En Syon, en cambio, el ambiente era más alegre. Lord Bayton era un buen hombre y no pudo negarse a que su prisionera y sus damas salieran al bosque a buscar ramas para adornar la vivienda. Aunque el día de la excursión amaneció frío, Cat, Nyssa, Bessie y Kate salieron escoltadas por guardias.
– Espero que el rey no se entere -dijo lady Bayton inquieta.
– No hacen daño a nadie -replicó su marido-. Lady Catherine no ha sido acusada y condenada todavía y éstas serán sus últimas Navidades. No tengo corazón para negarle un capricho tan inocente como salir a buscar hojas y ramas -añadió volviéndose hacia la ventana. Las jóvenes se movían entre los árboles desnudos de hojas y sus siluetas se recortaban contra el cielo gris plomizo-. Va a nevar otra vez.
– No comprendo a esa niña -dijo lady Bayton-. Lady De Winter asegura que es consciente de todo cuanto ocurre a su alrededor pero que se niega a enfrentar sus problemas. ¿Crees que tiene razón? La reina, quiero decir Catherine Howard -se corrigió-, me parece una muchacha frivola e irresponsable.
– Di a lady De Winter que su marido ha sido arrestado y encerrado en la Torre junto con el resto de la familia Howard -dijo el chambelán, que no había oído la pregunta de su esposa-. Dile también que no corre peligro. El rey está buscando un chivo expiatorio y, por si acaso, Thomas Howard se ha refugiado en Leddinghall. Es astuto como un zorro y tiene más vidas que un gato.
– Pobre lady De Winter -suspiró lady Bayton-. Es una joven sensata y agradable que daría cualquier cosa por regresar a su casa. Hace cuatro meses que no ve a sus hijos ¡y su marido ni siquiera es un Howard! ¡Es injusto!
– Thomas Howard es abuelo del conde de March y supongo que el rey quiere castigarle encerrando a su único nieto. El conde de Surrey, el hijo del duque de Norfojk, también se ha refugiado en el castillo de su padre pero Varían de Winter estaba en Whitehall esperando la vuelta de su esposa y no pudo escapar.
Lord Bayton se asomó a la ventana y vio a Cat Howard revolcándose en la nieve como una niña pequeña. Los guardias contemplaban la escena y sonreían divertidos.
– ¡Mirad aquel arbusto de acebo! -exclamó dirigiéndose a sus amigas mientras uno de los guardias le alargaba un cestillo-. ¡Está cuajado de frutos!
– ¡Y aquí hay bayas, laurel y boj! -añadió Nyssa.
Las muchachas cortaron las ramas más verdes y llenaron varias cestas que los guardias cargaron de vuelta a casa. Desde lo alto de la colina se divisaba el Támesis con las orillas cubiertas de nieve de entre la que sobresalían algunas briznas de hierba que suavizaban la dureza del paisaje. En cuanto empezó a nevar las jóvenes corrieron hacia la casa y se refugiaron junto a la chimenea encendida. Nyssa tenía los pies helados.
– No tenemos velas -dijo Catherine-. ¿Dónde se han visto unas Navidades sin velas? Para hacerlas necesito cera, moldes de varias formas y tamaños, hilo de algodón, esencia de rosa y de lavanda y bayas. Mañana a primera hora quiero tener todo aquí -exigió.
– Dejadlo en mis manos -contestó lord Bayton ante el asombro de su esposa.
– ¿Te has vuelto loco? -preguntó ella aquella no-, che-. ¿De dónde vas a sacar la cera y las esencias?
– Confía en mí -contestó el chambelán con aire misterioso-. Catherine Howard tendrá todo lo necesario para fabricar sus velas. ¿Has hablado con lady De Winter?
– Todavía no. Estoy esperando el momento apropiado.
Las muchachas pasaron la mañana siguiente llenando los moldes con cera, perfumando las velas con esencia de lavanda y rosas y dejándolas secar sobre la mesa de la cocina. Horas después estaban listas para ser encendidas. Mientras tanto, decoraron las habitaciones con ramas de pino y guirnaldas hechas con hojas de laurel, acebo y boj. Una vez encendidas, las velas representaban la estrella de Belén.
Sin embargo, no pudieron cumplir con algunas de las tradiciones más populares, como la caza del jabalí o el lord Misrule.1 Incluso Cat consideró poco apropiado pedir a lady Bayton que se disfrazara de ese personaje. El día de Nochebuena lord Bayton propuso a las muchachas salir al bosque a buscar el tronco de Navidad.2 Pretextando que necesitaba algo de ayuda, lady Bayton pidió a Nyssa que se quedara con ella.
1. Persona encargada de supervisar los juegos y diversiones durante la época navideña. (N, de la T.)
2. Leño que se quema en Nochebuena (N. de la T.)
– Mi marido estuvo en Londres el otro día -dijo cuando estuvieron a solas-. El rey ha encerrado a todos los Howard en la Torre.
– ¡Dios mío! -exclamó Nyssa adivinando lo que lady Bayton trataba de decirle-. ¿Varían también…?
– Lo siento, querida. Lord Bayton y yo creemos que vuestro marido es inocente. ¡Ni siquiera es un Howard!
– ¿Quién más ha sido detenido? -preguntó la joven, arrepentida por no haber huido cuando habían tenido la oportunidad de hacerlo-. ¿Y dónde están Thomas Howard y su hijo? -quiso saber cuando lady Bayton hubo contestado a su pregunta-. ¿Cómo se las han arreglado para escapar de la ira del rey?
– Huyeron de Londres juntos.
– Lo imaginaba. Advertí a Varían de que su abuelo no dudaría en abandonarle en cuanto viera la más mínima posibilidad de salvar el pellejo. El duque de Norfolk tiene el instinto de supervivencia muy desarrollado.
– Mi marido asegura que el rey no hará ningún daño a sus prisioneros. Está furioso con Catherine y no sabe lo que hace pero en cuanto se calme un poco les dejará libres.
– ¡Ojalá sea así! -suspiró Nyssa, que no sabía si debía creer a su amiga. Quizá sólo trataba de animarla y no le había dicho toda la verdad por miedo a preocu parla. Si sigo pensando en Varían encerrado en la Torre me volveré loca, se dijo. Tengo que ser fuerte-. ¿Sabéis hacer pan de azúcar? -preguntó de improviso.
– ¿Vais a poneros a cocinar ahora? -exclamó lady Bayton, sorprendida-. Salta a la vista que sois una mujer del campo. Yo también lo soy y estaré encantada de ayudaros. ¡Vamos a la cocina!
El pan de azúcar era un postre delicioso y un dulce típico de Navidad que no se comía en ninguna otra época del año. Primero había que tamizar la harina, después ponerla a hervir en leche hasta que se deshiciera y, por último, añadir el azúcar. Nyssa y lady Bayton encontraron todos los ingredientes en la cocina y se pusieron manos a la obra.
La pequeña habitación que hacía las veces de salón había sido decorada con gusto exquisito y las velas estaban encendidas cuando Cat, Kate y Bessie llegaron con el tronco de navidad acompañadas del resto de los criados. Ésta era la única época del año en que se pasaban por alto las diferencias sociales.
Nyssa sonrió al ver a Cat sentada sobre el tronco que sus damas arrastraban y cantando a pleno pulmón una de las canciones que se entonaban para ahuyentar a los espíritus malignos que lo habitaban:
Lavaos bien las manos o el fuego no escuchará vuestros deseos, porque todas las doncellas sabéis que las manos sucias apagan la hoguera que
{encendéis.
Todos se acercaron y lo tocaron para que les diera buena suerte. Finalmente, fue colocado en la chimenea y Catherine le prendió fuego. La madera de roble estaba muy seca y el tronco prendió enseguida. Catherine lo contemplaba con ojos brillantes de emoción.
A continuación se sirvió la cena, consistente en pescado asado servido con berros, jamón, una pierna de cordero, capón relleno de frutas y nueces, pato asado con salsa de ciruelas, nabos con mantequilla y nuez moscada, zanahorias y lechuga, todo ello regado con vino aromatizado con canela y cerveza. El pan y la mantequilla habían sido hechos aquella misma mañana y el queso había sido traído de una granja vecina. El ejercicio al aire libre había abierto el apetito a las muchachas pero Nyssa fue incapaz de probar bocado.