– Ya no sois dama de honor de la reina. No merecéis tal honor.
– Sí, majestad -contestó Nyssa bajando la cabeza-. Sin embargo, os pido que me dejéis seguir sirviendo a lady Ana durante un tiempo. Me necesita más que nunca.
Esta muchacha es más inteligente de lo que parece, pensó Enrique Tudor. Saltaba a la vista que sabía que Ana de Cleves pronto dejaría de ser reina de Inglaterra pero aun así deseaba permanecer a su lado hasta el final. Era una subdita tan fiel como su madre.
– Está bien -accedió-. Mañana a primera hora diréis a su majestad que sois una mujer casada y que yo os he dado permiso para continuar a su servicio por el momento.
– Os lo agradezco mucho, majestad -dijo Nyssa haciéndole una reverencia.
– No sé por qué soy tan generoso con vos -gruñó Enrique-. Esta noche os habéis portado muy mal pero el cariño que me une a vuestra madre me hace ser indulgente. Si queréis corresponder a mi generosidad y contentarme, sed tan buena esposa como ella.
Dicho esto, extendió la mano para que Nyssa se la besara y se volvió hacia el conde de March.
– Recordad que quiero ver la prueba de la consumación de vuestro matrimonio mañana a primera hora. Si me queda la menor duda haré que el doctor Butts examine a vuestra esposa -dijo antes de abandonar la capilla seguido de los dos clérigos.
– Nyssa, yo… -sollozó Bliss-. No sé qué decir…
– Buenas noches, tía Bliss -contestó Nyssa-. Buenas noches, tío Owen.
Owen Fitzhugh la tomó del brazo y la arrastró hacia el exterior. Sólo quedaban tres personas en la capilla.
– ¡Buen trabajo, Varían! -exclamó el duque de Norfolk, satisfecho, mientras sujetaba a Nyssa por la barbilla. Clavó sus implacables ojos oscuros en los de la joven y sonrió al comprobar que ésta no parecía tenerle miedo-.Tenías razón: es preciosa y tiene carácter. Te dará muchos hijos.
Nyssa se apartó de él con brusquedad.
– ¿Por qué tengo la impresión de que sois el responsable de esto? -espetó furiosa-. ¡Exijo una explicación!
– Llévate a esta fierecilla a la cama y haz de ella una mujer -ordenó Thomas Howard sin hacer caso de las protestas de la muchacha.
– ¡Qué hombre tan arrogante! -bufó Nyssa, indignada, cuando se hubo marchado.
– Tenéis razón; es arrogante pero también es muy inteligente. Venid conmigo. Sólo falta que alguien nos descubra vagando por los pasillos a medianoche. Vamos, lady Nyssa; conozco un atajo.
– ¿Dónde vamos?
– A los aposentos de mi abuelo -contestó Varian de Winter tomándola de la mano e iniciando la marcha-. He ordenado que nos preparen una habitación y un poco de vino para brindar por nuestra unión, ya que nadie ha querido hacerlo en la capilla.
Nyssa advirtió que tenía los pies helados. Mientras recorría los pasillos de puntillas se preguntaba si su marido también sentiría frío. ¡Estoy casada!, se repetía una y otra vez. ¿Cómo ha ocurrido? ¡Debo saberlo! En cuanto llegaron a su destino y su marido hubo cerrado la puerta de la habitación, se volvió hacia él y le interrogó con la mirada.
– ¿Vais a decirme de una vez cómo he llegado a vuestra cama y para qué? No habrá nada entre nosotros hasta que no me expliquéis hasta el último detalle -aseguró.
– Os diré la verdad, lady Nyssa -empezó Varian de Winter-: El licor que lady Rochfprd os ofreció anoche llevaba un potente somnífero. Últimamente se ha hablado mucho del afecto que su majestad parecía sentir por vos. No tardará en volver a casarse y se temía que vos fueseis la elegida.
– ¿Quien lo temía? ¿El duque de Norfolk? Quiero saber quién es el responsable de esta conspiración.
– Tenéis razón -contestó Varian de Winter-. Mi abuelo está detrás de todo esto. Opina que existe otra persona más preparada para ocupar ese puesto. Thomas Howard es un hombre muy ambicioso y haría cualquier cosa por llevar a su familia a lo más alto -suspiró-. Sus métodos no me parecen los más adecuados pero es mi abuelo y, a pesar de sus defectos, le quiero. Mi madre era su hija bastarda pero él le dio todo su cariño y la casó con un hombre que la hizo muy feliz. Cuando murió, mi abuelo siguió visitándome con frecuencia y siempre me traía regalos por mi cumpleaños y Reyes. Cuando cumplí seis años me trajo a vivir con él. No es muy cariñoso y algunos le tienen por un hombre cruel pero le quiero y sé que, en el fondo, él también me quiere.
– Así que por culpa de la ambición de los Howard me han sido arrebatados mis sueños, ¿no? -concluyó Nyssa-. Toda mi vida he dicho que el día^de mi boda celebraría una gran fiesta a la que asistirían ambas familias. Yo luciría un vestido de satén de color blanco bordado en tisú plateado y perlas y adornaría mi cabello con perlas. Mi padrastro me acompañaría hasta la iglesia donde se casaron mis padres y allí me entregaría a mi esposo -sollozó-. Después de la ceremonia celebraríamos una gran fiesta en Riveredge a la que asistirían mis abuelos y mis tíos. Mi prima María Rose y otras primas más jóvenes serían mis damas de honor. Bailaríamos durante todo el día y Violet, mi ama de cría, lloraría de emoción. Mi esposo debía ser un hombre que me conociera bien y me amara; un hombre que se hubiera ganado el respeto de mi familia. ¡Y ahora no tendré nada de eso porque vuestro abuelo pensó que el rey se había encaprichado de mí! Decís que Thomas Howard ha encontrado a la mujer perfecta para ocupar la cama del rey y el trono de Inglaterra, pero ¿era necesario arruinar mi reputación y el buen nombre de mi familia? ¡Malditos seáis vos y vuestro abuelo, Varian de Winter! -gritó.
Varían de Winter hizo ademán de abrazarla pero Nyssa saltó como un gato rabioso.
– ¡No os atreváis a ponerme la mano encima! -gritó secándose las lágrimas con el dorso de la mano-. ¡Os odio! ¡La ambición sin límites de vuestra familia ha destrozado mi vida!
– ¿Que yo os he destrozado la vida? -replicó Varían de Winter empezando a perder la paciencia-. ¿Que os he destrozado la vida casándome con vos? ¿Qué otro caballero lo habría hecho después de lo ocurrido esta noche?
– Yo no he tenido nada que ver con lo ocurrido esta noche -contestó Nyssa-. Tenéis muy mala memoria.
– Estoy enamorado de vos desde que os vi por primera vez-confesó Varían de Winter.
– ¿Cómo os atrevéis a decir algo así? -repuso Nyssa, cada vez más furiosa-. Si me amarais no habríais accedido a tomar parte en los planes de vuestro abuelo.
– Os amo lo bastante como para permitir que mi abuelo me utilizara para conseguir sus propósitos. ¿Creéis que al duque de Norfolk le importa lo que le ocurra a una pobre niña como vos? Cuando me reveló su plan traté de disuadirle pero no tardé en darme cuenta de que estaba decidido a llevarlo a cabo, con o sin mi colaboración. ¿Qué creéis que habría ocurrido si hubiera permitido que otro ocupara mi lugar esta noche? Mi abuelo no habría dudado en llamar a cualquier sinvergüenza sin escrúpulos que no habría dudado en deshonraros de verdad. Si hubierais sido descubierta en compañía de uno de los guardias, ¿quién habría aceptado casarse con vos a pesar de vuestra riqueza? Nuestro precipitado matrimonio causará un gran alboroto, pero pasará pronto. Además, pienso abandonar palacio en cuanto sea posible.
¡Ya estaba todo dicho! Había explicado a Nyssa los detalles del malvado plan de su abuelo y le había confesado su amor. Tendió una mano a su esposa, pero ésta le respondió con un manotazo.
– ¡Ahora lo entiendo! -bufó-. Vuestro abuelo se ha salido con la suya y vos habéis conseguido una esposa rica. No me extraña que hayáis accedido a tomar parte en esta conspiración. Aseguráis que nadie estaría dispuesto a casarse conmigo después de lo de esta noche pero yo me pregunto quién querría casarse con vos. Tenéis tan mala reputación que ningún padre desea confiar a su hija al desalmado que abandonó a su esposa embarazada y la empujó al suicidio -le acusó-. ¡Sólo podíais obtener una esposa decente mediante el engaño y la mentira, y eso es exactamente lo que habéis hecho!