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– ¿Tienes un regalo para los gemelos? -se sorprendió Varian-. ¿Cuándo…?

– Si mis cálculos son correctos, fue el pasado otoño, antes de que el rey enviara a Cat a Syon -respondió la joven colgándose del cuello de su marido-. He estado tan atareada ocupándome de ella todo este tiempo que no me di cuenta hasta hace unos días. ¡Estoy embarazada! ¡Edmund y Sabrina tendrán un hermani-to a principios de agosto!

– Y éste es el niño que, según tú, debe llamarse Enrique, ¿no es así?

– Ahora ya no me parece una buena idea -repuso Nyssa negando con la cabeza-. El rey se ha portado muy mal últimamente. Además, hay demasiados Enriques en Inglaterra. Pensándolo bien, no es un nombre muy original.

– ¿Y cómo sabes que es un niño? Podría ser una nina.

– Es un niño -aseguró ella-. Soy su madre y lo sé. Heredará mis tierras de Riverside y será un caballero rico y respetado.

– ¿Y puedo saber cómo se llamará?

– Thomas, por supuesto. ¡Mira, Varían! -exclamó-. ¡Hemos llegado a Riveredge! ¡Ahí están papá y mamá con los gemelos! ¡Dios mío, han crecido tanto que apenas les reconozco! Varían, prometo que no volveré a separarme de mis hijos.

Varían de Winter miró a su esposa y la abrazó con fuerza. Nunca la había querido tanto como ahora.

– El amor no ha pasado de largo por nuestro lado, Nyssa -dijo-. Cada día doy gracias a Dios por ello.

– ¿Por qué has dicho eso?

– ¿El qué?

– Que el amor no ha pasado de largo por nuestro lado.

– No lo sé. Se me acaba de ocurrir.

En ese momento el coche se detuvo y Nyssa abrió la portezuela y corrió a abrazar a sus hijos. «El amor no ha pasado de largo por tu lado, Nyssa», había dicho Cat unos días antes. Que Dios te acompañe, Cat rezó. Ojalá encuentres en Él el amor que nadie supo darte aquí. Sonrió a su familia, tomó a sus hijos en brazos y miró a Varían a los ojos. Tenía razón: eran muy afortunados y debían agradecer a Dios que el amor no hubiera pasado de largo por su lado.

EPÍLOGO

Después del fracaso de su matrimonio con Cathe-rine Howard, Enrique VIII no deseaba volver a casarse pero el Consejo logró convencerle de que debía seguir intentando tener descendencia. Aunque todos sabían que el rey no tendría más hijos, el 12 de julio de 1543, diecisiete meses después de la muerte de Catherine Howard, Enrique Tudor contrajo matrimonio con Kathe-rine Parr, la viuda de lord Latimer. A pesar de que la sexta esposa de Enrique Tudor estuvo a punto de caer por las luchas entre los poderes religiosos que luchaban por hacerse con la Iglesia de Inglaterra, sobrevivió a su esposo, que murió el 28 de enero de 1547. Fue una esposa fiel y cariñosa y consiguió que la familia de su marido olvidara sus diferencias y que devolviera el título de princesas a sus hijas María y Elizabeth.

Por lo que respecta a la familia Howard, el rey les perdonó y les devolvió las tierras confiscadas. La duquesa Agnes fue puesta en libertad el 5 de mayo de 1542 y murió tres años después. Thomas Howard conservó su cargo de tesorero del rey pero no volvió a gozar de la confianza de Enrique Tudor. Murió en 1554 a la edad de ochenta y un años.

Ana de Cleves conservó su amistad con la familia real. Vivió en Inglaterra y disfrutó de su libertad hasta el día de su muerte, ocurrida en 1557, un año antes de que Elizabeth, la hija favorita del rey, fuera proclamada reina.

El obispo Stephen Gardiner, que había pasado todo el reinado de Eduardo VI encerrado en la Torre, fue nombrado presidente de la Cámara de los Lores durante el reinado de María I y murió en 1555.

Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, murió quemado en la hoguera el 21 de marzo de 1556 durante el reinado de María I a la edad de sesenta y siete años.

Eduardo VI, único hijo varón legítimo de Enrique VIII, sucedió a su padre. Tenía nueve años y vivió hasta los dieciséis. En su lecho de muerte accedió a desobedecer a Enrique Tudor y a nombrar sucesora a su prima Jane Gray, nieta de Charles Brandon, duque de Suffolk, y María Tudor, hermana menor de Enrique VIII.

El reinado de Jane Grey duró hasta que nueve días después fue destronada por aquellos que consideraban legítima heredera del trono de Inglaterra a la princesa María, hija de Catalina de Aragón, primera esposa de Enrique VIII.

María I fue coronada reina de Inglaterra en 1553 pero no tardó en perder el apoyo popular cuando se casó con su primo Felipe II, rey de España, y trajo la Inquisición al país. Su obsesión por restablecer la fe católica la llevó a convertirse en una reina intolerante con fama de mantener siempre encendidas las hogueras de Smithfield. Murió en 1558 a los cuarenta y dos años, sin hijos y abandonada por su marido, que había vuelto a España.

La segunda de los tres hijos legítimos de Enrique VIII, Elizabeth, hija de Ana Bolena, fue coronada reina de Inglaterra el 17 de noviembre de 1.558. Murió en 1603 a los setenta años, después de haber reinado durante cuarenta y cinco años.

En cuanto a los Wyndham de Riveredge y los De Winter de Winterhaven, son invención mía, pero estoy segura de que vivieron muy felices y no descarto que vuelvan a protagonizar otra de mis novelas.

Bertrice Small

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