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– Los Howard están tan asustados como el resto de los que vivimos en palacio -explicó Nyssa-. El duque asegura que no conocía el pasado de su sobrina y pasa el día rezando por que el rey no le haga responsable de su desgracia.

– Thomas Howard es un malfado -bufó lady Ana-. Exhibió a Catrine delante de narices del rey y se aprofechó de que necesitaba una muguer desesperadamente. ¡Y lo que hizo a ti no tiene nombre!

– Es cierto que se portó muy mal, pero afortunadamente todo ha salido bien. Varian estaba enamorado de mí y yo he aprendido a quererle. Éramos muy felices en Winterhaven con nuestros hijos pero la reina se empeñó en que pasáramos el verano con ellos. ¡Dios, cómo odio la corte! -exclamó-. Por cierto, ¿por qué no nos acompañasteis en el viaje al norte?

– No pecar de inmodestia, pero el pueblo me adora -sonrió Ana de Cleves-. Todafía no han perdonado a Hendrick que me apartara de su lado. Quizá hayan sido subditos más fieles quienes han extendido el rumor de que el rey desea folfer a pedir mi mano. Hendrick pidió que me quedara aquí porque quería presentar a su nuefa esposa y yo obedecí encantada. Este fe-rano me he difertido muchísimo. Bess solía fenir a fisitarme pero la pobre María tuvo que acompañar a padre. María y Catrine no se llefan demasiado bien,; sabes?

– La princesa María apenas se dejó ver durante el viaje -recordó Nyssa-. Salía a cazar con su padre todos los días pero se negó a participar en las celebraciones y banquetes. Sin embargo, el rey la obligaba a hacer acto de presencia cuando deseaba ofrecer la imagen de familia unida y feliz.

Las amigas charlaron durante toda la tarde sobre temas tan diversos como la situación de Catherine Howard y las próximas vacaciones de Navidad. Nyssa explicó a lady Ana que habían tratado de abandonar la caravana al llegar a Amphill pero que el rey no se lo había permitido para no contrariar a Catherine.

– Ya sabéis que odio pasar unas fechas tan señaladas lejos de Riveredge -suspiró resignada. No se atrevió a hablarle de la verdadera razón por la que habían mostrado tanta prisa por regresar a casa.

Finalmente lady Ana se marchó y Nyssa volvió a concentrarse en su labor. El invierno se acercaba y los días cada vez eran más cortos pero la luz del fuego era más que suficiente para sus jóvenes ojos. No podía dejar de pensar en Cat. ¿Se descubriría su adulterio o conseguiría escapar impune y salvar, la vida?

El arzobispo seguía visitando a Catherine cada día y finalmente logró convencerla de que confesara por escrito sus escandalosas aventuras prematrimoniales. La reina estaba convencida de que su relación con Francis Dereham no la comprometía pero Thomas Cranmer creía poseer las pruebas necesarias para acusarla de haberse casado con Enrique Tudor estando comprometida con otro hombre, razón más que suficiente para anular el matrimonio de los reyes. Catherine no era virgen cuando se había casado y la pareja no había tenido hijos, por lo que la situación podía resolverse sin que terceras partes resultaran perjudicadas. Sin embargo, el arzobispo no estaba satisfecho e intuía que Catherine ocultaba algo.

– ¿Qué has hecho, niña estúpida? -espetó lady Rochford-. ¡Acabas de dar al arzobispo una buena razón para anular tu matrimonio con el rey!

– Pero él dijo que Enrique me perdonaría si confesaba -replicó Catherine, estupefacta por la falta de respeto que acababa de sufrir.

– ¿Por qué iba el rey a perdonar a suputa? -repuso Jane Rochford, que estaba disfrutando enormemente torturando a la reina-. Sí, eso es lo que eres: la puta del rey. Si reconoces que tuviste relaciones con Francis Dereham dejarás de ser la reina de Inglaterra y te convertirás en una de sus numerosas amantes. Tu prima Ana era una mujer muy inteligente pero tú ni siquiera eres consciente del error que acabas de cometer.

– ¿Y qué voy a hacer ahora? -gimió Catherine-. ¡No quiero ser la puta del rey!

– Llamad al arzobispo y decidle que estabais tan asustada que habéis olvidado decirle que Dereham os forzó.

– ¿Me creerá?

– ¿Y por qué no iba a hacerlo? -replicó lady Rochford, empezando a impacientarse.

Pero Thomas Cranmer no creyó a la reina cuando ésta le contó que había sido violada por Francis Dereham. Estaba seguro de que mentía y se preguntaba qué la había llevado a cambiar su confesión.

– Antes de decir nada pensad que es vuestra vida lo.que está en juego. Su majestad ha prometido perdonaros, pero sólo se compadecerá de vos si decís la verdad.

– ¡Juro que no miento! -insistió Catherine-. Dereham me violó.

– ¿Todas las veces? -preguntó el arzobispo, incrédulo.

– ¡Todas la veces! Le pedí que me dejara en paz pero él hizo caso omiso de mis súplicas.

– Vuestra vida está en manos de su majestad. Os aconsejo que midáis vuestras palabras.

Pero Jane Rochford había convencido a Catherine de que si aseguraba haber sido violada nadie la haría responsable de su vergonzoso comportamiento antes de su boda con Enrique Tudor. La reina se mantuvo inflexible y Thomas Cranmer no consiguió persuadirla para que dijera la verdad. En su primera confesión había asegurado que Dereham le había pedido que se casara con él en numerosas ocasiones pero que ella le había rechazado. Sin embargo, cuando el arzobispo le había dicho que María Hall la había oído jurar amor eterno a su amante, Catherine había negado haber pronunciado aquellas palabras. Era su palabra contra la de María Hall pero el rey la amaba a ella, así que ¿por qué no iba a creerla? Lady Rochford aseguraba que no tenía nada que temer y ella confiaba ciegamente en su compañera de encierro.

El duque de Norfolk confió sus temores a su nieto: si Catherine se negaba a confesarse culpable la desgracia caería sobre los Howard.,

– ¿Cómo puedo hacerle comprender que si confiesa haber estado comprometida con Francis Dereham el rey considerará su matrimonio nulo y, por lo tanto, nunca podrá acusarla de haber cometido adulterio?

– Pero ¿alguien puede probar que la reina ha cometido adulterio? -quiso saber Varían.

– No -admitió el duque-. Pero Cranmer sospecha que Catherine y Dereham volvieron a las andadas el pasado verano. ¿Quieres saber por qué ha puesto tanto empeño en llegar al fondo de este asunto? Nuestra familia es católica ortodoxa y, aunque no es un fanático, el arzobispo es un reformista convencido y vería con buenos ojos un matrimonio entre Enrique Tudor y una mujer que compartiera la ideología reformista. El príncipe Eduardo ha sido educado según los postulados de la Reforma y se dice que el rey está pensando en volver a pedir la mano de Ana de Cleves. El pueblo la adora y nunca ha podido entender por qué el rey apartó de su lado a una princesa de sangre azul y puso en su lugar a una vulgar jovencita como Catheri-ne. Estoy convencido de que Cranmer y sus cohortes no descansarán hasta acabar con la vida de la reina. Incluso como amante sería peligrosa, ya que en cualquier momento podría recuperar su posición y llevar a cabo su venganza contra aquellos que quisieron destronarla.