena retirada y se llevó a su rebaño a los verdes prados de Satán. Margalida le murmuró que pronto tendría noticias «nuestras» y volvió a repetir el insinuante plural, «nuestras». El detective eligió volver al despacho antes de regresar a Vallvidrera y allí estaba la lengua continua del mensaje de Yes, ausente otra vez Biscuter, que empalmaba el catarismo con alguno de sus cursos nocturnos de rearme cultural, inglés posiblemente o cualquier conferencia sobre globalización o actividad voluntaría pro Chiapas.
Mi profundo malhumor recae sobre todo el mundo, me he ocupado expresamente de que así sea, no he cejado hasta amargarles la vida a todos cuantos me rodean; un acto deplorable que, incluso, justificaría si me hubiera sido de alguna utilidad. Estoy frustrada, irritada, perpleja, consternada…: furiosa.
Con un enojo arbitrario, seguramente desmedido, que me corroe.Nadie es responsable de mi tristeza, al contrario, yo he debido ser penosa para ti, te he cercado, acorralado, obligado a gestos, expresiones a las que nunca te hubieras encaminado por ti solo, además de todo eso no sólo no me doy por satisfecha, sino que te recrimino que no sientas lo mismo, con la misma intensidad que yo. Lo cierto es que mi adoración por ti me hizo creer que tenía derecho a exigir la misma respuesta; cuando sentí la distancia, te hubiera abofeteado. Fue mucho más tarde cuando intuí hasta qué punto te has sentido obligado; sin duda, yo he sido quien se ha lanzado al abordaje de un barco (que navegaba con rumbo fijo, no en paz y felicidad, pero sí con el horizonte adivinado) sin haber sido invitada, asaltándote por sorpresa reclamando -exigiendo- tu atención, tu dedicación.
No creo confundirme al pensar que también ha ayudado a desconcertarme cierta dosis -lógica- de vanidad por tu parte, el deseo de querer prolongar la sensación placentera del que se siente admirado; si a eso se añaden el atractivo de la diferencia de edad que a ti te habrá halagado (cada minuto que pasa es menor, me siento envejecer por momentos) y el aliciente de mi buena presencia (deja que presuma de envoltorio) acabo por explicarme el motivo por el que me animé a pensar que tus gestos, tu inclinación hacia mí, nacían de la necesidad de compartir emociones más serias. Mi estómago es un «matasuegras» cuando me encuentro contigo; mi más importante objetivo no es saber de las inquietudes de Mauricio.
Tienes una necesidad de cariño que nunca consigues saciar, a ese problema se añade tu generosidad -entrañable- que te obliga a corresponder -¿agradecer?- a los que te quieren. Este comportamiento acaba siempre en un atasco que pocas veces consigues resolver, te obligas a mantener una puesta en escena de reciprocidad a las muestras de afecto que se tedan, como un modo de compensar y, a la vez, propiciar que te sigan queriendo. Ya que hablamos de cariño y de afecto parece apropiado decir que estableces una dinámica de «abrazo mortal», es decir, te haces trampas a ti mismo, te eres deshonesto. No me extrañaría que cuando te sientes -porque te sientes- tiranizado por tus Charos y tus Biscuters, demuestres tu enojo para, acto seguido, tratar de remediarlo dando nuevas muestras de cariño, con su consabido eco. Tienes mi admiración, mi afecto, mi respeto, me has devuelto la ilusión, los sueños, las quimeras, las dudas, todas las dudas. Celebraré si eso te reporta cualquier felicidad pero: ná te debo y ná me debes.
Estoy en estado de gracia, tú has sido el catalizador, como tal, puesta ya en marcha la reacción, no te necesito para nada.
Tú, a mí, sácame de la lista de los agradecimientos.
Ausente
Ausente máscara mágica
Utilitaria azorada alarmada.
Santero nuevo nibelungo,
Eres esperanza exacta loca lengua libertina.
Niégalo, niégame, niégate
Toma mi voz en el desierto.
Excusa mi dolor, es de este mundo.
Por cierto, Ausente. De otro desierto me llega el segundo anónimo. Creo saber de quién se trata. Un desgraciado al que en el pasado, no me preguntes por qué, le hice alguna confidencia sobre nuestra relación y que se relaciona con los círculos de mi marido, concretamente su abogado.