Un juicio era un tirachinas. La clave era la preparación. En la fase anterior a la vista de la causa es cuando se carga el tirachinas con la piedra adecuada y lentamente se va estirando la goma hasta el límite. Finalmente, en el tribunal, se suelta la goma y el proyectil sale disparado de modo certero hacia el objetivo. El objetivo es el veredicto. Inocente. Sólo alcanzas ese objetivo si has elegido adecuadamente la piedra y has estirado cuidadosamente del tirachinas, tensando la goma lo más posible.
Levin era el que más estaba estirando. Había seguido hurgando en las vidas de los implicados, tanto del caso Menéndez como del caso Roulet. Habíamos tramado una estrategia y un plan que estábamos llamando del «doble tirachinas», porque tenía dos objetivos. No tenía duda de que cuando el juicio empezara en mayo habríamos estirado la goma al límite y estaríamos listos para soltarla.
La fiscalía también había cumplido con su parte para ayudarnos a cargar el tirachinas. En las semanas transcurridas desde la lectura oficial de cargos, el archivo de hallazgos del caso Roulet se había engrosado con la inclusión de los informes científicos. Asimismo, se habían desarrollado más investigaciones policiales y habían ocurrido nuevos sucesos
Entre los nuevos sucesos dignos de mención estaba la identificación del señor X, el hombre zurdo que había estado con Reggie Campo en Morgan's la noche de la agresión. Los detectives del Departamento de Policía de Los Ángeles, usando el vídeo del que yo había alertado a la fiscalía, lograron identificarlo tras mostrar un fotograma del vídeo a prostitutas conocidas cuando éstas eran detenidas por la brigada de antivicio. El señor X fue identificado como Charles Talbot. Era conocido por muchas de las proveedoras de sexo como un habitual. Algunas decían que era propietario, o bien trabajaba, en una tienda de Reseda Boulevard abierta las veinticuatro horas.
Los informes de la investigación que me enviaron a través de las solicitudes de hallazgos revelaron que los detectives interrogaron a Talbot y descubrieron que en la noche del 6 de marzo salió del apartamento de Reggie Campo poco antes de las diez y se dirigió a la previamente mencionada tienda abierta las veinticuatro horas. Talbot era el dueño del establecimiento. Fue a la tienda para supervisar la situación y abrir un armario donde guardaba los cigarrillos y del cual sólo él poseía la llave. Las cámaras de la cinta de vigilancia de la tienda confirmaron que estuvo allí entre las 22.09 y las 22.51, reponiendo cajetillas de cigarrillos debajo del mostrador. El informe de la investigación descartaba que Talbot hubiera participado en los acontecimientos que ocurrieron después de abandonar el apartamento de Campo. Sólo era uno de sus clientes.
En ninguna parte de los hallazgos de la fiscalía se mencionaba a Dwayne Jeffery Corliss, el soplón carcelario que había contactado con la acusación dispuesto a contar un cuento acerca de Louis Roulet. Minton o bien había decidido no usarlo como testigo o lo estaba manteniendo en secreto para un caso de emergencia. Me inclinaba a pensar en esta última opción. Minton lo había aislado en el programa cerrado. No se habría tomado la molestia a no ser que quisiera mantener a Corliss fuera de escena, pero preparado. Por mí no había problema. Lo que Minton no sabía era que Corliss era la piedra que yo iba a poner en mi tirachinas.
Y mientras que los hallazgos de la fiscalía contenían escasa información sobre la víctima del crimen, Raúl Levin estaba investigando concienzudamente a Reggie Campo. Había localizado un sitio web llamado PinkMink.com, en el cual anunciaba sus servicios. Lo que era más importante del descubrimiento no era necesariamente que establecía todavía más su implicación en la prostitución, sino el anuncio en el que declaraba que tenía «una mentalidad muy abierta y le gustaba el lado salvaje» y que estaba «disponible para juegos sadomaso: "azótame tú o te azotaré yo"». Era buena munición. Era la clase de material que podía ayudar a colorear una víctima o un testigo ante los ojos de un jurado. Y ella era ambas cosas.
Levin también estaba hurgando más a fondo en la vida de Louis Roulet y había descubierto que había sido un mal estudiante, que había asistido al menos a cinco escuelas privadas diferentes de Beverly Hills y los alrededores en su juventud. Era cierto que había asistido a la UCLA y que se había graduado en literatura inglesa, pero Levin localizó a compañeros de clase que habían declarado que Roulet había comprado trabajos completos a otros estudiantes, respuestas de exámenes e incluso una tesis de noventa páginas sobre la vida y obra de John Fante.
Un perfil mucho más oscuro emergió del Roulet adulto. Levin encontró a numerosas amistades femeninas del acusado que dijeron que Roulet las había maltratado física o mentalmente, o ambas cosas. Dos mujeres que habían conocido a Roulet cuando eran estudiantes de la UCLA contaron a Levin que sospechaban que Roulet había echado droga en sus bebidas y que luego se había aprovechado sexualmente de ellas. Ninguna denunció sus sospechas a las autoridades, pero una mujer se sometió a un análisis de sangre después de la fiesta. Dijo que se encontraron rastros de hidroclorato de ketamina, un sedante de uso veterinario. Por fortuna para la defensa, ninguna de las mujeres había sido localizada hasta el momento por investigadores de la fiscalía.
Levin echó un vistazo a los llamados casos del Violador Inmobiliario de cinco años antes. Cuatro mujeres -todas ellas agentes inmobiliarias- denunciaron haber sido reducidas y violadas por un hombre que las estaba esperando cuando éstas entraron en casas que habían sido dejadas vacías por sus propietarios para que fueran mostradas. Las agresiones no se habían resuelto, pero se detuvieron once meses después de que se denunciara la primera. Levin habló con el experto del Departamento de Policía de Los Ángeles que había investigado los casos. Dijo que su instinto siempre había sido que el violador no era un outsider. El asaltante parecía saber cómo entrar en las casas y cómo atraer a las vendedoras femeninas para que fueran solas. El detective estaba convencido de que el violador formaba parte de la comunidad inmobiliaria, pero al no hacerse nunca ninguna detención, nunca pudo probar su teoría.
En esta rama de la investigación, Levin halló poco que confirmara que Mary Alice Windsor había sido una de las víctimas no declaradas del violador. Ella nos había concedido una entrevista y había accedido a testificar sobre su tragedia secreta, pero sólo si su testimonio se necesitaba de manera vital. La fecha del incidente que ella proporcionó encajaba entre las fechas de las agresiones documentadas atribuidas al Violador Inmobiliario, y Windsor facilitó un libro de citas y otra documentación que mostraba que ella era verdaderamente el agente inmobiliario registrado en relación con la venta de la casa de Bel-Air donde dijo haber sido atacada. Pero en última instancia sólo contábamos con su palabra. No había registros médicos u hospitalarios que indicaran tratamiento por agresión sexual. Ni denuncia ante la policía.
Aun así, cuando Mary Windsor recontó su historia, ésta coincidía con el relato de Roulet en casi todos los detalles. A posteriori, nos había resultado extraño tanto a Levin como a mí que Louis hubiera sabido tanto de la agresión a su madre. Si ésta había decidido mantenerlo en secreto y no denunciarlo, entonces ¿por qué había compartido con su hijo tantos detalles de su desgarradora experiencia? La cuestión llevó a Levin a postular una teoría que era tan repulsiva como intrigante.
– Creo que conoce todos los detalles porque estuvo allí -dijo Levin, después de la entrevista y cuando estuvimos solos.
– ¿Quieres decir que lo observó sin hacer nada para impedirlo?
– No, quiero decir que él era el hombre con el pasamontañas y las gafas.