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—La conveniencia o no de tu matrimonio, Sashka, es de incumbencia de tu clan —había respondido secamente—. Lo único que puedo decir es que, como Novicia de esta Hermandad, tendrías que haber aprendido una prudencia y un buen criterio que les son negados a mujeres menos afortunadas. Espero que los emplees para tu bien.

Sashka había reflexionado sobre las palabras de la anciana Supe-riora durante unos días, antes de decidir que era la envidia la que había dictado su consejo. La Señora Kael no se había casado nunca y las jóvenes se preguntaban sobre las desilusiones que habría sufrido en su juventud. A Sashka le divertía pensar que, si Kael hubiese sido cincuenta años más joven, probablemente le habría echado el anzuelo a Tarod.

—¡Saska! —le gritó una voz ahogada desde cierta distancia, y Sashka se detuvo y se volvió.

Vetke Ansyllin, su más íntima amiga y compañera de estudios en la Residencia, avanzaba resoplando en su dirección, agobiada por las largas faldas y por su exceso de peso. Tenía la cara enrojecida y parecía muy agitada.

Sashka, despiadadamente, no trató de aliviar el sofoco de Vetke yendo a su encuentro. Se quedó simplemente donde estaba, deshojando la flor que había cortado, hasta que la rolliza muchacha se detuvo jadeando junto a ella.

— Sashka, las Novicias te han estado buscando por todas partes. La Señora quiere que vayas a su despacho, ¡inmediatamente!

—¿La Señora...?

Sashka frunció el ceño. ¿Qué podía querer de ella la Señora Kael?

—¡Oh, Sashka, espero que no sean malas noticias!

Vetke estaba enloquecida de curiosidad. Sashka, inquieta, la apartó a un lado.

—Buenas o malas, pronto lo sabrás, dada la rapidez con que circulan los chismes en este lugar...

Echó a andar por el camino. Vetke la siguió. Pero las largas zancadas de Sashka la dejaron pronto atrás, y cuando ésta llegó al pasillo vacío de la Residencia, corrió hasta llegar a la puerta de la Superiora. Su llamada fue contestada inmediatamente. Entró y encontró a Kael Amion sentada a su mesa, pálido el semblante. Tenía en la mano una carta desplegada y, antes de que la dejase sobre la mesa, Sashka creyó ver el sello del Sumo Iniciado en el dorso.

— ¿Me has enviado a buscar, Señora?

A pesar de su reconocido desdén por la autoridad, Sashka observaba automáticamente las normas de cortesía; pocas se atrevían a tratar a la Superiora de la Hermandad sin dar muestras del máximo respeto.

—Sashka... —Kael Amion se levantó, y había tanta preocupación y compasión en su voz que la joven se estremeció interiormente—. Siéntate, por favor. Lamento tener que darte una noticia muy desagradable.

¿Su padre? ¿Su madre? No, Tarod; por favor, Aeoris, que no sea Tarod... Sashka palideció y se dejó caer en la silla más próxima.

La Señora habló despacio, y su semblante arrugado por una emoción que Sashka no podía interpretar.

—Hoy he recibido una carta urgente y personal del Sumo Iniciado, y su contenido me ha inquietado profundamente. No tengo por costumbre permitir que las Novicias tengan conocimiento de una correspondencia tan confidencial... , pero, dadas las circunstancias, creo que tienes derecho a saber lo que dice esta carta.

Con un brusco movimiento, le acercó el pergamino.

La muchacha lo tomó con manos temblorosas. De momento, aunque fuese absurdo, su único pensamiento coherente fue que Keridil Toln tenía una caligrafía clara y elegante, como correspondía a su posición... Después, sacudió la cabeza para despejarla y se obligó a asimilar las palabras.

Durante un largo rato, reinó el silencio en el despacho de la Señora. Un rayo de sol se filtraba por la ventana sobre la cabeza inclinada de Sashka, haciendo que sus cabellos resplandeciesen como el cobre. Kael Amion la observaba cuidadosamente y con ojos penetrantes. Ella misma podía añadir muchas cosas al contenido de la carta; que hablase o guardase silencio dependería de la reacción de la joven...

Por fin levantó Sashka la cabeza. Brillaban lágrimas en sus ojos, y su boca se torció en una mueca al murmurar, con voz ahogada:

— No creo una palabra..., Señora, ¡no lo creo!

No era peor de lo que Kael había esperado. A fin de cuentas, la muchacha se había considerado prometida a ese indeseable... Nadie podía esperar que aceptase inmediatamente la verdad que le arrojaban tan inesperadamente a los pies.

—Sashka, hija mía..., escúchame. Comprendo tus sentimientos, pero el Sumo Iniciado es un hombre justo y de honor. —Se pasó la lengua por los labios—. Tú debes saber que ha sido íntimo amigo de tu... del Adepto Tarod, desde que ambos eran unos niños. Tan duro es para él hacer esta declaración como lo es para ti aceptarla.

Caos... Esta palabra parecía arder en el cerebro de Sashka. Tarod un servidor del Caos, un ser no realmente humano... Trató de encontrar palabras de protesta, pero no acudieron a sus labios; frustrada, rompió a llorar desaforadamente, y sólo percibió vagamente cómo se levantaba la Señora Kael de la mesa y se acercaba a ella para abrazarla y consolarla como si fues e una niña pequeña.

Por fin amainó la tormenta y Sashka se sonó ruidosamente y se secó los ojos, irritada, dándose cuenta, incluso en su aflicción, de que las mejillas mojadas por el llanto no favorecían su belleza.

—¿Te sientes mejor? —preguntó amablemente Kael Amion.

—Sí... gracias, Señora.

—Sé que esto habrá sido un golpe terrible para ti, Sashka, pero debes creer que el Sumo Iniciado dice esto muy en serio. —Kael tomó el pergamino de manos de la joven, lo alisó y releyó los últimos párrafos—. Dice que no hay duda posible, que el propio Tarod no niega la verdad de estas alegaciones. Y me pide que te transmita su profundo pesar. Te menciona particularmente, Sashka; salta a la vista que te aprecia mucho.

Estas palabras se abrieron paso en la mente de Sashka, confusa en su aflicción, y recordó las frases de Keridiclass="underline" Por favor, transmite mi mayor consideración a la Señora Sasbka Veyyil y dile que lamento mucho los que deben ser para ella momentos de dura prueba. Un mensaje del Sumo Iniciado, para ella en persona..., y ella ni siquiera sabía que se hubiese dado cuenta de su existencia...

—Hija mía. —Kael Amion se había sentado de nuevo detrás de su mesa, pero se inclinó hacia adelante para asir las manos de Sashka —. Debes comprender que esto arroja una luz diferente sobre tus planes de matrimonio. Saben los dioses que me cuesta decirlo, pero...

Sashka la interrumpió:

— Señora... , ¿tiene... tiene mi padre noticia de esto?

Kael pestañeó.

—No... Yo he recibido la carta del Sumo Iniciado esta mañana. Pero tendrá que saberlo, Sashka. No puedes ocultarle esta noticia.

Un débil acento de censura se traslució en su voz, y Sashka tragó saliva.

—Yo... no quise decir...

Sintió que las lágrimas acudían de nuevo a sus ojos y se esforzó en contenerlas.

Kael vio la semilla de la rebelión y decidió que tenía que aplastarla antes de que pudiese germinar y arraigar. Aunque no lo había dicho, el noviazgo de su Novicia la había preocupado desde que había tenido noticia de él, y la carta de Keridil venía a confirmar, aunque de una manera que nunca habría creído posible, los temores y las dudas que sentía desde hacía tiempo acerca de Tarod. Ahora pensaba amargamente que podían achacarle la mayor parte de la culpa de que Tarod hubiese ocupado un lugar destacado en el Círculo; si no hubiese socorrido al niño perdido en las montañas del noroeste, tantos años atrás, difícilmente habría sobrevivido y causado tantos trastornos. Era un pensamiento indigno, sobre todo habida cuenta de que aquel niño les había salvado la vida a ella y a otros; pero Kael era esencialmente una mujer pragmática, y lamentaba que sus facultades de previsión le hubiesen fallado tan gravemente aquella noche fatídica.