Выбрать главу

– Si lo ha dicho el rey… -murmuró lady Browne bajando la mirada, avergonzada.

– Quiero ver a la reina -pidió Nyssa.

– ¡Descarada! -siseó alguien a su espalda.

– Diré a su majestad que estáis aquí-intervino Cat Howard saliendo en defensa de Nyssa.

Nyssa hizo un esfuerzo para no estallar en carcajadas. Sus compañeras se sentían superiores y creían saber lo ocurrido pero en realidad no tenían ni idea de lo que se estaba tramando en la corte. De momento le resultaba divertido pero no quería seguir siendo objeto de las miradas suspicaces de todo palacio. Estaba deseando abandonar la corte y no regresar nunca más.

Cat volvió minutos después con los ojos brillantes y una sonrisa en los labios.

– Su majestad os espera, lady De Winter -anunció haciéndole una reverencia y guiñándole un ojo.

– Gracias, señora -contestó Nyssa devolviéndole la reverencia.

Afortunadamente, la reina había pedido que las dejaran a solas para poder hablar con libertad. Nyssa se arrodilló frente a ella.

– ¡Mi querida amiga! -saludó Ana de Cleves corriendo a abrazarla-. ¡Siento tanto lo ocurrido! Lady Rochford me ha contado todo.

– Ha sido obra del duque de Norfolk -empezó Nyssa levantándose y sentándose junto a lady Ana-. Él sólo deseaba desacreditarme a los ojos del rey y vos sabéis por qué. Lady Rochford es cómplice del duque y le informa de todo cuanto ocurre aquí. ¿Sabíais eso?

– Lo sospechaba -asintió la reina-. ¡Nunca habría creído al duque capaz de obligar a su nieto a violarte! -añadió indignada.

– No fui violada, majestad -replicó Nyssa-. Lady Rochford puso un somnífero en la bebida que nos ofreció anoche.

Cuando hubo terminado de relatar su historia, la reina negó con la cabeza apesadumbrada.

– No puedo creer que se hayan ideado tantas intrigas y maquinaciones sólo para folfer a casar a Hendrick -murmuró-. Compadezco a Cat pero ella parece feliz. ¡No sabe lo que le espera!

– Tiene buen corazón pero es ambiciosa como el resto de los Howard. Es algo que se hereda de padres a hijos.

– ¿Y tu marido, Nyssa? ¿También corre por sus fe-nas la ambición de los Howard?

– Mi marido es un De Winter, majestad, y espero que de ahora en adelante se comporte como tal -respondió Nyssa-. En cuanto a nuestro matrimonio, Varían parece un buen hombre pero es.un completo desconocido. Espero aprender a amarle.

– A juzgar por cómo hablas de él, yo diría que ya has empezado a amarle. ¿Le habías visto alguna vez?

– Bailé con él el día de vuestra boda.

– Quizá el arzobispo acceda a anular vuestra unión cuando se haya solucionado el asunto de mi divorcio y Hendrick se haya casado de nuevo.

– No hay razón para anular este matrimonio, señora -confesó Nyssa-. El rey ordenó que fuera consumado inmediatamente y el duque de Norfolk se ofreció a llevarle la prueba de que así había sido.

– Una vez me diguiste que el rey ser despiadado e implacable pero yo resistí a creerte porque a mí siempre me había tratado bien. Sin embargo, su comportamiento en este asunto prueba que es hombre sin corazón.

– La escena que encontró era tan chocante que se puso furioso -replicó Nyssa saliendo en defensa de su monarca-. Prometió a mi madre cuidar de mí como si fuera su propia hija y no sospecha que Thomas Ho-ward maquina a sus espaldas. Al ver que mi reputación podía quedar manchada para siempre hizo lo que creyó mejor para limpiar el nombre de mi familia. Ordenó que el conde y yo nos casáramos inmediatamente y si insistió en que el matrimonio se consumara esta misma noche lo hizo para evitar una anulación o un divorcio posterior. Recordad que soy una heredera.

– Esos Howard están tan ambiciosos… -se lamentó la reina.

– Así es, señora.

– ¿Cuándo te vas?

– En cuanto su majestad se encuentre instalada en su nuevo hogar y no necesite de mis servicios -contestó Nyssa-. El rey me ha dado permiso para seguir a vuestro lado. No pienso dejaros cuando más me ne cesitáis. ¡Habéis sido tan buena conmigo! -exclamó tomando la mano de lady Ana y besándola.

Aunque había sido educada para ocultar sus sentimientos, la reina sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Todos sus subditos y los nobles de palacio la habían recibido calurosamente pero Nyssa Wyndham era especial.

– Ja, -dijo estrechándole la mano cariñosamente-. Te quedarás conmigo hasta que todo se haya solucionado, ¿verdad? Será mejor que llame al resto de las damas. A partir de ahora serás la encargada de mis joyas hasta el día que Hendrick diga que ya no soy reina de Inglaterra.

Nyssa le hizo una reverencia y salió en busca de las damas encargadas de ayudar a su majestad a vestirse. Cuando éstas hubieron desaparecido en el interior de la habitación de la reina, las damas de honor se agolparon a su alrededor quitándose la palabra de la boca y acribillándola a preguntas sobre su precipitado matrimonio.

– Ya conocéis la versión oficial -contestó Nyssa-. No puedo decir nada más pero os pido que seáis amables con mi marido. No es tan malvado como algunos pretenden hacer creer.

– ¿Es un buen amante? -preguntó Cat Howard con una sonrisa maliciosa.

– El dice que sí -contestó Nyssa muy seria.

– ¿Y qué dices tú? -insistió Cat-. ¿Se te curvaron los dedos de los pies y gemiste de placer?

– Nunca había estado con un hombre antes, así que no puedo hacer comparaciones. No tengo más remedio que creerle.

– Yo creo que ha estado enamorado de ti desde el día que te conoció -intervino Elizabeth Fitzgerald-. Solía mirarte cuando creía que nadie le veía.

– Los irlandeses sois unos románticos incurables -replicó Nyssa-. Además, ¿cómo sabes que no dejaba de mirarme? ¿Le mirabas tú a él?

– Sí-confesó Bessie enrojeciendo hasta la raíz del cabello-. Los hombres atractivos con un pasado dudoso me parecen cien veces más interesantes que los que son simplemente atractivos. Dicen que nosotras, las irlandesas, sentimos debilidad por ese tipo de hombres.

– ¿Vas a dejarnos? -preguntó la pequeña Kate Carey.

– El rey me ha dado permiso para seguir sirviendo a la reina hasta que ésta deje de necesitarme. A partir de ahora me encargaré de sus joyas.

– Sospecho que muy pronto ninguna de nosotras estará aquí -repuso Kate-. Supongo que tú volverás al campo, ¿verdad, Nyssa? Tengo la impresión de que no vas a echar de menos la vida de palacio.

– Tienes razón, Kate. Me ha gustado servir a la reina y me alegro de haber hecho tan buenas amigas pero, al igual que mi madre, soy una mujer del campo. El río Wye separa las tierras de Varian de las mías y doy gracias a Dios porque no tendré que separarme de mi familia.

– ¿Crees que con el tiempo aprenderás a amar a tu marido? -preguntó Bessie.

– Poco importa si le amo o no -replicó Nyssa poniéndose seria de repente-. La cuestión es que estamos unidos en matrimonio hasta que la muerte nos separe. Pero no temáis por mí, mis queridas amigas. Reservad vuestra compasión para otras menos afortunadas que yo.

– Me gustaría hablar con Nyssa a solas -intervino Cat Howard-. Será mejor que vayáis a atender a la reina antes de que el resto de las damas empiece a preguntarse dónde estamos y salga a curiosear.

Bessie y Kate se apresuraron a obedecer.

– ¿Qué quieres ahora, Cat? -preguntó Nyssa cuando estuvieron solas-. ¿No crees que ya he hecho suficiente por ti?

Catherine Howard tuvo la decencia de ruborizarse al recibir el amargo reproche de su amiga.

– Ya conoces a mi tío -se defendió-. ¿Te atreverías a desafiarle? Es un adversario temible y yo no tengo el poder ni el valor necesarios para desobedecerle. Quiere a otra Howard en el trono de Inglaterra y esa Howard soy yo.

– Podías haberte negado, pero no lo hiciste porque en el fondo te atrae la idea de ser reina -la acusó Nyssa-. Enrique Tudor no es precisamente un marido de fiar: se divorció de la reina Catalina, decapitó a tu prima Ana, lady Jane murió tras dar a luz a su hijo y está a punto de anular su matrimonio con lady Ana. ¿Quién te asegura que no encontrará la manera de deshacerse de ti cuando se canse de tus carantoñas o una mujer más joven y bonita que tú le robe el corazón? Te has metido en la boca del lobo y me temo que ya es demasiado tarde para escapar.