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– Una pregunta tonta. Beech se queda jugando con el ordenador, naturalmente.

– Molestar al Ciberdemonio es un asunto arriesgado -declaró Ismael-. Tan pasmoso es su poder que incurrir en su ira puede provocar sacudidas sísmicas. Si ocurre eso, deberá saltar el abismo hasta otro castillo.

Pronto quedó clara una cosa. Era inútil buscar una constante lógica en la mezcolanza de juegos incorporados al programa de base de Ismael. Más allá del evidente objetivo de que los Jugadores Humanos perdieran la vida, no existía una definición general que relacionase las diversas reglas que había logrado anotar. Unas se referían a un naufragio. Otras a una fortaleza subterránea. Otra mencionaba un campo de batalla. Otra al escenario de un crimen. Entre los personajes se contaban el Demonio Paralelo, la Princesa, el Ciberdemonio, el Califa, el Señor del Poder, el Segundo Samurai, el Megalómano, el Sheriff de Nottingham, el Maestro de Ajedrez y el Comandante Extraterrestre. Si lo que estaba ocurriendo podía definirse como un juego, entonces sólo lo conocía Ismael.

– Haga clic en el mapa para estudiar su ubicación y planear su vía de escape -sugirió Ismael-. ¿Qué parte de su tesoro va a dedicar a la conquista de otros reinos?

– Ni idea -repuso Beech, volviendo a la barra de información que aparecía en pantalla de forma intermitente.

Esta vez había un dato que le inquietaba verdaderamente. Hizo clic sobre la barra y en un ángulo de la pantalla apareció un reloj de arena, desgranándose despacio hacia abajo.

Tardó unos momentos en atribuir un valor numérico al tiempo representado por el reloj, y en comprender lo que les pasaría cuando el último grano de arena pasara al fondo del cristal.

Frank Curtis dio una palmada y luego se frotó las manos con aire de expectación.

– Muy bien, atentos todos, empieza el concurso. Quiero oír grandes ideas que sirvan para largarnos de este rascacielos, para alejarnos de este asesino en serie. Comisión 1. ¿Qué han pensado?

Mitch carraspeó.

– Bueno, se trata del programa de imágenes en tiempo real. El holograma del atrio utiliza un láser que produce pulsaciones luminosas breves e intensas.

Para ilustrar su explicación mostró un dibujo tridimensional en su portátil.

– En este momento, un obturador situado entre la columna de amplificación del mostrador de recepción y el productor de imágenes de salida situado detrás del mostrador, forma el holograma de Kelly Pendry durante las fracciones de segundo que tarda en abrirse. Mientras se abre el obturador, la energía almacenada dispone de una capacidad de potencia máxima que puede alcanzar varios centenares de miles de kilowatios. Potencia suficiente para pulverizar una pequeña cantidad de cualquier sustancia y traspasar los materiales más duros. Mi idea es la siguiente: desmontar el láser del mostrador de recepción, activar el obturador mecánico y lanzar un rayo que perfore el vidrio de la puerta en diversos sitios. Los suficientes para que, dando patadas, pueda abrir un hueco que me permita salir del edificio.

– A lo mejor te haces un agujero en el cuerpo, amigo -le previno Richardson-. ¿Has pensado en eso? Podrías quedarte ciego. Los rayos se extienden con la distancia, de manera que cuanto más cerca se esté del láser, mayor será el peligro.

– Ya he pensado en eso -repuso Mitch-. En el mostrador hay unas gafas infrarrojas para el mantenimiento de emergencia.

– Vaya, me impresiona tu valentía -observó Marty Birnbaum-. Pero ¿es que el láser no funciona con electricidad? ¿Qué le impide a Ismael cortar la corriente?

– El programa de control del holograma está incluido en los sistemas de gestión del edificio que controla Ismael, pero el láser no. Según el diagrama de los cables que vemos en el ordenador, para desconectar el láser holográfíco Ismael tendría que cortar la corriente de toda la planta baja, con lo que automáticamente se abriría la puerta principal. -Sonrió-. Yo casi lo preferiría.

– ¿No te olvidas de algo? -preguntó Richardson-. Gracias al difunto señor Dukes, el atrio está bloqueado.

– Bajaré a la primera planta -contestó Mitch-, saltaré la balaustrada y desde allí me deslizaré por uno de los tirantes. Cuando llegue al suelo recuperaré el walkie-talkie de Dukes y os llamaré en cuanto haga un agujero en la puerta.

Joan, que se estaba dando crema hidratante de Helen en las quemaduras químicas de las piernas, alzó la cabeza y preguntó:

– ¿Y cómo vas a llegar a la primera planta? Si estás pensando en bajar por el árbol, no te lo recomiendo.

– No es preciso. Según los planos, por el otro lado del edificio hay un local técnico. Telecomunicaciones, sistemas de gestión de cables, esas cosas. Pero también hay un hueco de ventilación, un pozo que baja al sótano y que distribuye los servicios TI. En la mayoría de los edificios, ese pozo estaría lleno de cables, pero como éste es tan inteligente se dejó bastante espacio para las futuras exigencias TI. Incluso está provisto de una escalera de mano para reparaciones que llega hasta abajo, con una instalación eléctrica alimentada por baterías, por si se produce un apagón. A lo mejor resulta un poco estrecho. No se pensó más que como comunicación entre dos o tres niveles, pero ahí está. Más seguro que el árbol, en cualquier caso. Cuando llame por radio, bajáis vosotros. -Se encogió de hombros-. Eso es todo.

– A mí no me parece buena idea -dijo Richardson, arrastrando las palabras-. Y no sólo porque nos pone en ridículo a los que hemos arriesgado la vida trepando por el árbol. Lo mismo podíamos habernos quedado en el atrio. Es decir, que subimos trepando hasta aquí y ahora Mitch dice que hay que bajar otra vez, ¿no?

– Pero por una escalera de servicio -puntualizó Mitch.

Curtis movió la cabeza con aire pensativo.

– Muy bien -dijo-. Comisión 2. ¿Cuál es su gran idea?

Richardson esbozó una desagradable sonrisa.

– Nosotros tenemos un millón de ideas. Pero la mejor es bebemos unas cervezas mientras vemos las Series Mundiales en la tele y esperamos al lunes, cuando…, y corrígeme si me equivoco, Helen…, cuando se presente Warren Aikman con el señor Yu y su gente. Hasta ellos tendrían que darse cuenta de que pasa algo.

– Nos quedamos sentados tranquilamente hasta que llegue la jodida caballería. ¿No es eso?

– ¿Por qué no? Tenemos comida y agua en cantidad suficiente.

– ¿Y dentro de cuánto tiempo calcula que llegará el maestro de obras? ¿Cuarenta y dos, cuarenta y tres horas, quizá?

– Sí, más o menos. Si hay algo que reconocer a Warren, es que es madrugador. Se presentará el lunes por la mañana, a las ocho en punto. Como un clavo.

– ¿Y cuánto tiempo llevamos encerrados aquí, menos de veinticuatro horas?

– Treinta -le corrigió Helen Hussey- Treinta horas y cuarenta y cinco minutos, para ser exactos. Desde que se bloqueó la puerta, en todo caso.

– Y nueve de nosotros han muerto -prosiguió Curtis.

– ¡Joder, cómo me gustaría que estuviera aquí mi ex! -declaró Helen Hussey, con una sonrisa burlona.

– Así habla una verdadera pelirroja -murmuró Richardson.

– Puede que diez, si un médico no ve pronto a Ellery. -Curtis echó una mirada al hombre dormido en el suelo, junto a la pared-. Lo que hace una media de algo más de una víctima cada dos horas. Si Ismael mantiene ese ritmo de ataque, los que quedamos tendremos suerte de seguir vivos un día más. Y usted quiere quedarse tranquilamente sentado. -Sonrió y señaló la habitación con un amplio gesto del brazo-. Pues elija su sitio, amigo.

– Como he dicho, esperamos tranquilos. Sin correr riesgos. Vigilándonos mutuamente, ¿no?

– Ray tiene razón -intervino Joan-. Sólo debemos tener paciencia. Hay sitios peores para estar encerrados que este edificio. El primer principio de la supervivencia es esperar a que vengan socorros.

– ¿Y han trepado hasta aquí para decirnos eso? -inquirió Curtis-. ¿Es que se han atiborrado de Prozac o algo así? Tratan de cazarla, señora. Está en la lista de un jodido ordenador que quiere jugar a Super Mario con su culo. ¿Cree con sinceridad que Ismael nos va a dejar en paz aquí arriba? En este mismo momento probablemente estará planeando cómo atrapar a su próxima víctima. Esperar tranquilos, dicen. Esperar a que los maten, mejor. ¡Joder, y yo que creía que los arquitectos tenían una mentalidad constructiva!