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Kara explicó la diferencia entre un prestidigitador y un verdadero ilusionista, en cuyos números participaban personas u objetos grandes.

– ¿Y qué importancia tiene eso para nosotros?

– Les conviene saber que la ilusión es algo más que una simple técnica física. Los ilusionistas estudian la psicología de los espectadores y elaboran actuaciones completas para engañarles; no sólo a sus ojos, sino también a sus mentes. Lo que pretenden no es hacer reír al público con la desaparición de una moneda, sino hacerles creer de veras que todo lo que ven y creen es de una manera, cuando en realidad es lo contrario. Hay una cosa que deben recordar en todo momento y no olvidarse de ella nunca.

– ¿Qué? -preguntó Rhyme.

– Lo que se conoce como misdirection, que es el término en inglés; es decir, desorientación, desvío de la atención… Él señor Balzac dice que es el corazón y el alma de la ilusión. ¿Conocen la expresión «la mano es más rápida que el ojo»? Pues no es cierta. El ojo es siempre más rápido. Así que lo que hacen los ilusionistas es engañar al ojo para que no advierta lo que hace la mano.

– ¿Te refieres a cosas como despistar o distraer al público? -preguntó Sellitto.

– En parte sí. Desorientación consiste en dirigir la atención del público hacia donde uno desee, y alejarla de donde uno no quiere que esté. Hay muchas reglas que he aprendido a base de que Balzac las repitiera, como, por ejemplo, que la gente no se fija en lo que le es familiar, sino que les atrae la novedad. No reparan en una serie de cosas similares, sino que les llama la atención la que es diferente. No prestan atención a los objetos o las personas que permanecen quietos, sino a lo que se mueve. ¿Queremos que algo se haga invisible? Lo repetimos cuatro o cinco veces y el público no tardará en aburrirse y en desviar la atención hacia otras cosas. Pueden estar mirándote las manos sin quitar ojo y no ver lo que estás haciendo. Entonces es cuando les dejas boquiabiertos… Así pues, el sospechoso ha utilizado esta técnica de dos maneras. En primer lugar, la física. Observen. -Kara se colocó junto a Sachs y miró fijamente su propia mano derecha, que fue levantando con lentitud mientras señalaba la pared. De repente, dejó caer el brazo-. ¿Lo ven? Han mirado a mi brazo y al lugar que señalaba con la mano. Una reacción totalmente natural. Pero es probable que no se hayan dado cuenta de que con la mano izquierda he cogido el arma de Amelia.

Sachs dio un ligero respingo al mirar hacia abajo y comprobar que, no cabía la menor duda, Kara había levantado con los dedos su Glock, sacándola en parte de la pistolera.

– ¡Cuidado con eso! -dijo Sachs volviendo a colocar el arma en su funda.

– Y ahora, miren aquel rincón. -Kara señaló de nuevo con la mano derecha, aunque esta vez tanto Rhyme como el resto de las personas que había en la habitación miraron, como era lógico, a la mano izquierda de Kara.

– ¿No han perdido de vista mi mano izquierda, verdad? -rió-. Pero no han estado pendientes de mi pie, con el que he empujado esa cosa blanca que hay detrás de la mesa.

– Es una cuña -dijo Rhyme mordaz, irritado porque le habían vuelto a engañar, aunque sentía que se había apuntado uno o dos tantos al mencionar la naturaleza tan poco delicada del objeto que ella había empujado.

– ¿De verdad? -preguntó Kara imperturbable-. Bueno, no sólo es una cuña; también es una desorientación. Porque mientras la estaban mirando hace un instante, yo he cogido esto con la otra mano. Aquí está…, ¿es algo importante? -Le devolvió a Sachs un bote Mace, un aerosol para defensa personal.

La agente frunció el ceño y se miró el cinturón del uniforme para comprobar si le faltaba algo más mientras volvía a colocarse el bote.

– Bien, pues esa desorientación es la física. Es muy fácil. El segundo tipo es la psicológica, que es más difícil. El público no es estúpido, sabe que vas a engañarle. En realidad, para eso han venido al espectáculo, ¿no? Lo que nosotros intentamos es reducir o eliminar la desconfianza del público. Lo más importante de la desorientación psicológica es actuar con naturalidad. Te comportas y dices cosas que se correspondan con lo que el público espera. Pero, detrás de lo que se ve, lo que haces es salirte con… -Fue interrumpiendo poco a poco la frase, al darse cuenta de que estaba describiendo la situación en la que había acabado la joven estudiante esa misma mañana.

Kara prosiguió.

– En cuanto haces algo sin naturalidad, el público no te quita ojo. Veamos: si digo que voy a leerles el pensamiento, hago lo siguiente. -Kara puso las manos en las sienes de Sachs y le cerró los ojos unos momentos.

Se apartó un poco de ella y acto seguido le devolvió el pendiente que acababa de quitarle de la oreja izquierda.

– No he sentido nada.

– Pero el público sabría inmediatamente cómo lo he hecho, ya que no es natural tocar a alguien mientras estás haciendo que le lees la mente (algo en lo que la gente no cree, de todas maneras). Pero si yo anuncio que el truco consiste en parte en que yo pronuncie una palabra tan bajo que nadie más pueda oírla… -Se acercó al oído de Sachs, tapándose la boca con su mano derecha-. ¿Ven? Este gesto es natural.

– No has podido hacerte con el otro pendiente -dijo Sachs riendo; se había tapado la oreja con una mano cuando vio a Kara aproximarse a ella.

– Pero he hecho desaparecer tu collar. Ya no está.

Incluso Rhyme no pudo evitar sentirse impresionado, y divertido, al ver a Sachs palparse el cuello y el escote, sonriendo, aunque algo inquieta por no dejar de perder alhajas. Sellitto se reía como si fuera un niño, y Mel Cooper dejó de ocuparse de las pruebas para ver el espectáculo. La oficial miró a su alrededor para ver si encontraba el collar, y después miró a Kara, que le ofreció su mano derecha, vacía.

– Ha desaparecido -repitió.

– Pero… -apuntó Rhyme desconfiado-. Lo que sí he notado es que tienes el puño de la mano izquierda cerrado y detrás de la espalda. Lo cual es, por cierto, una postura bastante poco natural. Así que me figuro que el collar está ahí.

– ¡Ah! Es usted bueno… -dijo Kara, y después se rió-. Aunque no para observar movimientos, me temo. -Abrió la mano izquierda y estaba vacía, como la otra.

Rhyme frunció el ceño.

– ¿Mantener el puño cerrado y fuera de la vista? Ésa fue la desorientación más importante de todas. Lo he hecho porque sabía que se daría cuenta y su atención se centraría en mi mano izquierda. Lo llamamos «forzaje». Yo le he forzado a pensar que había averiguado mi método. Y, en cuanto se dio cuenta, su mente se cerró y usted dejó de pensar en otras explicaciones de lo sucedido. Y mientras no perdía detalle, usted y todos los demás, de lo que yo hacía con la mano izquierda, aproveché para deslizar el collar en el bolsillo de Amelia.

Sachs se metió la mano en el bolsillo y sacó la cadena.

Cooper aplaudió. Rhyme emitió un gruñido entre dientes, aunque reflejaba que estaba impresionado.

Kara señaló con la cabeza la pizarra con las pruebas.

– Entonces, eso es lo que el asesino va a hacer. Desorientación. Ustedes se creerán que han averiguado lo que se trae entre manos, pero eso ya está en sus planes. Como acabo de hacer yo, él conseguirá que sus sospechas, y su inteligencia, se vuelvan contra ustedes. De hecho, necesita sus sospechas y su inteligencia para que funcionen sus trucos. El señor Balzac dice que los mejores ilusionistas presentan el truco tan bien que pueden aludir directamente al método que están empleando, a lo que van a hacer de verdad. Pero la gente no les cree y miran hacia el lado opuesto. Cuando pasa eso, ya está: tú has perdido y ellos han ganado. -La alusión a su mentor pareció perturbarla; miró al reloj y esbozó una ligera sonrisa-. Ahora sí que he de irme. Ya ha pasado mucho tiempo desde que me fui.