Выбрать главу

– Lady Rochford me ayuda a alejar los visitantes inoportunos -confesó la reina-. ¿Recuerdas que solíamos reírnos de ella? Pues no es la vieja tonta que todas creíamos. Es una mujer bondadosa y comprensiva y ha prometido guardarme el secreto. No sé qué haría sin ella. Creo que es la única persona que entiende mis sentimientos.

– ¿Y los demás? ¿Quién te hace chantaje?

– Nadie más sabe lo de Tom -aseguró Catheri-ne-. Quienes tratan de aprovecharse de mí son Joan Bulmer, Katherine Tylney, Alice Restwold y Margaret Morton. Y luego está Francis Dereham, de quien ya conoces la historia. La mayoría estuvieron conmigo en Lambeth y, por lo que veo, mi abuela no ha sabido tratarles con la mano dura que merecen. Al principio se pusieron un poquito pesados, pero un buen puesto en la corte ha sido suficiente para cerrarles la boca. No me preocupan en absoluto.

– ¿Hay más gente que estuviera contigo en Lambeth y que posea información comprometedora?

– Sí, pero no puedo colocar a todas las personas que compartieron mis años de juventud en Lambeth -se lamentó la reina apurando el paso y dando la conversación por terminada-. No te preocupes; lo entenderán fácilmente.

Catherine Howard está al borde del precipicio y ni siquiera imagina que su vida y la de toda su familia corre un gran peligro, se dijo Nyssa, realmente asustada. Varían y ella tenían que regresar a casa antes de que el rey descubriera las infidelidades de su esposa y decidiera vengarse. Tenía que hablar con Varían cuanto antes y convencerle de que lo más sensato era abandonar la caravana al llegar a Amphill. La única manera de escapar de la ira del rey era desaparecer. Cat se negaba a romper con Tom Culpeper y todo cuanto Nyssa deseaba era estar muy lejos de la corte cuando la reina fuera descubierta en flagrante adulterio.

Aquella noche no hubo banquete ni baile porque la caravana debía partir muy de mañana. Por primera vez en muchos días Varían y Nyssa disponían de unos momentos a solas. Un brasero mantenía caldeado el dormitorio y los carbones ardientes desprendían un resplandor dorado que iluminaba la habitación junto con la luz de las velas colocadas en los candelabros. Los esposos se encontraban tendidos en la cama saboreando una copa de vino. Nyssa sabía que acabarían la velada haciendo el amor pero antes deseaba hablar a su marido sobre la reina.

– Varían, tengo que decirte una cosa -empezó.

– ¿Ah, sí? -respondió él acariciándole un muslo con el dedo índice-. ¿Y tiene que ser precisamente ahora?

– Sí-sonrió ella-. ¿No te has dado cuenta de que desde que iniciamos esta locura de viaje apenas nos hemos visto? Incluso algunas noches uno de nosotros se ha retirado más temprano y se ha quedado dormido sin ni siquiera poder desear las buenas noches al otro. Tú pasas el día a caballo con el rey y tu prima reclama mi atención constantemente. Ése es el problema, Varian.

– ¿Te ha molestado mucho mi primita? -preguntó Varian haciendo ademán de abrazarla y besarla. Nyssa se apartó y le miró muy seria.

– Tiene un amante.

– ¿Quién te ha metido en la cabeza semejante tontería? -saltó su marido soltándola.

– Nadie -contestó Nyssa-; yo misma les sorprendí. Sin Vaughn también está al corriente de lo que hay entre la reina y Tom Culpeper. Estuve coqueteando con él para averiguar si lo sabía y estoy segura de que es así. Lady cara de comadreja les ayuda a preparar sus encuentros secretos y, lo que es peor, está incitando a Cat a comportarse como una irresponsable.

Nyssa le relató la increíble trama de chantaje y adulterio tejida alrededor de la reina.

– Tarde o temprano la descubrirán, Varían -se lamentó cuando hubo concluido-. El rey se revolverá como un animal herido y culpará a todos los Howard de su desgracia. No estoy segura de que salgamos de ésta sin recibir nuestra parte. He pensado que, si desaparecemos durante una temporada, se olvidará de nosotros cuando llegue el momento de tomar represalias. Debemos alejarnos de la corte por el bien de Edmund y Sabrina. ¿Qué será de ellos si nos ocurre algo?

– Tienes razón -asintió Varían-. Mi abuelo no debe saber nada. Si Cat no hubiera llegado tan lejos, la pondría en su sitio con una buena regañina, pero ahora… Cuando se entere, hará todo lo posible por salvar el pellejo y abandonará a su suerte al resto de los Howard. ¡Maldita seas, Cat, eres una idiota y una irresponsable! Me pregunto en qué demonios pensaba mi abuelo cuando la escogió como candidata a esposa del rey. Siempre ha sido una cabeza de chorlito y sólo vive para divertirse. ¡Que Dios nos ayude! -exclamó mesándose el cabello-. Tendrías que habérmelo dicho inmediatamente en lugar de mezclarte con hombres como Cynric Vaughn.

– Creí que conseguiría hacerla entrar en razón -se disculpó Nyssa-. Pero Cat se niega a ver las cosas tal y como son. Cree que basta con tener al rey satisfecho y ni siquiera se le ha pasado por la cabeza la idea de que alguien pueda delatarla.

– Pobre Cat. No comprende que no sólo ha puesto en peligro su matrimonio sino que están en juego las vidas de muchas otras personas. La relación entre ortodoxos y reformistas es cada vez más tensa y ambas tendencias están convencidas de que cuentan con la bendi ción de Dios para llevar a cabo sus propósitos. Harán todo lo posible por salirse con la suya y si eso implica deshacerse de una jovencita irresponsable, no dudarán en hacerlo. No me gustaría estar en la corte cuando eso ocurra. Tienes razón -concluyó-. Tenemos que volver a casa.

– ¡Lo siento por Cat y el rey! -se lamentó Nyssa apoyando la cabeza en el hombro de su marido. Varían le acarició el suave cabello. Nunca había querido a una mujer antes y sabía que no querría a ninguna otra.

– Me temo que no podemos hacer nada por ellos -dijo en voz baja.

– ¿Por qué lo dices?

– Tú piensas en el rey y Cat pero yo no consigo quitarme a mi abuelo de la cabeza… Me pregunto cómo habría sido su vida si no hubiera sido un hombre tan ambicioso. ¿Por qué no se conformó con sus tierras y su familia? Ha alcanzado una posición envidiable y ha amasado una gran fortuna pero nunca está satisfecho, siempre quiere más.

– Es un hombre importante y los hombres importantes no son como tú ni como yo -reflexionó Nyssa antes de besar a Varían.

La caricia de los labios de Nyssa sobre los suyos hizo que la cabeza empezara a darle vueltas. La abrazó y la atrajo hacia sí.

– Te adoro -murmuró.

– Me deseas -replicó Nyssa sonriendo seductoramente y acariciándole una mejilla.

– Es verdad -confesó Varían-. Creo que deberíamos aprovechar cada minuto a solas. Así me gusta; buena chica -añadió acariciándole un pecho. Inclinó la cabeza y besó su piel ligeramente salada. Nyssa gimió y cambió de postura para estar más cerca de él. Varían besó y mordisqueó la piel sensible de su pecho hasta hacerla gritar. La obligó a echar la cabeza hacia atrás y buscó la piel suave de su garganta con insistencia.

– ¡Te quiero tanto! -le susurró Nyssa al oído-. No quiero ser otra cosa que tu esposa y tu amante.

Varían estaba avergonzado de la pasión que se había apoderado de su cuerpo pero advirtió que Nyssa estaba tan excitada como él. La joven sollozaba de placer mientras se decía que no podía imaginar una sensación más agradable que la de tener a su marido en su interior. Cuando hubieron terminado, no se separó de su abrazo, contenta de haberle dejado satisfecho. Sabía que no tardarían mucho en volver a dejarse llevar por el deseo y que esta vez sería mejor que la anterior. Siempre ocurría lo mismo: un ansia casi insaciable de poseer al otro seguía a aquellas breves pausas. Como ocurría cada vez que estaba con su marido, se preguntó si habría quedado embarazada. Varían y ella deseaban tener muchos hijos.

Cuando Tillie les despertó todavía no había amanecido. Salieron de su tienda y comprobaron que los criados se afanaban en desmontar el campamento. Tillie y Toby les ayudaron a vestirse con ropas de viaje cómodas y calientes y les sirvieron el desayuno: avena caliente, pan recién hecho, jamón y queso. Sabedores de que pasarían varias horas antes de que volvieran a comer, Varían y Nyssa no dejaron una migaja en el plato.