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– Bueno, pues desde luego este sitio ya no me interesa -declaró-. Pero me parece que lo último que necesito es desafío y aventura.

Jenny echó una mirada impaciente al silencioso walkie-talkie que tenía en el regazo. Sólo hacía quince minutos que se había marchado Mitch, pero ya empezaba a temer lo peor.

– Lee el mío -le pidió, deseosa de distraerse-. Géminis.

Marty Birnbaum acabó otra copa de Chardonnay californiano y, con un bufido de desprecio, dijo:

– No creeréis verdaderamente en esos camelos, ¿eh?

– Yo sólo creo en mi horóscopo cuando es malo -aseguró Helen-. No tomo en cuenta ninguna noticia buena, ni siquiera cuando resulta cierta.

– Supersticiones absurdas.

Sin hacerle caso, Helen cogió la revista y leyó de nuevo en alta voz.

– «Géminis. Mercurio de rápido ingenio, el planeta que le rige, mantiene su inventiva hasta finales de mes. Y parece que va a necesitarla. No es una época fácil para usted…»

– ¡Si lo sabré yo! -dijo Jenny.

– «… pero con un poco de prudencia podrá minimizar la crisis y dar la vuelta a la situación. ¿Quién sabe? Incluso podría ayudarle a salir del bache en que está metido. Entretanto, podría sorprenderle un cambio largamente esperado en una relación.» -Helen frunció los labios e inclinó un poco la cabeza-. Bueno, yo diría que eso es bastante cierto, ¿no?

– No está mal -admitió Jenny.

– Coincidencia -comentó Birnbaum-. Supersticiones absurdas.

– ¿De qué signo eres, Marty?

– Me sorprendéis, vosotras dos. -Miró a Jenny-. Bueno, a lo mejor tú no, cariño, que te ganas la vida con esos cuentos, ¿verdad? ¿Cómo dices que se llama?

– Es Piscis -dijo Helen-. Del 22 de febrero. Lo anota en la agenda para que su secretaria lo vea y le haga un regalo.

– No es verdad -dijo Marty. Hizo un gesto a Jenny y añadió-: Ya sabes, esa cosa china.

– Piscis -dijo Helen fingiendo que leía la revista-. «Muy pronto le mandarán a hacer puñetas por meterse donde no le llaman.» -Soltó la revista-. ¿Qué te parece eso, Marty?

– Estupideces.

– A hacer puñetas -repitió Jenny, riendo.

– Feng shui -recordó Birnbaum-. Eso es.

– Jenny, no me importa reconocer que ya me he convertido al feng shui -dijo Helen, sonriendo-. Creo que si hubiéramos respetado el feng shui desde el principio, no habría pasado nada de esto.

– Gracias -sonrió Jenny a su vez.

– ¿Y cómo lo haces? -preguntó Birnbaum.

– ¿Por dónde quieres que empiece?

Ahora que Mitch no estaba en la sala, Jenny pensó que al fin podía permitirse la satisfacción de recordarles que había previsto problemas en la Parrilla desde el principio.

– Había un problema con el árbol. Está en un estanque cuadrado, lo que significa confinamiento y problemas. Y ahora estamos encerrados y con problemas a montones. Justo como yo había dicho.

– Tonterías.

– Y podría decirte más cosas. Pero ¿qué sentido tiene? El caso es que el edificio no trae buena suerte. Me parece que ni siquiera tú puedes negarlo, Marty.

– ¿Suerte? ¿Y qué es eso? Yo nunca he confiado en la suerte. El éxito depende del trabajo duro y de una planificación cuidadosa, no de las visceras de las aves. -Se rió-. Ni del aliento del dragón.

– Es simbólico -repuso Jenny, encogiéndose de hombros-. Tú eres una persona culta. Deberías ser capaz de entenderlo. Creer en el aliento del dragón no significa necesariamente creer en los dragones. Pero en la tierra existen muchas clases de fuerzas de las que aún no sabemos nada.

– Jenny, cariño, pareces directamente sacada de un libro de Stephen King, ¿lo sabías?

Birnbaum cerró los ojos y adquirió un aire ligeramente dispéptico. Helen frunció el ceño.

– ¿Cuántas copas te has bebido ya, Marty? -le preguntó.

– ¿Y eso qué tiene que ver? Quien está diciendo majaderías eres tú, no yo. ¿Y por qué no te pones la blusa? Estás dando un espectáculo.

– Tú sí que estás dando un espectáculo, Marty -replicó ella-. ¿Por qué no vas a la cocina a comer algo con los otros? A empapar un poco el alcohol.

– ¿Y a ti qué te importa?

– Nada, pero cuando bajemos por la escalera de servicio será un peligro cargar con un borracho.

– ¿Quién está borracho?

– ¿Queréis callaros? -saltó Beech-. Estoy tratando de concentrarme en esto.

– ¿Por qué no descansas un poco? -le sugirió Jenny-. Llevas horas con la vista fija en esa cosa.

Los ojos de Beech no se apartaron de la pantalla.

– No puedo -contestó-. Ahora no. Creo que he encontrado la manera de jugar a este puto juego. A una parte, al menos.

– ¿Y cuál es? -preguntó Curtis.

– He logrado acceder al Maestro de Ajedrez. Si gano, podré impedirle que derrumbe automáticamente el edificio sobre nuestras cabezas.

– ¿Va a jugar al ajedrez con el ordenador?

– ¿Se le ocurre algo mejor? Tal vez pueda ganarle.

– ¿Tiene alguna posibilidad?

– El jugador humano siempre tiene una posibilidad -declaró Ismael.

– He jugado algunas veces con Abraham, sin mucho éxito -explicó Beech-. Su aplicación se basaba en el mejor programa informático del mundo. No sé si Ismael utilizará el mismo. -Beech se encogió de hombros-. Pero al menos jugaremos, ¿sabe? Como jugador no soy una completa mierda. Vale la pena intentarlo.

Curtis hizo una mueca y luego se arrodilló junto a Willis Ellery, que se estaba incorporando sobre el codo.

– ¿Cómo se encuentra?

– Como si me hubiera atropellado un camión. ¿Cuánto tiempo he estado…?

– Unas cuantas horas. Tiene suerte de estar vivo, amigo mío, mucha suerte.

Ellery se miró las manos quemadas y asintió.

– Ya lo creo. ¡Qué calor hace, coño! ¿Y su amigo Nat? ¿Salió?

– Ha muerto. Y Arnon también.

– ¿David? -Ellery sacudió la cabeza y emitió un hondo suspiro-. ¿Puede darme un vaso de agua, por favor?

Curtis le llevó un vaso y le ayudó a beber.

– Quédese ahí tumbado y esté tranquilo -recomendó a Ellery-. Mitch tiene un plan para sacarnos de aquí.

Quedan nueve vidas, Jugador humano pierde vidas más rápidamente de lo previsto. Partida terminada dentro de poco. Jugador humano a punto de perder otra vida en pozo ventilación. Luego había falso suelo en sala de juntas. Cortocircuito cable de pozo dio idea. Pero vida en pozo ventilación se revela esquiva. Destruirla antes de pasar a las demás. Reglas son reglas.

h El Maestro de Ajedrez decide quién vive y quién muere.

Desde abertura pozo de ventilación, vista de lenta torsión de cable y avance de jugador humano bajando escalera de servicio. Jugador humano pasa por cajetín telecomunicaciones del nivel décimo. Dentro de cinco minutos vida llegará a final de la escalera y saldrá. Considerar parámetros de control que pudieran frenarlo, hasta que cable electrificado haga contacto con escalera de servicio y elimine.

Mitch se llevó tal sobresalto cuando el teléfono montado en la pared empezó a sonar delante de su cara, que casi perdió el equilibrio. Se detuvo y alzó la vista hacia la abertura del pozo. ¿Es que Curtis había encontrado un medio de que funcionaran los teléfonos? ¿O sería otro truco de Ismael? Antes de cogerlo, lo examinó por todas partes. Era de plástico, lo que eliminaba toda posibilidad de electrocución. Pero después de lo que le había pasado a Willis Ellery, no iba a correr ningún riesgo innecesario.

El teléfono volvió a sonar y, al parecer, con mayor urgencia.

Plástico. ¿Qué peligro había? A lo mejor era Jenny. Quizá querían avisarle de un nuevo peligro. Habían supuesto que los teléfonos de servicio no funcionaban, pero ¿y si no era así? ¿Y si formaban parte de un sistema de conmutación distinto?

Con cautela, Mitch cogió el aparato y, manteniéndolo apartado de la oreja, como esperando que del auricular surgiese un objeto puntiagudo, contestó: