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– Exactamente -sonrió el duque, orgulloso de su astuto nieto. Qué lástima que no sea un Howard legítimo, se lamentó. Varian razona como un cortesano pero tiene corazón de campesino. Permanece en la corte para complacerme pero sospecho que cuando el rey le descubra junto a lady Nyssa tendrá que marcharse. Voy a echarle mucho de menos.

El conde de March advirtió que su abuelo se arrebujaba en su batín de terciopelo con cuello de piel y echó otro leño al fuego.

– Contadme los detalles de vuestro plan, abuelo -pidió.

– Lady Rochford administrará un somnífero a todas las damas de honor. Cuando estén dormidas, dos de mis hombres entrarán en la habitación y llevarán a Nyssa Wyndham a tu dormitorio. Luego vendrán aquí, me comunicarán que todo está listo y yo iré en busca del rey. Irrumpiremos en tu habitación, así que asegúrate de ofrecer una estampa convincente. Cuando la abraces seguramente se despertará pero, aunque proteste, nadie creerá en su inocencia. El rey la rechazará y Catherine ocupará su lugar. Prometo recompensarte en cuanto se celebre vuestro matrimonio. Eres el único en quien puedo confiar.

Brillante, se dijo Varían de Winter. A su edad, la mayoría de los hombres se retiran a disfrutar de los pocos años de vida que les quedan, pero Thomas Howard no puede dejar de maquinar planes malvados.

– Tomaré parte en vuestro plan pero quiero tener esas tierras esta misma tarde. No soy tan confiado como mi padre, que en paz descanse.

El duque de Norfolk estalló en ruidosas carcajadas.

– ¡Has salido inteligente como un Howard en vez de confiado como un De Winter! -rió-. Está bien, tú ganas; serán tuyas antes de la puesta de sol.

– Será mejor que cumpláis vuestra promesa o vuestro plan se irá al agua. Y espero que seáis muy generoso conmigo.

– Está bien, está bien. Y ahora vete, muchacho. Todavía tengo muchas cosas que hacer.

– Apuesto a que sí -contestó el conde de March haciendo una reverencia a su abuelo y abandonando la habitación.

El dormitorio de Varían de Winter se encontraba cerca del de su abuelo, un signo inequívoco del cariño que el duque sentía por su nieto. Había vivido con su padre en Winterhaven hasta el día de su sexto cumpleaños. Hasta entonces, había visto al abuelo Howard unas cuantas veces y aquel día le recordaba de pie junto al sillón de su padre, en la biblioteca, discutiendo con él su futuro.

– Es hora de llevar al niño al hogar que nunca debería haber abandonado -había dicho el abuelo-. Ha pasado estos seis años entre campesinos y tiene los modales de un cabrero. Es mi único nieto y deseo que se críe como tal.

– ¡También es mi único hijo! -había protestado débilmente Enrique de Winter-. Pero tenéis razón, señor. Yo ya he hecho todo lo que tenía que hacer en esta vida y deseo morir aquí, pero Varían debe conocer otros lugares y a otras gentes antes de decidir cómo desea vivir. Vos sois la persona más indicada para enseñarle todo cuanto necesita saber. Podéis llevároslo pero deberá pasar los veranos aquí conmigo para que no olvide que nació De Winter. Es todo cuanto tengo y voy a echarle mucho de menos.

Así había sido cómo Varían había ido a vivir con el duque de Norfolk y había crecido junto a los dos hijos que su abuelo había tenido con su segunda esposa. Enrique Howard había nacido al año siguiente de su llegada y Varían tenía diez años cuando nació su tía María.

Cuando tenía quince años, su tío Enrique había seducido a la hija de unos granjeros. El furioso padre había propinado una monumental paliza a la joven en un vano intento por averiguar el nombre de su amante pero la muchacha sólo había revelado que se trataba de «uno de los señores». Había vuelto a ver a Enrique en secreto pero éste, temeroso de su poderoso padre y avergonzado por tener que admitir su pecado delante de su madre, había hecho oídos sordos a sus súplicas. Desesperada, la joven se había colgado de una viga del granero de su padre y el escándalo se había desatado entre los sirvientes del duque.

Thomas Howard se había puesto furioso al enterarse de la verdad. A pesar de sus defectos, era un hombre justo y se enorgullecía de haber apoyado a su prima Bess cuando ésta se había encontrado en las mismas circunstancias, aun sabiendo que no podía casarse con ella porque estaba comprometido con otra mujer. Su hijo se había comportado como un cobarde pero entonces había aparecido su nieto ofreciéndose a cargar con toda la culpa y a limpiar el nombre de la familia. Se olvidó que el joven Varian de Winter se encontraba en casa de su padre el verano en que la hija del granjero fue seducida y se recordó de repente que la difunta madre del conde de March había sido la hija bastarda del duque. Todos hablaban de su atractivo y las mujeres imaginaban en secreto que se convertían en sus amantes. Algunas lo hicieron y no sólo disfrutaron con la experiencia sino que se lo contaron unas a otras. Las madres de buena familia empezaron a apartar a sus hijas de su lado y pronto adquirió una reputación de seductor sin escrúpulos.

Pero hacía tiempo que Varian de Winter deseaba casarse y formar una familia. Era el último descendiente de la familia De Winter y debía tener hijos si quería perpetuar el apellido de su padre. Sin embargo, el escándalo le perseguía allá a donde fuera. Ningún padre de familia estaba dispuesto a entregar a su hija a un villano que había abandonado a su amante embarazada.

Empezaba a pensar que no debería haber sido tan generoso con su abuelo. Si Enrique se hubiera atrevido a confesar la verdad, se le habría perdonado su pequeño desliz y se habría culpado a su juventud e inexperiencia, pero Varian tenía veintiún años cuando había confesado ser el amante de la hija del granjero y todos habían convenido en que a esa edad un hombre debe aceptar sus responsabilidades, sobre todo un descendiente de la rama bastarda de los Norfolk. Incluso su abuelo estaba de acuerdo en que aquella no había sido la mejor solución. Ahora era demasiado tarde. Cuando se despertara al día siguiente estaría casado por muy repulsivo y despreciable que le pareciera el método empleado por su abuelo para conseguirle una esposa. Suspiró resignado y llamó a su criado personal. El joven acudió a su llamada presuroso.

– ¿Cuándo fue la última vez que cambiaste las sábanas de mi cama, Toby? -preguntó el conde.

– ¿Vamos a tener visitas esta noche, señor? -repuso el muchacho esbozando una sonrisa picara-. Dejadme pensar… por lo menos hace dos semanas. Tenéis razón; ya es hora de cambiarlas. Estoy seguro de que la dama lo merece. Iré a pedir sábanas limpias al ama de llaves del duque.

– Antes de irte prepárame el baño -pidió Varian de Winter.

– Debe tratarse de una dama muy especial -dijo Toby enarcando una ceja antes de abandonar la habitación.

Tiene suerte de ser un simple criado, pensó el conde March. El pobre no imagina lo difícil que resulta vivir en la corte cuando se es el nieto del duque de Norfolk. Había dicho especial… Sí, sin duda Nyssa Wynd-ham era una mujer muy especial. Ella tampoco imaginaba la trama que se tejía alrededor de su inocente persona. ¡Dios mío!, suspiró. Espero que el rey tenga piedad de nosotros y no nos mande a morir a la Torre.

Su abuelo le había dorado la pildora todo cuanto había podido, pero ambos sabían que el rey era un hombre de carácter imprevisible. Si a Enrique Tudor se le había metido en la cabeza que Nyssa debía ser la próxima reina de Inglaterra, pagarían con sus vidas. Ni siquiera su primita Catherine sería capaz de aplacar la ira del rey.

¿Por qué había aceptado tomar parte en el plan de su abuelo? ¿Por qué no había tratado de convencerle de que no valía la pena provocar a su majestad? ¿Es que no había aprendido nada del fracaso de Ana Bolena? Saltaba a la vista que no. Se las había arreglado para conservar su puesto de tesorero mientras que el resto de los implicados en el escándalo lo habían perdido todo, incluso sus vidas. La mejor virtud y el peor defecto de Thomas Howard eran su amor infinito por el poder.