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Es decir, ahora.

Sema se abalanza sobre el teléfono y llama a Clothilde a la tienda. No hay respuesta. Consulta su reloj: las doce y media en Estambul, es decir, una hora menos en París. ¿Demasiado tarde? A partir de ese momento, marca el mismo número cada media hora. En vano. Impotente, da vueltas por la habitación, preocupada hasta volverse loca.

Desesperada, baja a la sala business center del palacio y se coloca ante un ordenador. Consulta la edición electrónica de Le Monde del jueves por la tarde y lee los artículos sobre la muerte de Jean-Louis Schiffer y el doble asesinato de Saint-Cloud.

Maquinalmente, hojea las demás páginas de la edición y, una vez más, topa con una noticia que no se esperaba. El artículo se titula: «Suicidio de un alto funcionario». Es el anuncio, en negro sobre blanco, de la muerte de Laurent Heymes. Las líneas tiemblan ante sus ojos. El cuerpo se descubrió el jueves por la mañana, en el piso de la avenue Hoche. Laurent utilizó su arma reglamentaria, un Manhurin de 38 milímetros. En relación al móvil, el artículo recuerda brevemente el suicidio de su mujer, ocurrido un año antes, y el estado depresivo del funcionario desde esa fecha, confirmado por numerosos testigos.

Sema se concentra en aquella malla de apretadas mentiras, pero ya no distingue las palabras. En su lugar, ve las manos pálidas, la mirada ligeramente perdida, las llamas rubias de los cabellos… Ella quería a aquel hombre. Un amor extraño, inquieto, acosado por sus alucinaciones… Las lágrimas acuden a sus ojos, pero Sema las rechaza.

Piensa en el policía joven, asesinado en la villa de Saint-Cloud, que, en cierto modo, ha dado la vida por ella. No ha llorado por él. No llorará por Laurent, que solo era un manipulador entre muchos otros.

El más íntimo.

Y, por lo tanto, el más cruel.

A las cuatro, mientras se fuma un cigarrillo tras otro en el business center, con un ojo en la televisión y el otro en la pantalla del ordenador, estalla la bomba. En las páginas electrónicas de la nueva edición de Le Monde, en la sección «Francia-Sociedad»:

TIROTEO EN LA RUE DU FAUBOURG-SAINT-HONORÉ

Hoy, viernes 22 de marzo, a última hora de la mañana, las fuerzas de la policía seguían estando presentes en el 225 de la rue du Faubourg-Saint-Honoré, a consecuencia del tiroteo ocurrido en la tienda la Casa del Chocolate. A mediodía, seguían ignorándose las razones de este enfrentamiento espectacular, que se ha saldado con tres muertos y dos heridos, tres de ellos miembros de la policía.

Según los primeros testimonios, en particular el de Clothilde Ceaux, dependienta del establecimiento, que ha salido indemne del drama, esto es lo que ha podido reconstruirse. A las 10.10, poco después de la apertura, tres hombres irrumpieron en la tienda. Casi de inmediato, varios policías de paisano, apostados justo enfrente, decidieron intervenir. Los tres hombres hicieron uso de armas automáticas e hicieron fuego sobre los agentes. El tiroteo duró apenas unos segundos, de uno y otro lado de la calle, pero fue extraordinariamente violento. Los disparos de los desconocidos alcanzaron a tres policías, uno de los cuales murió en el acto. Los otros dos se encuentran en estado crítico. En cuanto a los agresores, dos fueron abatidos, mientras que el tercero consiguió huir.

En este momento, todos ellos han sido identificados. Se trata de Lüset Yildirim, Kadir Kir y Azer Akarsa, los tres de nacionalidad turca. Los dos fallecidos, Lüset Yildirim, y Kadir Kir, estaban en posesión de pasaportes diplomáticos. Por ahora es imposible conocer la fecha de su llegada a Francia, y la embajada turca ha declinado hacer ningún comentario.

Según los investigadores, estos dos hombres eran viejos conocidos de los servicios de policía turcos. Afiliados al grupo de extrema derecha de los «Idealistas», o «Lobos Grises», ya habrían cumplido diversos «contratos» para los cárteles turcos del crimen organizado.

La identidad del tercer individuo, que consiguió darse a la fuga, resulta mucho más sorprendente. Azer Akarsa es un hombre de negocios que ha conseguido un éxito excepcional en el sector de la arboricultura en Turquía y que goza de una sólida reputación en Estambul. Pese a ser conocido por sus opiniones patrióticas, Akarsa defiende un nacionalismo moderado, moderno y compatible con los valores democráticos. Nunca ha tenido problemas con la policía turca.

La implicación de una personalidad de este calibre en el asunto que nos ocupa apunta hacia la existencia de una trama política. Pero el misterio permanece intacto: ¿por qué se presentaron esos tres individuos en la Casa del Chocolate esta mañana, armados con fusiles de asalto y pistolas automáticas? ¿Por qué había policías de paisano, en concreto oficiales de la DNAT (División Nacional Antiterrorista), de servicio en las inmediaciones? Se sabe que vigilaban el establecimiento desde hacía varios días. ¿Preparaban una redada con el fin de detener a los súbditos turcos? En tal caso, ¿por qué asumir tantos riesgos? ¿Por qué intentaron la detención en plena calle, a una hora de máxima afluencia, cuando no se había dado ninguna consigna de seguridad? La Fiscalía de París examina estas anomalías y ha ordenado una investigación interna.

Según nuestras fuentes, ya existe una pista prioritaria. El tiroteo de la rue du Faubourg-Saint-Honoré podría estar relacionado con los dos casos de homicidio de que dimos cuenta en la edición de ayer: el descubrimiento del cuerpo del inspector retirado Jean-Louis Schiffer en el Pére-Lachaise, en la madrugada del 31 de marzo, seguido por el de los cadáveres de Paul Nerteaux, capitán de policía, y Frédéric Gruss, cirujano plástico, el mismo día, en un chalet de Saint-Cloud. El capitán Nerteaux investigaba los asesinatos de tres mujeres no identificadas en el Distrito Décimo de París, ocurridos durante los últimos cinco meses. En este marco, había consultado con Jean-Louis Schiffer, buen conocedor de la comunidad turca en París.

Esta serie de asesinatos podría constituir el núcleo de un asunto más complejo, criminal y político al mismo tiempo, que parece habérseles escapado tanto a los superiores jerárquicos de Nerteaux como al juez encargado de la instrucción del sumario, Thierry Bomarzo. Esta hipótesis se ve reforzada por el hecho de que una hora antes de su muerte el capitán de policía había lanzado una orden de búsqueda contra Azer Akarsa y solicitado una orden de registro de Empresas Matak, situadas en Biévres, uno de cuyos principales accionistas es precisamente Akarsa. Cuando los investigadores mostraron su retrato a Clothilde Ceaux, testigo principal del tiroteo, esta lo reconoció formalmente.

El otro personaje clave de la investigación podría ser Philippe Charlier, uno de los comisarios de la DNAT, que al parecer posee información sobre los iniciadores del tiroteo. Philippe Charlier, figura de primer orden en la lucha antiterrorista, pero también personaje muy controvertido por sus métodos, debería comparecer hoy mismo ante el juez Bernard Sazin, en el marco de la investigación preliminar.

Este confuso asunto ha venido a coincidir con la campaña electoral, en la que Lionel Jospin defiende un programa que contempla la fusión de la Dirección de Vigilancia del Territorio (DST) con la Dirección Central de Información General (DCRG). El proyecto de fusión tiene como indudable objetivo evitar, en un futuro próximo, la excesiva independencia de determinados policías o agentes de información.

Sema corta la conexión y hace su balance personal de los acontecimientos. En la columna de aspectos positivos, la supervivencia de Clothilde y la convocatoria de Charlier por parte del juez. A un plazo más o menos largo, el policía antiterrorista tendrá que responder de todos esos muertos, así como del «suicidio» de Laurent Heymes… En la columna negativa, Sema solo coloca un hecho, que no obstante anula cualquier otro.

Azer Akarsa sigue en carrera.

Y esa amenaza la reafirma en su decisión.

Tiene que encontrarlo y luego descubrir, más arriba aún, quién le encargó el trabajo. Ignora su nombre, siempre lo ha ignorado, pero sabe que acabará arrojando luz sobre toda la pirámide.

En estos momentos, solo tiene una certeza: Akarsa volverá a Turquía. Puede que ya esté de vuelta. Seguro entre los suyos. Protegido por la connivencia de la policía y el poder político.

Coge el abrigo y abandona la habitación.

Es en su memoria donde encontrará el camino que lo llevará hasta él.

68

En primer lugar, Sema va al puente de Galata, no muy lejos del hotel. Durante largo rato contempla la vista más famosa de la ciudad, al otro lado del canal del Cuerno de Oro. El Bósforo y sus barcos; el barrio de Eminönü y la Mezquita Nueva; sus azoteas de piedra, que sobrevuelan las palomas; las cúpulas y las flechas de los minaretes, de los que se elevaba la voz de los muecines cinco veces al día.

Un cigarrillo.

No se siente turista, pero sabe que la ciudad -su ciudad- puede proporcionarle un indicio, una iluminación que le permita recuperar toda la memoria. Por el momento, ve alejarse el pasado de Anna Heymes, sustituido poco a poco por impresiones vagas y sensaciones confusas relacionadas con su cotidianidad de traficante. Jirones de un oficio oscuro, sin puntos de referencia, sin el menor detalle susceptible de convertirse en una pista para encontrar a sus antiguos «hermanos».

Coge un taxi y pide al conductor que la pasee por la ciudad, al azar. Habla turco sin el menor acento ni la menor vacilación. El idioma brotó de sus labios en cuanto necesito usarlo, como un agua que fluyera en su interior. Entonces, ¿por qué piensa en francés? ¿Un efecto del condicionamiento psíquico? No: es una familiaridad anterior a toda la historia. Un elemento constitutivo de su personalidad En algún momento de su vida, de su formación, se produjo ese extraño injerto…