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– Señora, vuestra madre jamás me mintió. Me apena comprobar que no os parecéis a ella en nada.

– ¡No estoy mintiendo! -sollozó Nyssa.

– ¿Me tomáis por tonto? -rugió Enrique Tudor-. Os encuentro desnuda en compañía de un hombre igualmente desnudo, ¿y todavía os atrevéis a negar la evidencia? ¿Pretendéis hacerme creer que llegasteis aquí por arte de magia? Si no habéis venido por voluntad propia, decidme: ¿qué hacéis en la cama del conde de March?

– ¡No lo sé!

– Majestad -intervino el arzobispo-, propongo ir a buscar a la tía de lady Nyssa. Salta a la vista que la muchacha se siente culpable y quizá algo de compañía femenina le haga reflexionar. Mientras tanto el obispo Gardiner y yo prepararemos la capilla de palacio para que la boda pueda celebrarse cuanto antes. Estoy seguro de que nuestros tortolitos sienten mucho haber disgustado a su majestad.

– Está bien, podéis marcharos -accedió el rey mirando a la joven pareja con gesto hosco-. Les quiero casados antes de una hora. El duque y yo mismo seremos los testigos. Lord De Winter, mañana a primera hora quiero una prueba de que el matrimonio ha sido consumado, ¿me habéis entendido? No voy a permitir que esta unión se anule.

– Sí, majestad -contestó Varían de Winter-. Os aseguro que me siento muy feliz por casarme con kdy Nyssa y prometo ser el mejor de los maridos. ¿Dais vuestro permiso para que le pongamos vuestro nombre a nuestro primer hijo?

– ¡Pero yo no quiero casarme con este hombre!

– protestó Nyssa-. ¡No le conozco y no le amo! ¡Yo sólo me casaré por amor!

– ¿Cómo podéis decir que no le conocéis? -exclamó Enrique Tudor volviendo a montar en cólera-. ¡Os he encontrado desnuda en su cama! Me temo que sois más tonta de lo que parecéis. ¿Quién creéis que aceptará casarse con vos cuando se sepa lo ocurrido esta noche? En este palacio las paredes oyen y os aseguro que a los ojos de la corte sois una perdida. Prometí a vuestra madre que cuidaría de vos como si fuerais mi hija, pero debéis aceptar las consecuencias de vuestros actos. No tenéis elección, lady Nyssa: os casaréis con lord De Winter porque yo, vuestro rey, así lo ordeno. Atreveos a desobedecer mis órdenes y seréis acusada de traición. Vuestra madre siempre ha sido mi subdita más fiel y no espero menos de vos. Por lo menos vuestro marido es un hombre de sangre noble -se consoló-. Espero que os guste este hombre porque no tenéis elección. Os casaréis con él dentro de una hora

– concluyó antes de dar media vuelta y abandonar la habitación seguido por el duque de Norfolk.

Los dos jóvenes se miraron durante unos segundos sin saber qué decir.

– ¿Os importaría explicarme cómo he llegado hasta aquí, señor? -preguntó Nyssa finalmente.

– No es el mejor momento para…

– ¡Tengo derecho a saberlo! -insistió ella apartando la mirada de los ojos de Varían de Winter-. Me acosté en la habitación de las damas y me he despertado en vuestra cama.

– Prometo que os lo explicaré con todo detalle más tarde -dijo el conde-. Sé que no tengo derecho a pediros nada, pero confiad en mí, por favor. No os haré ningún daño.

– ¿Que confíe en vos, señor? -exclamó Nyssa volviéndose para mirarle-. ¡Dadme una buena razón para hacerlo! Tenéis una malísima reputación y, sea lo que sea lo que ha ocurrido esta noche, apuesto a que no se trata de algo noble y respetable. Mis padres me prometieron que podría escoger a mi marido y ahora un hatajo de indeseables a quienes no conozco han tomado esa decisión por mí. ¡Os odio por ello y exijo una explicación!

– La tendréis, pero ahora no es el momento. Debéis tener paciencia.

– ¡La paciencia no es una de mis virtudes! -espetó-. Todavía tenéis que aprender muchas cosas de vuestra nueva esposa.

– ¿Cuántos años tenéis? -preguntó Varian de Winter.

– Cumplí diecisiete años el último día del mes de diciembre -contestó Nyssa-. ¿Y vos?

– Cumpliré treinta el última día de este mes -contestó él esbozando una sonrisa. Nyssa tenía razón: apenas se conocían.

Tiene una sonrisa bonita, pensó Nyssa. Casi me gusta. Casi.

– ¿Dónde vivís cuando no estáis en la corte?

– Mis tierras están junto al río Wye, al otro lado de vuestro hogar de Riverside -contestó-. Mi casa está en lo alto de una colina situada a unos mil quinientos metros de la orilla del río. Mi propiedad se llama Win-terhaven y limita con las tierras de vuestro tío, lord Kingsley.

– ¿Y por qué no os había visto hasta que llegué a la corte? -preguntó Nyssa, extrañada.

– Porque he vivido en la casa del duque de Norfolk desde que tenía seis años. Mi padre, Enrique de Winter, murió cuando vos erais muy pequeña. Sólo paso en Winterhaven unas semanas cada verano y no salgo mucho cuando estoy allí. Si me hubiera relacionado con mis vecinos nos habríamos conocido mucho antes. Espero no decepcionaros, pero deseo abandonar la corte y trasladarme al campo. Imagino que palacio debe ser un lugar fascinante para una joven como vos, pero yo estoy cansado y deseo cambiar de aires.

– Estaba deseando que el rey resolviera sus problemas con lady Ana para regresar a mi casa. No me da ninguna pena abandonar la corte -añadió antes de advertir que estaba temblando. ¿Era frío lo que sentía o temblaba de rabia?

Alguien llamó a la puerta y, antes de que Varían de Winter pudiera decir «Entre», Bliss Fitzhugh irrumpió en la habitación. Cuando descubrió a su sobrina desnuda junto al conde de March abrió unos ojos como platos.

– ¿Cómo has podido hacer algo así, Nyssa? -se lamentó con lágrimas en los ojos-. El rey acaba de propinarme una severa regañina y se ha empeñado en que os caséis. Y vos… -masculló entre dientes volviéndose hacia el conde-. Sois un miserable. Habéis seducido a una niña inocente ¡pero esta vez no podréis huir si queda embarazada!

– Ya que vamos a ser parientes, no tendré en cuenta vuestras ofensivas palabras -contestó Varían de Winter con toda la dignidad con que puede hablar un hombre medio desnudo-. Me temo que la informa ción que habéis recibido de vuestra chismosa amiga, lady Marlowe, no es del todo exacta. Cuando nos conozcamos mejor os daré mi versión de los hechos y confío en que sabréis distinguir la verdad de los comentarios malintencionados, lady Fitzhugh.

Bliss ahogó una exclamación de asombro y Nyssa sofocó una risita. Conocía a poca gente que supiera poner a su tía Bliss en su sitio cuando ésta era impertinente.

– Y tú, ¿de qué te ríes? -la regañó la dama-. Tus padres se llevarán un gran disgusto cuando conozcan lo ocurrido esta noche. ¡Sal de esa cama inmediatamente! -ordenó recogiendo el camisón del suelo y arrojándoselo a-la cara-. Debes prepararte para la ceremonia. ¡Y vos, señor, será mejor que empecéis a vestiros si deseáis llegar a tiempo a vuestra boda!

El conde de March se envolvió en el edredón y desapareció en el interior del vestidor donde guardaba sus ropas mientras Nyssa se ponía el camisón y saltaba de la cama.

– Es un hombre muy atractivo -le susurró su tía al oído-. ¡Y además es un Howard! Te felicito, sobrina: has cazado un pez gordo.

– Yo no he cazado nada -protestó Nyssa.

– ¿Qué te vas a poner? -siguió diciendo Bliss sin prestar atención a las protestas de su sobrina-. ¡El rey te espera en la capilla! ¿Qué vamos a hacer? No puedes presentarte delante de su majestad en camisón. ¡Ya lo tengo! Puedes ponerte mi abrigo encima. Es de terciopelo rosa y tiene el cuello de piel. El color te sentará bien pero primero debes cepillarte el cabello. ¡Señor De Winter! -llamó-. ¡Necesito un cepillo!

Envolvió a su sobrina en su abrigo con cuello de piel de armiño y se lo abrochó antes de tomar el cepillo que Varían de Winter le tendía y empezar a desenredarle el cabello. Las lágrimas rodaban por sus mejillas.

– Tu madre nunca me lo perdonará -sollozó-. ¡Le hacía tanta ilusión asistir a tu boda! ¡Tony se pondrá furioso, lo sé! Sabes que te adora y que no quería que vinieras a la corte.