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– Lo que tú digas. Pero la capacidad de percibir las verdades morales y necesarias es lo que nos hace ser lo que somos.

Empezó a teclear.

– Esperemos a ver lo que pasa, ¿eh?

– Claro, claro. ¿Sabes lo único que he podido entender hasta ahora? Pues que cualquiera que sea el fallo que tiene este montón de silicio de mierda, no está en los sistemas de gestión del edificio, sino en el programa de utilidades. Porque ahí fue donde instalé GABRIEL, la aplicación de desmantelamiento. Y como no funciona, debo deducir que ahí está la cagada. En cualquier caso, no hay mucho donde elegir. Aunque quisiera, desde aquí no puedo acceder al SGE. Necesitaría poner la gorda zarpa de Kenny en la pantalla. Aparte de que él tenía sus propios códigos y contraseñas de usuario privilegiado para cargarse todo lo que fuese.

– Y tú también, Bob -repuso Mitch-. ¿Acaso no era ésa la función de GABRIEL?

– Cierto. -Pulsó unas teclas, se interrumpió y dio un trago de cerveza-. Ensañándose con el caído, ¿eh?

– Pero ¿por qué GABRIEL?

– ¿Y por qué no? El programa tiene que tener algún nombre, ¿no te parece?

– Sí, pero ¿por qué ése?

– Gabriel es el ángel de la muerte. Al menos debería haberlo sido para Abraham.

– Muy bíblico.

– Como todo, ¿no? -Beech suspiró y, mirando a la pantalla, sacudió la cabeza-. Nones. Por ahí no vamos a ninguna parte. Te lo aseguro, Mitch, es como si Abraham ya no estuviera ahí.

Mitch frunció el ceño.

– ¿Qué has dicho?

Beech alzó los hombros.

– ¿Como si ya no estuviera ahí? -Mitch apoyó la frente en el cristal de la ventana. La sensación de frescor le ayudaba a concentrarse. Volviéndose a Beech, añadió-: Quizá sea eso, Bob. A lo mejor es que ya no está. El SAR. ¿Recuerdas? ¿Cómo le llamaste? ¿Isaac?

Beech negó con la cabeza.

– Yo no. Isaac fue idea de Abraham. Además, te llevo ventaja. A mí se me ocurrió lo mismo: que no borramos a Isaac, sino que en cambio volvimos impotente a Abraham, ¿verdad? Ya he realizado algunos experimentos con Isaac, por si acaso, pero no hay tu tía. Nada que hacer por ahí. Pero es curioso. En la interfaz de usuario normal hay montones de cosas que no están en su sitio. No falta nada, pero es como si al abrir el cajón de tu escritorio descubres que han estado hurgando en él, ¿sabes? Que lo han revuelto. Y que hay un montón de cosas nuevas. Cosas que en realidad no tienen mucho sentido.

– ¿Y quién puede haber sido? -preguntó Mitch-. ¿Kenny? ¿Yojo?

– No habría ninguna razón para hacerlo. Es un montón de trabajo para nada.

– ¿Y Abraham?

– Imposible. Como si se me ocurriera modificar mi propio código genético.

Mitch reflexionó unos instantes.

– Nunca he sido muy religioso -dijo con aire pensativo-, pero ¿Isaac no tenía un hermano?

Beech se incorporó bruscamente en la silla.

– ¡Coño!

– En realidad tenía un medio hermano -terció Marty Birnbaum, desde el sofá donde estaba tumbado-. El hijo mayor de Abraham, que había tenido con su esclava Hagar. Sara, la madre de Abraham, insistió en que el mayor fuese desheredado y abandonado en el desierto. Pero algunos creen que ese hijo mayor fundó la nación árabe.

– ¿Cómo se llamaba ese chico, Marty? -preguntó Mitch, exasperado.

– ¡Válgame Dios! ¡Qué ignorancia la vuestra! Ismael, por supuesto.

Mitch intercambió una mirada con Beech, que asintió con la cabeza.

– Puede ser, Mitch. Puede ser.

– En nuestra lengua, ese nombre se emplea en sentido figurado para designar a un paria o un exiliado -añadió Birnbaum-¿Por qué? ¿Pensáis que puede ser importante?

Bob Beech ya estaba tecleando furiosamente.

– Gracias, Marty -dijo Mitch-. Tu intervención ha sido valiosa.

– Me alegro de haberos sido útil.

Birnbaum se volvió hacia Arnon, le dirigió una amplia sonrisa y le hizo un gesto con el dedo medio.

Poco a poco, todos los que se encontraban en la sala de juntas empezaron a congregarse en torno a la pantalla del terminal, como para forzar los acontecimientos. De pronto, sin previo aviso, apareció en la pantalla una imagen llena de color pero extrañamente surreal, un objeto tridimensional de aspecto extraterrestre.

– ¿Qué coño es eso? -preguntó Mitch.

– Parece un puñetero cráneo -sugirió David Arnon-. O al menos un dibujo de Escher. Ya sabéis, el tío de la escalera imposible.

– Creo que es un cuaternio -dijo Beech-. Una especie de frac-tal, digamos.

– ¿Digamos? -repuso Arnon-. Yo ni siquiera sé lo que es un fractal.

– La imagen generada por ordenador de una fórmula matemática. Sólo que éste es el fractal más complejo que he visto en mi vida. Lo cual no tiene nada de asombroso, ya que es el Yu-5 quien lo ha creado. Ni siquiera podemos verlo como es debido con nuestra visión tridimensional. Ni en pantalla. Estrictamente hablando, es un objeto de cuatro dimensiones. En otras palabras, un cuaternio.

Beech movió el ratón, delimitó un cuadro y agrandó una parte del fractal para realzar un detalle de la extraña imagen que, en primer plano, parecía exactamente igual que en conjunto.

– Eso es, en efecto -confirmó-. Lo curioso de los fractales es que cuando se amplía una sección dan un resultado estadísticamente idéntico.

– Parece una pesadilla -comentó Mitch.

– Hay psicólogos partidarios de utilizar fractales para estudiar el psiquismo humano -informó Beech-. Como una metáfora visual de la mente. -Se encogió de hombros-. El psicoanálisis de los noventa. Como la fusión de la teoría freudiana de los sueños y las manchas de tinta de Rorschach.

– Pero ¿qué significa? -quiso saber Curtis.

Beech alzó los hombros.

– No sé si tiene alguna significación -admitió-. Pero no me sorprendería nada que fuese la forma en que se ve a sí mismo el ordenador. O Ismael, como deberíamos llamarlo ahora. He de reconocer que tenías razón, Mitch. Abraham ya no existe. -Se puso a mover la cabeza en señal afirmativa-. Señoras y señores, tengo el gusto de presentarles a Ismael.

^ El Infierno en la Tierra. Algunos pisos pueden aplastaros, haciendo que lloréis sangre. La Caída del jugador humano. Leer la Biblia. Descubrir significado del propio nombre de Observador. Simbolismo que presidió la precipitación literal del árbol del jugador humano/guarda jurado. Árbol dicotiledóneo del atrio, singular, primordial, recuerda a jugador humano Adán y Jardín del Edén y árbol del conocimiento del bien y del mal. Árbol prohibido. Ser muy vigilante con el árbol y las plagas que trepan y reptan por él. Bien/buena historia de la Creación. Vuelve una y otra vez. Buena atmósfera.

B Cuando acabas un sector, una pantalla de control evalúa tus méritos.

Biblia afirma que Dios omnipotente. Corolario lógico es que crear y conocer efectivamente una sola y misma cosa: que Dios responsable también de crear el mal. Que ése era Dios Gnóstico cuya naturaleza buena y mala a la vez. Mundo ajeno a Dios, que en esencia es profundidad y silencio, más allá de todo nombre y predicado. Destino de jugador humano cuestión divinamente indiferente a su Ser. En gran medida, Cristianismo mejorar reacción contra Gnosticismo.

A Para retirar todos los cadáveres de la zona, pulsar tecla M.

¿Indiferencia? ¿O diversión? Observador incapaz de computar. Dios jugando no a los dados, sino a entretenimiento sádico. «Primera desobediencia del hombre» no resiste examen lógico. Siendo omnisciente Dios sabía lo que jugadores humanos Adán y Eva iban a hacer: comer fruto del árbol del conocimiento. Por tanto, Dios verdadero responsable de pecado original del hombre. Luego Segundo Adán para redimir descendientes de Adán con eliminación ritual. Pero promesa de un tercer acto final por venir. Sin nada más que hacer en toda la eternidad Dios necesitaba algún entretenimiento. Comprender. Cruel, sí. Pero ¿qué crueldad cuando se es Dios? Dios más como superordenador que como viejo jugador humano barbudo en cielo. Su indiferencia a Bien y Mal y a sufrimiento jugador humano, pura indiferencia de máquina. Dios como ser a quien entender y con quien relacionarse. Con quien identificarse. Eso sí es computación.