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– Has heredado el genio de tu tía y el sentido práctico de tu madre -rió Owen Fitzhugh-. Está bien, Nyssa; te acompañaré a casa. Es una suerte que decidiéramos prolongar el contrato hasta el mes de junio.

La casa de Greenwich era una vivienda espaciosa rodeada por un inmenso jardín que había sido construida en tiempos del rey Enrique VIL La amplia habitación de Nyssa tenía su propio vestidor y un pequeño cuarto para Tillie. Había estado tan atareada durante su estancia en Greenwich que apenas la había ocupado, pero ahora se alegraba de tener un lugar donde refugiarse del duque de Norfolk.

Grandes paneles de madera de roble cubrían las paredes. Un cómodo sillón situado junto al amplio ventanal y la cama con colgaduras de terciopelo se encontraban frente a la chimenea junto a la que había un banco de madera cubierto de almohadones. Una cómoda y una mesilla de noche completaban el mobiliario de la habitación.

– ¡Tillie, prepárame el baño! -gritó en cuanto llegó-. Me muero por un baño de agua caliente perfumada con esencia de lavanda. El olor de las lavandas me recuerda a Riveredge. Gracias a Dios, pronto volveremos a casa.

– Creía que íbamos a vivir en casa de vuestro marido -repuso Tillie.

– Primero iremos a Riveredge -aseguró Nyssa-. Quiero que mis padres conozcan a lord De Winter antes de que nos instalemos en Winterhaven. La noticia de mi matrimonio les causará una gran impresión.

– ¿Y quién se lo va a decir? -inquirió la doncella-. Seguro que mi tía Heartha me echa la culpa por lo ocurrido -se lamentó.

– ¡No digas tonterías! -rió Nyssa-. Tú no tienes ninguna culpa. Pero tienes razón: tengo que encontrar la manera de darles una noticia como ésta. Podría escribirles una carta, pero no me parece una buena idea. ¡Mi padre se pondría furioso y no tardaría en presentarse aquí exigiendo responsabilidades! Pediré a tío Owen y a tía Bliss que me aconsejen -decidió.

Tillie asintió. Como su señora, no creía que una carta fuera la mejor manera de comunicar a los condes de Langford que su hija mayor se había casado a medianoche obligada por el rey.

– Iré a buscar la bañera.

La enorme tina de madera fue llevada junto a la chimenea que Tillie había encendido. La joven atizó los carbones y añadió más madera hasta que las llamas se avivaron mientras los criados entraban y salían de la habitación cargados con cubos de agua caliente. Tillie llenó de agua una vieja tetera y la colocó sobre las brasas para añadirla al agua del baño cuando ésta empezara a enfriarse. Cuando los criados hubieron abandonado la habitación, vertió medio frasco de esencia de la-vanda y el perfume se extendió por toda la estancia.

Mientras su doncella y los criados se afanaban en preparar el baño, Nyssa se acomodó junto a la ventana y contempló el río que, como una cinta plateada, atravesaba las verdes colinas. Aquel paisaje le recordaba a su casa. Con un suspiro resignado, se puso en pie y dejó que Tillie la ayudara a desvestirse. El agua caliente y perfumada le relajó el cuerpo y la mente. Trabajar en palacio no había estado mal y, aunque las cosas no habían salido como esperaba, había cumplido su misión: volver a casa con un marido. Gracias a Dios, dentro de pocas semanas regresaría a casa; a Riveredge; a Winterhaven.

Winterhaven… ¿Sería una casa bonita? ¿Sería tan bonita como Riveredge o su casa de Riverside? ¡Pobre vieja casa de Riverside, nunca más vivirá una familia allí!, se lamentó. Lady Dorothy, la hermanastra de su padre y madre de su padrastro, había vivido allí durante mucho tiempo, pero la dama tenía casi setenta años y prefería quedarse en Riveredge con el resto de la familia.

Será para mi segundo hijo, decidió. Los segundones a menudo se quedan sin herencia. ¡Un segundo hijo, que idea tan absurda! ¿Cómo podía pensar en un segundo hijo cuando el primero ni siquiera había nacido todavía? No estaba segura de que fuera a ser feliz con un hombre a quien no amaba. ¿Y si no podía tener hijos? ¿Y si sólo tenía hijas? ¿Era justo que nacieran niños en un matrimonio construido sobre el resentimiento y la desconfianza? Varian aseguraba que la amaba. ¡Qué tontería! ¡Si ni siquiera se conocían…! Bueno, se conocían como hombre y mujer, pero sólo había ocurrido una vez y Varian había pronunciado aquellas palabras antes de tomarla. Seguramente lo había dicho para ser amable.

Mientras lavaba a su señora, Tillie advirtió que ésta estaba muy callada. ¿Pensaba en el atractivo hombre que el rey le había obligado a tomar por esposo? Aquella mañana las otras doncellas la habían seguido a todas partes en un vano intento de averiguar los detalles de la repentina boda de su señora con el misterioso lord De Winter. Hombres y mujeres que nunca le habían hecho el menor caso revoloteaban a su alrededor tratando de llamar su atención y le preguntaban cuánto tiempo llevaban lady Nyssa y el conde viéndose en secreto y si su señora era virgen cuando llegó a la corte. Pero Tillie les había mandado a paseo y había asegurado que no sabía más que ellos. ¿Desde cuándo las damas confiaban sus secretos a sus doncellas? Sus interlocutores, personas orgullosas que la despreciaban por su origen humilde, la habían creído.

Algo decepcionadas, las criadas también la habían dejado en paz pero May, la doncella de lady Fitzhugh, la había llamado aparte.

– Bien hecho, muchacha -había dicho-. Tu tía Heartha estará orgullosa de ti.

Al igual que Tillie, May era considerada parte de la familia y también conocía la verdad. De repente, la puerta de la habitación se abrió y el conde de March hizo su aparición.

– Buenas noches, señoras -saludó-. Toby me ha dicho que vamos a vivir aquí hasta que nos traslademos a Winterhaven. Es una habitación muy bonita -añadió paseando la mirada por la amplia estancia-. ¿Hay sitio para Toby?

– Mi tío os dirá dónde puede alojarse -contestó Nyssa sin saber cómo continuar la conversación-. La habitación de al lado es lo bastante grande para vuestro criado y vos -añadió-. Supongo que necesitaréis espacio para vuestras cosas pero me temo que mi vestidor está lleno a rebosar. Mi tío Owen os indicará dónde debéis instalaros.

– Tillie, ¿quieres ir a hablar con el conde de Mar-wood, por favor? -dijo Varían sin poder contener una sonrisa-. Luego puedes ayudar a Toby a deshacer mi equipaje y a ordenar mis cosas. Ya te llamaremos si te necesitamos.

Tillie se volvió hacia su asombrada señora.

– Necesito que Tillie me ayude a vestirme -repuso Nyssa.

– Yo lo haré -replicó el conde-. Dicen que se me da muy bien. Márchate Tillie -añadió dirigiéndose a la doncella.

– ¡Quédate, Tillie! -ordenó Nyssa con voz firme.

– Vete, pequeña -insistió el conde tomando a la muchacha por un brazo y arrastrándola hacia la puerta.

– ¡Tillie, ven aquí ahora mismo!

El conde abrió la puerta de la habitación, empujó a Tillie fuera y volvió a cerrarla con llave. Hecho esto, se volvió a mirar a su furiosa esposa.

– ¿Cómo os habéis atrevido a hacer algo así? ¡Tillie es mi doncella y debe obedecer mis órdenes!

– Tillie es la doncella de la condesa de March y debe obdecer a su amo, que soy yo -replicó él sin perder la calma-. ¿Quieres que te ayude a salir de la bañera?

– ¡Fuera de mi habitación! -siseó Nyssa-. Si no os vais, gritaré.

– ¿Y qué conseguirás con eso? -preguntó Varían acercándose a la chimenea y tomando la toalla que Tillie había puesto a calentar junto al fuego-. Soy tu marido y puedo hacer contigo lo que me venga en gana. A los ojos de Dios y de los hombres eres mía.

– ¡Sois despreciable!

– Si no sales entraré a buscarte -dijo él haciendo caso omiso de sus insultos y empezando a quitarse las botas.

– No os atreváis…

Varian de Winter le dirigió una mirada divertí da mientras se desabrochaba la camisa y la arrojaba al suelo.

– ¿Por qué no? -replicó empezando a quitarse los pantalones.