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Cuando regresaron al salón, los invitados saludaron su entrada con una estruendosa ovación y numerosas exclamaciones de admiración. Se representaron las mascaradas y pantomimas preparadas para la ocasión y a continuación empezó el baile. Tratando de disimular su desgana, el rey sacó a bailar a su nueva esposa, pero ante su sorpresa, lady Ana resultó ser una excelente bailarina. En su empeño por agradar al monarca, la joven princesa había aprovechado las lecciones de sus damas. Cuando Enrique Tudor la levantó en el aire y ella rió alegremente el rey se dijo que quizá se había precipitado al juzgarla sólo por su aspecto.

– Nyssa…

Nyssa se volvió al oír su nombre y se encontró frente a Cat Howard, que había acudido en su busca acompañada de… ¡de él!

– Nyssa, te presento a mi primo, Varian de Winter, conde de March. El pobre no tiene pareja y he pensado que quizá tú te compadecerías de él. Sé que te encanta bailar.

Sus ojos eran del verde oscuro de las aguas del río Wye cuando el sol de la mañana acariciaba las orillas bordeadas de setos.

– Es un placer conoceros, señora -dijo el conde haciendo una reverencia.

– Lo mismo digo, señor -contestó Nyssa recordando las normas de educación más elementales y devolviéndole la reverencia a pesar de que los escalofríos recorrían su espalda. Varian de Winter tenía una voz grave y musical y su rostro serio de mirada penetrante hizo que el corazón le diera un vuelco.

– Baila con él, Nyssa -insistió Cat antes de desaparecer en busca de su pareja.

– He oído decir que vuestra reputación deja bastante que desear -dijo Nyssa cuando estuvieron a solas-. Lady Marlowe asegura que el simple hecho de intercambiar unas palabras con vos puede comprometer seriamente la mía.

– ¿Y vos la creéis? -replicó él. A juzgar por el tono de su voz, Nyssa habría jurado que se estaba divirtiendo a su costa.

– Pienso que lady Marlowe, quien por cierto es la mejor amiga de mi tía, es una chismosa y una cotilla -respondió Nyssa-. Sin embargo, ya conocéis el dicho: cuando el río suena, agua lleva. Estamos en un lugar público y rodeados de gente, así que no creo que mi reputación sufra un daño irreparable. Acepto bailar con vos. Mi tía dice que ante todo hay que conservar las formas y los buenos modales.

Varian tomó la mano que la joven le tendía y Nyssa sintió los latidos de su corazón en la garganta. Ambos se unieron al resto de las parejas y bailaron hasta que al final del segundo baile Nyssa advirtió que su tío se había acercado a ellos.

– Nyssa, querida, tu tía desea hablar contigo -dijo mientras le sujetaba con fuerza por el brazo y la separaba de Varían de Winter-. Con vuestro permiso…

– Naturalmente, señor -contestó el conde de March haciendo una reverencia y esbozando una sonrisa sardónica antes de abandonar la pista de baile.

– ¿Cómo te has atrevido…? -siseó Nyssa, furiosa, golpeando el suelo con un pie-. ¡Me has avergonzado delante de toda la corte!

– Mi querida niña, tengo una fe ciega en tu sentido común y tu sensatez, pero ni tu tía ni Adela Marlowe opinan lo mismo. Guarda tu regañina para ellas.

– Me van a oír -murmuró Nyssa entre dientes apartando la mano de su tío de su brazo y avanzando con paso firme hacia el lugar ocupado por su tía y su chismosa amiga.

– ¡Nyssa! -la reprendió Bliss en cuanto la tuvo a su lado-. ¡Te dije que no te acercaras a ese hombre!

Gracias a Dios, Adela os ha visto bailando y ha corrido a avisarme. ¡Cuando pienso en lo que podría haber ocurrido…!

– ¿Qué podía haber ocurrido? -replicó Nyssa-. Estamos en un salón atestado de invitados. ¡En mi vida había pasado tanta vergüenza! Mi amiga Cat Howard me ha presentado al conde y me ha pedido que fuera su pareja de baile. ¡Si me hubiera negado todo el mundo me habría tachado de descortés y maleducada!

– Mi querida niña -intervino Adela Marlowe-, no es extraño que una criatura tan inocente como tú no alcance a imaginar hasta dónde pueden llegar la maldad y la crueldad de un hombre como Varían de Winter, pero recuerda que estás aquí para encontrar un marido de familia decente y respetable. Ningún hombre de buena familia querrá comprometerse con una mujer de reputación dudosa -añadió esbozando una sonrisa que pretendía ser amable pero que a Nyssa le pareció arrogante y desdeñosa.

– ¿Cómo os atrevéis a criticar mi comportamiento y mis modales, señora? -replicó Nyssa con los ojos brillantes de ira-. Vos sois mayor que yo, pero yo soy superior por nacimiento y posición. Si fuera la cabra loca por la que me habéis tomado, quizá me dignara a tener en cuenta vuestros inoportunos comentarios y a aceptar vuestros consejos. Pero no soy ninguna irresponsable y me horroriza pensar que ejercéis una influencia tan maligna sobre mi tía que ésta ha llegado a olvidar de quién soy hija. Sé perfectamente cómo debo comportarme en público. Vos no dejáis de decir que el conde es un hombre malvado y miserable, pero todavía no me habéis dicho en qué basáis vuestras acusaciones. Por lo que he visto esta tarde, Varían de Winter es un caballero amable y educado y un excelente bailarín. ¡Y a pesar de haber bailado con él, yo sigo siendo una dama de reputación intachable! Si tenéis algo que decir a eso, ha blad ahora y si no, no volváis a meteros en mis asuntos.

– ¡Debes decírselo,. Bliss! -exclamó Adela Marlowe volviéndose hacia su amiga-. Si no lo haces tú, lo haré yo.

– ¿Decirme qué? -replicó Nyssa con tono burlón.

– El hombre a quien defendéis con tanto ardor sin conocer su oscuro pasado es un auténtico corruptor de menores -reveló lady Marlowe-. Hace muchos años sedujo a una joven y la dejó embarazada. Cuando la muchacha acudió a él desesperada, el conde le dio con la puerta en las narices y la pobre niña se suicidó. ¿Todavía estáis dispuesta a defenderle, jovencita?

Nyssa estaba impresionada por la historia y se sentía estúpida. Sin embargo, se preguntaba cuánto había de verdad en el relato que acababa de escuchar de labios de la dama más amiga de las murmuraciones de toda la corte.

– Señora -dijo solemnemente-, sois la mujer más chismosa que he conocido en toda mi vida.

escandalizada-. ¡Dis-

– ¡Nyssa! -exclamó Bliss cúlpate ahora mismo!

– Es lady Marlowe quien debe disculparse -replicó Nyssa-. Y tú también, tía Bliss -añadió antes de dar media vuelta y correr en busca de sus amigas. El corazón le latía con fuerza. No habían sido las críticas a Varían de Winter, a quien apenas conocía, lo que le había molestado, sino que su tía y lady Marlowe la trataran como a una niña a pesar de que ya había cumplido diecisiete años.

Adela Marlowe estaba muy pálida y tardó un buen rato en recuperarse de la impresión producida por las palabras de Nyssa.

– ¡Jamás me habían faltado al respeto así! -espetó indignada-. Si esa descarada fuera hija mía le daría una paliza y la mandaría de vuelta a su casa. ¡Es una cabra sin cencerro y terminará mal!

– Nyssa ha sido algo brusca -admitió Bliss-, pero tiene parte de razón. Es una muchacha inteligente y responsable y se ha adaptado muy bien a la vida de palacio. Sabe cuánto esperamos de ella y nunca hará nada que ponga en peligro su reputación. Además, adora a la reina y se nota que es feliz sirviéndola.

– Supongo que su dote hará olvidar sus deslices a su futuro marido -repuso Adela Marlowe dirigiendo una mirada rencorosa a su amiga.

– ¡Quince horas de oscuridad! -se lamentó Enrique Tudor mientras 'se preparaba para recibir a su nueva esposa en su habitación-. La próxima vez que me case con una mujer tan fea como lady Ana lo haré la noche de San Juan, la más corta del año.

– La próxima vez que se case -murmuró el duque de Norfolk poniendo los ojos en blanco-. ¿Habéis oído, Cromwell?

– Vamos, majestad, la noche acaba de empezar

– le consoló el primer ministro-. Apuesto a que al amanecer seréis el hombre más feliz del mundo -añadió tratando de mostrar una seguridad en sí mismo que estaba muy lejos de sentir. El duque de Norfolk sonreía y parecía estar de un humor excelente. ¿Qué tramaba?