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– Tony amaba a tu madre en secreto, como yo te he amado a ti durante todo este tiempo.

– Supongo que sí -murmuró Nyssa, pensativa-. Pero el caso de mamá era distinto porque era viuda cuando Tony empezó a pretenderla. Nunca se habría atrevido a hacerlo cuando todavía estaban casados. Escondió sus sentimientos y esperó hasta que su paciencia se vio recompensada.

– ¿Qué ocurrió cuando mi prima Ana apareció en escena? -quiso saber Varían-. ¿Fue entonces cuando Anthony Wyndham se decidió a confesar su amor por tu madre?

– Mi padre murió sin dejar un hijo varón, así que Tony se convirtió en su heredero y se presentó en palacio con un plan descabellado para conseguir a mi madre: dijo al rey que, estando mi padre en su lecho de muerte, le había pedido que se casara con su esposa. Mamá todavía se pregunta cómo es posible que el rey olvidara que mi padre no tuvo lecho de muerte porque murió al caer del caballo, pero parece que Enrique Tu-dor estaba deseando deshacerse de ella para sustituirla por tu prima Ana. Mamá y Tony se casaron en la capilla del rey y abandonaron palacio inmediatamente. ¡Mamá estaba furiosa!

– ¿Por qué? ¿Estaba celosa de mi prima?

– ¡Oh, no! -contestó Nyssa negando con la cabeza-. Mamá nunca quiso ser amante del rey pero ¡cualquiera niega un capricho a Enrique Tudor! Sabía que sólo era un entretenimiento y que aquella relación duraría hasta que su majestad se cansara de ella o encontrara otro entretenimiento más atractivo, como ocurrió cuando apareció vuestra prima. Sin embargo, ambos conservan una estrecha amistad. Mamá se enfadó mucho con Tony por haber mentido al rey para casarse con ella y, a pesar de que le odiaba con todas sus fuerzas, no se atrevió a decir la verdad por temor a que el rey se enfureciera y le matara. Sin embargo, Tony consiguió ganársela y cada día están más enamorados. Yo siempre he llamado «papá» a Tony. Él y mamá me prometieron que nunca escogerían por mí al hombre que debía convertirse en mi marido pero a veces pienso que fueron muy imprudentes al hacerme esa promesa. Las damas y caballeros de nuestra posición rara vez se casan por amor, ¿verdad? -Así es.

– A los'ojos de Dios y de los hombres soy tu mujer, Varían -concluyó en voz baja-. Conozco bien los deberes de una esposa y pienso dedicarme a ti y a nuestros hijos, pero no puedo prometer nada más. A pesar de todo, me considero una mujer afortunada.

Tanta sinceridad desarmó a Varían. ¿Qué otra mujer se habría atrevido a hablarle con tanta franqueza estando desnuda y sentada sobre la cama?

– Cada palabra que sale de tu boca y cada una de tus acciones hacen que me convenza de que me he casado con una mujer maravillosa -aseguró-. A mí tampoco me gusta que hayamos tenido que casarnos a escondidas y espero que tus padres me perdonen algún día.

– Yo diría que mi tío aprueba tu comportamiento -le tranquilizó Nyssa-. Sin embargo, todavía tienes que ganarte a la tía Bliss… y a mis padres. ¿Cómo vamos a contarles lo de nuestro precipitado matrimonio, Varian? -preguntó inquieta.

– Quizá sea mejor que esperemos hasta que lleguemos a Riveredge -contestó el conde-. Prefiero decírselo cara a cara.

Nyssa asintió, complacida. Así actúan los hombres valientes que tienen la conciencia tranquila, se dijo.

– Me parece una buena idea, pero de momento concéntrate en la tía Bliss. Lady Marlowe está empeñada en convencerla de que eres un auténtico villano.

– Alguien debería hacer un nudo en la lengua a esa víbora -gruñó Varian-. ¡Es la mujer más chismosa que he visto en toda mi vida!

– ¡Qué buena idea! -rió Nyssa mientras se lamía la punta de los dedos y sacudía las migas que habían caído en su regazo-. Volved a la cama, señor, o cogeréis un resfriado y tendré que pasar el resto de nuestra luna de miel poniéndoos cataplasmas de mostaza en el pecho y preparando infusiones.

– ¿No quieres un trozo de tarta?

– Luego -contestó ella con una sonrisa mientras le hacía una seña para que volviera a la cama.

– ¡Dios mío! -exclamó el conde-. ¿Con qué clase de mujer me he casado?

– No lo sé, pero ¿qué os parece si lo averiguamos juntos?

– Esta tarde he prometido enseñarte a ser muy atrevida pero creo que ya has aprendido todo cuanto necesitabas saber.

– ¿Me llamáis atrevida porque me gustan vuestras caricias, señor? Creí que eso os complacía.

– Y me gusta -aseguró Varian-. Ya lo creo que me gusta.

– Entonces, ¿qué hacéis ahí de pie como un pasmarote?

Varian avivó el fuego que ardía en la chimenea y trepó a la cama.

– Decidme, señora, ¿qué queréis que haga? Nyssa le rodeó el cuello y le atrajo hacia sí.

– Hazme el amor otra vez -suplicó-. Dame tu pasión.

Varian le acarició el rostro. Le había enseñado los secretos del amor pero sabía que, cuando pasara la novedad, el sexo sin amor le resultaría vacío. Nyssa era joven e inocente pero tenía buen corazón y sólo le quedaba rezar por ganarse su corazón con tanta facilidad como se había ganado su cuerpo.

– Ya la tienes, Nyssa -contestó-. Mi pasión y mi amor por ti son tuyos para siempre.

Para siempre, pensó Nyssa mientras se perdía en sus besos. Suena bien.

– No parece una mujer casada a la fuerza -dijo lady Adela Marlowe a su amiga Bliss Fitzhugh cuando vio acercarse a Nyssa y Varían, que volvían a casa después de pasar el día en el campo.

Ambas se encontraban sentadas en el jardín disfrutando de una soleada tarde de primavera. A su alrededor florecían los narcisos en una explosión de colores y perfumes y la joven pareja caminaba cogida del brazo. Varian, que cargaba la cesta de la comida, vestía pantalón oscuro y camisa blanca y Nyssa, una falda verde oscuro y una blusa blanca. Iba descalza y llevaba los zapatos en la mano.

– Parecen muy felices -insisistió lady Marlowe-. Tu sobrina parece el gatito que acaba de zamparse al paj arillo más suculento y salta a la vista que el conde está loco por ella. ¿Cómo es posible? -se preguntó-. Sólo llevan dos días casados. Toda la corte sabe que el rey les obligó a casarse cuando les descubrió juntos. Te advertí que tuvieras cuidado con él -concluyó en tono triunfante.

– En cambio, Varian dice que ha estado enamorado de Nyssa desde que la conoció el pasado otoño -replicó Bliss-. A pesar de que mi sobrina estaba muy atareada atendiendo a su majestad y nunca le hizo el menor caso, se propuso convertirla en su legítima esposa. El rey nos despertó a medianoche y, cuando quisimos darnos cuenta, estábamos en la capilla real asistiendo a la boda de Nyssa. ¡Espero que sea muy feliz!