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—He visto que no tenías pareja de baile, Señor. Yo me encuentro en la misma situación, y por esto me pregunté si me harías el honor de acompañarme.

Su voz de contralto era afectuosa, y Tarod se sintió desarmado por su audacia. Su invitación, en flagrante quebrantamiento del protocolo, había sido formulada con tanta naturalidad.

—Será un placer.

Entraron en la pista y los que bailaban se separaron un poco para dejarles sitio. La muchacha era una bailarina consumada, confirmando la impresión inicial de Tarod de que su clan podía permitirse prescindir de los convencionalismos sociales, y aunque normalmente le interesaban poco estos pasatiempos, se sorprendió al descubrir, al cabo de unos momentos, que le divertía el baile.

Keridil, que bailaba todavía con Themila, se cruzó dos veces con ellos, y en ambas ocasiones dirigió a Tarod una mirada de interrogación a la que éste replicó con la más absoluta impasibilidad. Al fin terminó la pieza, las parejas aplaudieron cortésmente y Tarod y Sash-ka se dirigieron a una mesa desocupada a un lado del salón, al pie de una alta ventana. Grandes antorchas habían sido encendidas en el patio exterior, y la luz difusa por el cristal translúcido hizo resplandecer los cabellos de la joven y acentuó el tono de su piel. Sashka se sentó en la silla que le ofreció Tarod.

— Gracias, Señor — dijo, empleando todavía el tratamiento formal, pero dirigiéndole al mismo tiempo una mirada desafiadora y prometedora—. Empezaba a temer que pasaría toda la velada como una extraña al lado de mi padre.

Él sonrió, divertido.

— ¿Es tu primera visita al Castillo?

—Sí... Desde luego, había oído hablar mucho de él. Pero nada puede compararse con lo que es en realidad. — Miró a su alrededor; las luces, los colores, el movimiento, y bajó los ojos como disculpándose—. Confieso que me siento un poco aturdida.

Tarod hizo una seña a un criado que pasaba y pidió una botella y dos copas.

—Siempre he creído que el vino es un buen remedio contra la incertidumbre. ¿Puedo...?

—Gracias. —Esperó a que él escanciase el vino y, después, ambos levantaron sus copas, haciéndolas chocar ligeramente. La muchacha tomó un sorbo y asintió con la cabeza en señal de aprobación —. Una buena cosecha. De Chaun del Sur..., ¿de la penúltima estación?

— Exacto. Te felicito por tus conocimientos.

Ella se echó a reír, mostrando unos dientes perfectos e iguales.

—¿Me han estado enseñando desde la infancia! Mi padre posee muchos viñedos en la provincia de Han, y siempre hemos envidiado el clima y las condiciones del suelo de Chaun del Sur.

—¿Y no has sentido deseos de seguir las aficiones de tu padre? —preguntó él, alargando una mano y rozando ligeramente con un dedo el velo que llevaba ella.

Sashka sonrió.

—Es una labor impropia de una mujer... , al menos en Han. Mi clan consideró más adecuado que ingresase en la Hermandad.

A Tarod le costó imaginar que aquella joven se doblegase a los deseos de otros, a menos de que coincidiesen con los suyos.

—Y tú, ¿qué opinas? —le preguntó.

—Oh, yo estoy más que satisfecha con mi suerte. Ser Hermana es una posición sumamente apreciada..., sobre todo si se pertenece a la Residencia de la Tierra Alta del Oeste.

—¿La Tierra Alta del Oeste? Entonces estás bajo la tutela de Kael Amion...

Sashka se sorprendió e impresionó por la familiaridad con que su acompañante hablaba de la mujer que, para las Novicias bajo su tutela, estaba sólo un peldaño por debajo de los dioses.

—Desde luego, no conozco personalmente a la Señora, o sólo muy poco... Pero sí, es nuestra excelsa Superiora. De pronto, deseosa de no verse rebajada a los ojos de él, irguió la espalda—. Yo soy la Hermana Novicia Sashka Veyyil, hija de Frayn Veyyil Saravin.

Tarod arqueó una ceja. Conocía la influencia del clan Saravin; no era de extrañar que la hija de un Saravin hubiese conseguido una plaza en la comunidad de Kael Amion. Sin embargo, aunque era sabido que Kael exigía un alto nivel de inteligencia, no podía detectar en Sashka las dotes latentes propias de una Hermana; y recordó con ligera ironía la casi dolorosa clarividencia de la vaquera Cyllan, cuya humilde cuna le había impedido sacar buen partido de su talento natural...

El hilo de sus pensamientos fue cortado por la voz bien modulada de Sashka.

—Bueno, Señor, ahora estoy en desventaja contigo. Tú sabes mi nombre y yo ignoro el tuyo.

Él la miró a los ojos.

— Me llamo Tarod. — Y como ella esperase que continuase, añadió—: Iniciado de séptimo grado del Círculo.

— ¿Tarod? ¿Cuál es el nombre de tu clan?

Tarod sonrió débilmente.

—No tengo nombre de clan.

Un Adepto del grado más alto, que no quería revelar su clan... Sashka estaba ahora doblemente intrigada, acuciada su imaginación por toda clase de agradables especulaciones. Estaba a punto de hacerle una pregunta cuidadosamente formulada, para persuadirle de que le revelara más sobre su pasado, cuando alguien les interrumpió.

—Sashka..., ¡conque estabas aquí! Te he estado buscando.

—Frayn Veyyil Saravin tomó a su hija del brazo y miró especulativa y recelosamente a Tarod, reconociendo la insignia de Iniciado, pero inseguro en lo tocante a su grado—. Buenas noches, Señor.

Sashka se desprendió e hizo, disimuladamente, frenéticos ademanes para alejar a su padre, pero éste no se dio por enterado. Tarod miró a aquel hombre corpulento hasta que éste desvió los ojos bajo las tupidas cejas, vacilando. Después respondió fríamente:

— Señor...

Frayn carraspeó ruidosamente y levantó la voz para ha cerse oír sobre la música, que estaba empezando de nuevo.

—No bailabas, Sashka, y pensé que podrías hacerlo conmigo...

—Estaba bailando, padre —dijo Sashka, tratando de que su voz sonase normal entre los dientes furiosamente apre tados—. El Iniciado vio que no tenía pareja y se ofreció amablemente a acompañarme.

—¡Ah sí! Muy amable de tu parte. Eres muy amable, Señor, y te doy las gracias. Pero ahora, Sashka, ¿permitirás que un viejo...?

Ella tenía que acceder, si quería evitar una escena embarazosa. Componiendo su semblante, se volvió de nuevo a Tarod y se inclinó como solían hacer las Hermanas.

— Gracias, Tarod. -Espero que volvamos a vernos antes de que termine la velada.

Estaba resuelta a decir la última palabra a pesar de la visible contrariedad de su padre, y Tarod la miró con expresión de divertida aprobación. Le estrechó brevemente la mano.

— Estoy seguro de ello.

Frayn Veyyil Saravin condujo a su hija a la pista con una prisa casi ridícula y, cuando hubieron ocupado su sitio en la formación, dijo furiosamente en voz baja:

— ¡Conque estabas bailando! ¡Jamás había visto tanta des facha-tez! ¡Me avergüenzo de ti!

— ¡Oooh, padre... !

— ¡Nada de «oh, padre», hija! Dirigirte descaradamente a un desconocido sin haber sido presentados, aceptar su invitación sin pedirme siquiera permiso, y después sentarte a coquetear con él delante de todo el mundo

—¡Es el mejor amigo del Sumo Iniciado! —replicó Sashka, en un ronco murmullo—. Y si no hubieses tardado tanto en cumplir tu promesa de presentarme a él...

— ¡Que Aeoris nos ampare! ¿Te imaginas que puedo hacer milagros? ¡Estas cosas requieren tiempo, Sashka! Además... — farfulló, buscando las palabras adecuadas, pues no quería irritar a su hija, pero lo que había observado le había alarmado en grado sumo —. Además, pensaba que era a Keridil Torn a quien querías conocer.

Ella le miró de soslayo y sonrió dulcemente. El había visto otras veces aquella expresión y sabía lo que significaba.

—El Sumo Iniciado tiene muchas otras pretendientes, padre — dijo suavemente—, y creo que no me gustaría tener que luchar por un sitio en la larga cola. Sería muy poco digno.