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Dio comienzo a los formalismos de fecha, hora, lugar y personas presentes y Rebus miró sonriendo al abogado. Tenía aspecto de ser caro. Como siempre, Telford no habría reparado en gastos.

– Brian -dijo Rebus-, ¿conoces la canción de Elton John Someone Saved My Life Tonightt [3]. Me la cantarás cuando hayas leído lo que hay en esa carpeta. Ahí la tienes. Sabes que es verdad y que no es ninguna treta por mi parte ni tienes que declarar nada. Pero por tu propio bien…

– No tengo nada que decir.

Rebus se encogió de hombros.

– Ábrela y echa un vistazo.

El Guapito miró al abogado, que parecía indeciso.

– Su cliente no va a culpabilizarse de nada por leerla -dijo Rebus-. Si quiere, puede hacerlo usted primero. Por mí no hay inconveniente, aunque… no creo que entienda gran cosa.

El abogado abrió la carpeta, que contenía unos doce folios.

– Pido disculpas de antemano por las faltas que haya -añadió Rebus-. Me apremiaba el tiempo cuando lo escribí a máquina.

El Guapito se limitó a mirar de reojo el informe y siguió atento a Rebus mientras el abogado hojeaba los folios.

– Comprenderá que estas alegaciones -dijo, finalmente, el letrado- no tienen ningún valor.

– Muy bien, si ésa es su opinión. Yo no pido que el señor Summers admita o niegue nada. Ya le he dicho que, por lo que a mí respecta, puede guardar silencio, pero que eche un vistazo.

El Guapito sonrió y miró a su abogado, quien se encogió de hombros, dándole a entender que no había nada que temer. El Guapito volvió a mirar a Rebus y cogió la primera hoja para leerla.

– Para que quede constancia en la grabación -dijo Rebus-, el señor Summers procede en este momento a la lectura del borrador de un informe redactado por mí en el día de la fecha. -Hizo una pausa-. Es decir, en realidad, con fecha del sábado. Lo que está leyendo es una interpretación de hechos recientes sucedidos en Edimburgo y alrededores, acontecimientos relacionados con su empresario, Thomas Telford, un consorcio comercial japonés que, en mi opinión, es una tapadera de la Yakuza, y un caballero de Newcastle llamado Jake Tarawicz.

Hizo otra pausa. El abogado dijo: «De momento, de acuerdo». Rebus asintió con la cabeza y prosiguió:

– Mi versión de los acontecimientos es como sigue: Jake Tarawicz se asoció con Thomas Telford por el solo hecho de que ambicionaba algo que estaba en manos de éste: un ingenioso dispositivo para introducir drogas en Gran Bretaña sin levantar sospechas. O pudiera ser que, una vez afianzada la asociación, Tarawicz pensase que podía apoderarse del territorio de Telford. Para lograrlo más fácilmente instrumentó una guerra entre Telford y Morris Gerald Cafferty, algo que no presentaba mucha dificultad puesto que Telford había invadido por la fuerza el territorio de Cafferty, inducido probablemente por el citado Tarawicz. Con objeto de que el enfrentamiento fuese en aumento planeó una agresión por mano de uno de sus hombres contra un traficante de droga a la salida de un club nocturno de Telford, consiguiendo que éste se lo imputase a Cafferty. En Paisley llevó también a cabo con sus hombres una agresión contra dos de Telford y éste, en represalia, prosiguió sus ataques en territorio de Cafferty.

Rebus carraspeó y dio un sorbo al té, ahora sin azúcar.

– ¿Qué le parece, señor Summers? -El Guapito siguió leyendo sin contestar-. Yo apostaría a que los japoneses no pensaban realmente intervenir. En otras palabras, que ignoraban lo que sucedía. Telford era un mero acompañante intermediario en las gestiones que habían emprendido para adquirir un club de campo para descanso y asueto de los miembros de la Yakuza, e instrumento a la vez de blanqueo de dinero, por ser menos sospechoso que un casino o un local de características similares, máxime estando en marcha el proyecto de una fábrica de elementos electrónicos, buen pretexto para la infiltración en el país de hombres de la organización fingiéndose hombres de negocios japoneses.

»Creo que Tarawicz, al verlo, comenzó a preocuparse. Él no quería deshacerse de Tommy Telford dejando el terreno libre a otros competidores y decidió incorporarlos a su plan; hizo seguir a Matsumoto para matarle con una artimaña pensada para involucrarme como principal sospechoso. ¿Por qué? Por dos razones. Primero porque Tommy Telford me consideraba un peón de Cafferty y al implicarme quedaba implicado Cafferty. Segundo, para alejarme del caso, pues yo había ido a Newcastle, donde vi a uno de sus hombres, un tal William Colton, alias «Cangrejo», a quien conocía de tiempo atrás y de quien Tarawicz se había servido para agredir al traficante de drogas. No deseaba que yo atase cabos.

Rebus volvió a hacer una pausa.

– ¿Qué tal voy, Brian?

El Guapito había concluido la lectura y volvió a cruzar los brazos mirando a Rebus.

– Falta ver las pruebas, inspector -dijo el abogado.

Rebus se encogió de hombros.

– No necesito pruebas. Envié una copia de ese mismo informe al señor Sakiji Shoda al Hotel Caledonian.

Rebus advirtió que los ojos de El Guapito se iluminaban.

– Y, en mi opinión, el señor Shoda va a cabrearse. Bueno, ya estaba cabreado y por eso vino a Edimburgo. A la vista del fallo de Telford quería ver si hacía algo bien, pero no creo yo que la chapuza de Maclean's le haya causado muy buena impresión. Vino a averiguar por qué habían matado a uno de sus hombres y quién lo ordenó. En mi informe se explica que el responsable fue Tarawicz y si Shoda le da crédito irá a por él. De hecho, ayer por la tarde abandonó el hotel precipitadamente. Me pregunto si no volverá a su país pasando por Newcastle. Es igual. Lo que importa es que seguirá cabreado con Telford por haberlo permitido. Y entretanto Jake Tarawicz va a estar cavilando quién le vendió a Shoda. Los de la Yakuza no se andan con bromas, Brian. Vosotros sois una guardería infantil comparados con ellos -dijo Rebus arrellanándose en la silla-. Y para terminar -añadió-, creo que, aunque Tarawicz tiene su base en Newcastle, en Edimburgo no deben de faltarle ojos y oídos. De hecho, he podido comprobarlo, pues acabo de sostener una charla con el doctor Colquhoun. ¿Te acuerdas de él, Brian? Oíste hablar de Colquhoun por boca de Lintz. Y cuando Tarawicz hizo la oferta de mujeres del este europeo para la red de prostitución pensaste que Tommy Telford tendría necesidad de traducir algunas frases de idiomas eslavos, tarea de la que se encargó Colquhoun. Tú le contaste cosas de Tarawicz y de Bosnia. Pero dio la casualidad de que él es aquí el único que conoce esos idiomas y cuando detuvimos a Candice también nosotros recurrimos a Colquhoun, quien enseguida se percató de la situación, aunque sin imaginarse que tuviera nada que temer porque Candice no le conocía y sus respuestas eran poco claras, o eso dijo él. En cualquier caso, a vosotros os avisó, por lo que decidisteis enviar a Candice a Fife y luego raptarla y apartar a Colquhoun de la circulación hasta que pasara lo peor.

Rebus sonrió.

– Él te dijo lo de Fife, pero fue Tarawicz quien secuestró a Candice. Yo creo que Tommy Telford encontrará eso algo raro, ¿no crees? Así que, aquí estamos. Pero en el momento en que cruces esa puerta lo harás como un hombre marcado. Te la juegas con la Yakuza, con Cafferty, con tu propio jefe o con Tarawicz. No tienes amigos y no estarás seguro en ninguna parte. -Rebus hizo una pausa-. A menos que te echemos una mano. He hablado con el subdirector Watson y está de acuerdo en aplicarte la condición de testigo protegido, con nueva identidad y lo que quieras. Tendrás que purgar una leve sentencia para guardar las apariencias, pero dispondrás de celda propia aislado de otros presos. Y después, estarás a Salvo. Por nuestra parte es un gran compromiso y requerimos lo mismo por la tuya: que lo confieses todo. Los envíos de droga -añadió Rebus contando con los dedos-, la guerra contra Cafferty, la conexión con Newcastle, la Yakuza y la red de prostitución. -Volvió a hacer una pausa y apuró el té-. No es fácil, lo sé. Tu jefe tuvo un ascenso meteórico, Brian, y estuvo a punto de alcanzar el triunfo, pero ahora se acabó. Lo mejor que puedes hacer es lo que te proponemos o pasarte el resto de tus días esperando una bala o un machete…

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[3] «Alguien me ha salvado la vida esta noche.» (N. del T.)