—Señores —dijo el hombre del ministerio con voz sonora a imperativa. Todos los ojos se fijaron en él—. Como todos ustedes saben, se ha confirmado el fallecimiento del Reichskanzler. Hay una declaración oficial de Berlín. Esta reunión, que no durará mucho, de modo que todos podrán volver pronto á sus oficinas, tiene el propósito de informar a ustedes, de acuerdo con nuestras propias estimaciones, acerca de las distintas facciones en pugna en la escena política alemana y que puedan estar disputándose ya el puesto dejado por Herr Bormann.
“Ante todo los notables. El principal de todos ellos, Hermann Goering. Perdonen los detalles demasiado familiares, por favor.
“El Gordo, llamado así a causa de sus dimensiones corporales, y que fue un valeroso as de la aviación en la primera guerra mundial fundó la Gestapo y alcanzó notable poder en el gobierno prusiano. Nazi implacable desde la primera hora, fue sin embargo un hombre inclinado a excesos de sibarita, tanto que algunos llegaron a atribuirle una disposición amable, de aficionado al vino. Nuestro gobierno los insta a ustedes a no compartir esta opinión. Se ha dicho también de este hombre que no goza de buena salud, y aun que tiene apetitos mórbidos, y se lo ha comparado a los antiguos césares romanos, que vivían complaciéndose en el vicio y cuyo poder aumentaba junto con la edad. La idea de un hombre vestido de toga, rodeado de leones, y propietario de un inmenso castillo repleto de trofeos y objetos de arte, es sin duda exacta. Durante la guerra los trenes cargueros llevaban a su residencia el producto de los saqueos, aun descuidando las necesidades militares. Nuestra evaluación: este hombre aspira a un poder enorme, y es capaz de obtenerlo. La falta de sobriedad lo ha distinguido siempre de todos los otros nazis, sobre todo si lo comparamos con el fallecido H. Himmler que fue siempre, por su propia voluntad, un pobre asalariado. Herr Goering, representante de la mentalidad consumidora, ha utilizado el poder como medio de adquirir una fortuna personal. Mentalmente primitivo, aun vulgar, pero sin embargo inteligente, quizá el más inteligente de todos los jefes nazis. Objeto de su vida: la propia glorificación al modo de los antiguos emperadores.
“Le sigue Herr J. Goebbels. Sufrió de polio en la juventud. Católico en un principio. Orador brillante, escritor, mente fanática y flexible, ingenioso, urbano, cosmopolita. Muy activo con las damas. Elegante. Educado. Notablemente capaz. Enorme capacidad de trabajo. Se dice que no descansa nunca. Personaje sumamente respetable. Puede ser encantador, pero se cuenta que es capaz de superar a todos los otros nazis en ferocidad. La orientación ideológica sugiere perspectivas jesuítico —medievales, exacerbadas por un nihilismo alemán postromántico. Se considera que es el único intelectual auténtico del Partido. Le interesó el teatro en la juventud. Pocos amigos. No es apreciado por los subordinados. Producto, sin embargo, de los mejores elementos de la cultura europea. No ambiciona ningún provecho personal. Quiere el poder por el poder mismo. Amor a la organización de acuerdo con el modelo clásico prusiano.
“Herr R. Heydrich.
El oficial del ministerio hizo una pausa, miró alrededor, y prosiguió:
—Mucho más joven que los ya citados. Ayudó a la revolución en 1932. Hombre de carrera en la élite de la SS. Subordinado de H. Himmler. Pudo haber tenido parte en los incidentes de 1948, cuando H. Himmler murió de modo misterioso. Eliminó oficialmente a otros contendores que comandaban el aparato policial, como A. Eichmann, W. Schellenberg, y alguien más. Se dice que es temido por mucha gente del Partido. Responsable del control de los elementos de la Wehrmacht luego del famoso conflicto entre la policía y el ejército y que llevó a la reorganización del gobierno. Apoyó incondicionalmente a M. Bormann. Producto de élite y sin embargo anterior al llamado sistema de la SS. Desprovisto, se dice, de mentalidad afectiva en el sentido tradicional. Impulsos de naturaleza enigmática. Parece interpretar la sociedad como un juego de conflictos humanos. Un desinterés casi científico, como el que se encuentra a veces en ciertos círculos tecnológicos. No interviene en las disputas ideológicas. En resumen: puede atribuírsele una mentalidad muy moderna, del tipo postiluminista, capaz de prescindir de las llamadas ilusiones necesarias, como la creencia en Dios, etcétera. Los especialistas en ciencias sociales de Tokio no han podido descubrir el significado de esta mentalidad, que algunos llaman realista. Este hombre, por lo tanto, es un signo de interrogación. No obstante, nótese que el deterioro de la afectividad es uno de los signos de la esquizofrenia patológica.
El señor Tagomi se sintió de pronto enfermo.
—Baldur von Schirach. Antiguo jefe de las juventudes hitlerianas. Presuntamente idealista. De aspecto físico atractivo, pero poco competente, y falto de experiencia. Creyente sincero en los fines del Partido. Fue el responsable del secado del Mediterráneo y de la ganancia para la agricultura de muy vastos terrenos. En los primeros años de la década del cincuenta trató de mitigar la exterminación racial en tierras eslavas. Expuso el caso directamente ante el pueblo alemán, sugiriendo que los eslavos vivieran en zonas de reserva. Trató también de eliminar ciertas formas misericordiosas de asesinato y ciertos experimentos médicos, pero fracasó.
“Doctor Seyss-Inquart. Nazi de origen austriaco, ahora encargado de las áreas coloniales del Reich. El hombre más odiado, posiblemente, en todo el territorio del Reich. Se dice que fue el inspirador de todas o casi todas las medidas de represión que diezmaron a los pueblos conquistados. Trabajó con Rosenberg en favor del triunfo de doctrinas ideológicas grandiosas, de tipo muy alarmante, como la esterilización de toda la población rusa al fin de la guerra. No hay pruebas ciertas sobre esto, pero se lo considera responsable, junto con otros, de los holocaustos de la población africana. Posiblemente el de temperamento más parecido al primer Führer, A. Hitler.
El hombre del ministerio interrumpió el monótono recitado.
Me parece que me estoy volviendo loco, pensó el señor Tagomi. Tengo que salir de aquí, voy a sufrir un ataque. Me estallan las entrañas, me muero. Se incorporó trabajosamente, y se abrió paso entre las sillas, hacia el pasillo. Apenas podía ver. Tenía que llegar al lavatorio. Corrió pasillo arriba.
Unas cabezas se volvieron. Qué humillación, pensó el señor Tagomi. Enfermo en una reunión importante. Perderé el puesto y mi honor. Un empleado de la embajada le abrió la puerta. Salió de la sala.
El señor Tagomi dejó de sentir pánico, casi instantáneamente. Veía otra vez las cosas. El piso y las paredes habían dejado de moverse.
Un ataque de vértigo, se dijo. Un mal funcionamiento del oído medio, sin duda.
El diencéfalo, el cerebelo, que han actuado, pensó. Un colapso orgánico momentáneo.
Piensa algo tranquilizador.. Recobra el orden del mundo. ¿A qué recurrir? ¿La realidad? Pensó: Ahora suena una gavota serena. Todo lo ves de un modo tan exacto. Así son precisamente las cosas. Una forma pequeña del mundo habitual. Gondoleros. Cerró los ojos e imaginó la compañía D’Oyle tal como la había visto en uno de sus viajes, luego de la guerra. El mundo finito, finito…
Un empleado de la embajada, junto a él, preguntó:
—Señor, ¿puedo ayudarle de algún modo?
El señor Tagomi hizo una reverencia.
—Estoy bien ahora. Me he recuperado.
En la cara del otro había calma, consideración. Ninguna expresión de burla. ¿Se estarán riendo todos de mí? pensó el señor Tagomi. ¿Dentro de ellos?
¡El mal existe! Es real, como el cemento.
No puedo creerlo, se dijo. No puedo soportarlo. El mal no es un punto de vista. Caminó por el vestíbulo, oyendo el ruido del tránsito de la calle Sutter, la voz del hombre del ministerio. Toda nuestra religión es un error. ¿Qué haré? Se encaminó hacia la calle. Un empleado de la embajada le abrió la puerta y el señor Tagomi bajó por la escalinata hacia los coches estacionados. Los chóferes esperaban de pie.