– Cierto es que en este momento -murmuró el cónsul- Roma se preocupa mucho de los pueblos turbulentos de la Galia. ¿Qué nos enseña tu arte sobre ellos, que no sepamos ya?
– Los galos son por lo general de naturaleza rebelde a la sumisión, adoran la libertad, les gustan las armas y los trabajos duros, son muy belicosos, hechos para el mando, probos y generosos. Pero no sienten pasión por las mujeres y desprecian los placeres del amor heterosexual. Se inclinan en cambio por las relaciones sexuales con los hombres y ponen en ellas mucho ardor. Eso no les parece vergonzoso. Y sin embargo, pese a tal disposición de ánimo, no se vuelven afeminados y lascivos. Conservan un espíritu viril, son sociables y leales, sienten afecto por los suyos y son generosos.
No te cansaré, Amr, relatándote el resto de la docta entrevista, que prosiguió hasta muy avanzada la noche. Marco Aurelio, deslumbrado por la sapiencia de Tolomeo, le preguntó si querría seguirle a Roma para convertirse en su astrólogo oficial. Naturalmente, Tolomeo se negó, pretextando su avanzada edad. Le recomendó, más bien, a uno de sus jóvenes alumnos, Claudio Galeno. Este último, hijo de arquitecto, nacido en Pérgamo, había ido a cursar sus estudios en Alejandría. Decepcionado por la enseñanza dispensada en el Museo, se había unido, en Canope, a los discípulos de Tolomeo. Pero resultó que Galeno, geómetra de mérito, estaba sobre todo dotado para la medicina. De modo que Tolomeo le recomendó vivamente que siguiera los pasos de Herófilo y Erasistrato, los gloriosos médicos que habían inventado el arte de la anatomía, aquí mismo, en Alejandría. Por aquel entonces la Ciudad había alcanzado la cima del desarrollo artístico y científico promovido por Tolomeo Soter. Influido por el astrólogo, Claudio Galeno se convenció de que si se admitía la influencia de los astros sobre las condiciones meteorológicas, había que reconocer también que influían sobre las funciones de los seres vivos. En consecuencia, Claudio Galeno estableció todo un sistema de analogías simbólicas entre las zonas del cielo y las partes del cuerpo, de modo que en sus tratamientos contra las enfermedades permanecía atento a las configuraciones del zodíaco y a las posiciones planetarias.
En resumen, en cuanto volvió a Roma, Marco Annio Vero se convirtió en emperador con el nombre de Aurelio, y siguiendo el consejo de Tolomeo llamó a su lado a Galeno. El joven alejandrino se convirtió en su médico personal y adquirió una gloria inmortal. Los quince libros que escribió sobre la anatomía y el arte de la medicina son tesoros que me guían, todavía hoy, en mi terapéutica.
No puedo evitar, sin embargo, Amr, concluir el relato a mi modo, algo que sin duda no aprobará nuestra querida Hipatia. Ahora ya me conoces un poco mejor; hijo de Israel, soy de un escepticismo irónico y miro con cierta diversión las jugarretas y trucos de la historia. Sabe pues que, ocho meses después de la entrevista entre Marco Aurelio y Tolomeo, llegó al mundo el catastrófico Cómodo. Era sin duda hijo de Faustina, pero nadie podrá nunca afirmar quién era su padre. Marco Aurelio, sin embargo, lo mimó a lo largo de todo su reinado, que duró veinte años, y lo mantuvo siempre a su lado, como para asegurarse de la antigua predicción de los magos. Cuando Marco Aurelio murió en el frente donde combatía a los germanos, Cómodo heredó en efecto el trono paterno. Pero se apresuró a regresar a Roma para llevar, por fin, la incomparable vida con la que soñaba desde hacía mucho tiempo: una existencia fastuosa y sensual, llena de fiestas y juegos, sazonada con orgías inéditas y grosera lujuria, empapada de vino y de sangre. Cómodo, que era de una ferocidad bestial en cuanto se trataba de afirmar sus prerrogativas frente a un Senado cada vez más harto, dejó que sus favoritos gobernaran en su lugar. Y dado que estos favoritos estaban muy lejos de ser desinteresados, la corrupción y la prevaricación invadieron todos los engranajes del Estado.
Aunque no tuvo que enfrentarse con ninguna amenaza exterior, Cómodo, cada vez más desequilibrado, consiguió, en sólo dieciocho años de reinado, comprometer el prestigio militar y económico de Roma. La peste despoblaba regiones enteras, la hambruna reinaba un poco por todas partes, pandillas de soldados que no cobraban hacía tiempo asolaban con sus desmanes la Galia. Mientras, en Roma, el perezoso emperador se pavoneaba en el anfiteatro. Disfrazado de aquel Hércules cuya reencarnación pretendía ser, combatía con las fieras con una enorme maza de madera… Se dice incluso que, en su locura, habría querido que la Ciudad Eterna llevase en adelante su propio nombre…
Donde Amr cambia de bando
– No podría afirmar que tu relato me ha convencido -dijo Amr, frotándose la barbilla algo desorientado-. Tal vez Tolomeo hablase como un oráculo, pero debía de ser bastante aburrido. Y, además, no había previsto el execrable destino de ese emperador, el tal Cómodo.
De hecho, durante todo el final de la exposición de Rhazes, Hipatia había comenzado a agitarse con impaciencia, lanzando incendiarias miradas al joven médico. Éste, al mostrarse demasiado cínico, había terminado por echar a perder toda su argumentación. La muchacha estimó que era preciso enmendar a toda costa aquella metedura de pata y cambiar el rumbo de los pensamientos de Amr.
– Supongo, general, que en vez de oír hablar de los galos habrías preferido saber lo que el tal Tolomeo decía de los hombres de tu país.
– Ah, también tú entras en liza para convencerme de la verdad de vuestra vana astrología…
– Juzga por ti mismo si es vana -dijo Hipatia, enfadada-. Tolomeo habría dicho que los hombres de la Arabia Feliz están en afinidad con Sagitario y el astro de Júpiter, porque la región es fértil, en ella abundan las plantas aromáticas y sus habitantes tienen buen carácter, son comunicativos en su vida, en los intercambios con los demás y en los negocios…
– La predicción se adapta bien al caso -se mofó el general árabe para mostrar que no le engañaban-. ¿Llegarás a hacerme mi propio horóscopo?
– Te burlas, Amr, y sin embargo lo que dicen los astros va a sorprenderte. Escucha… -Hipatia cerró los ojos, pareció meditar unos instantes y comenzó a hablar como un oráculo-: Eres del signo de Acuario y tienes como ascendente el mismo signo. El Sol y la Luna están en Acuario, signo masculino que se halla en ascendente. La Luna tiene como escolta el Sol, el astro de Júpiter, el de Marte y el de Venus. El astro de Júpiter está en ascendente y los de Marte y Venus se hallan en configuración de trígono con el Medio del cielo. Tu tema natal presenta pues todas las condiciones requeridas para ser «cosmocrátor». En efecto, cuando las dos Luminarias están en signos masculinos, y especialmente si la Luminaria que dirige la familia diurna o nocturna tiene también cinco planetas como escolta, los sujetos que nacen serán durante toda su vida importantes, poderosos y dueños del mundo.
Tras un momento de estupefacción, Amr soltó una risa forzada, indicando que no quería conceder la menor importancia a un horóscopo tan oportuno.
– Encantadora Hipatia, hablando como el docto Tolomeo te vuelves tan aburrida como él. No, decididamente no creo en estas previsiones astrales.
– En cuanto a Omar -intervino por fin Filopon, que veía hasta qué punto los dos jóvenes se habían equivocado en sus sucesivas intervenciones-, si debes hablarle de Claudio Tolomeo, será más prudente que recuerdes sólo su sistema astronómico. Se tranquilizará si le describes una gran Tierra, inmóvil en el centro de un universo estable y previsible.
– Tienes razón, prudente Filopon, es hora ya de volver a la realidad. El destino del hombre es, en suma, un destino de papeclass="underline" nace arrugado, muere arrugado, y en eso el médico no va a contradecirme. Por lo que se refiere al destino de la Biblioteca, depende sólo de la voluntad de Omar… así como del modo como le cuente yo esta entrevista. De modo que, repito, ayudadme a demostrar que vuestros libros no van contra el Corán.