«Sien izquierda», leyó Ramone.
– No se asfixió ni estaba drogado ni ninguna otra cosa. No había tóxicos, ni narcóticos, ni alcohol en el cuerpo.
– Lo mataron en la escena del crimen.
– Eso parece. Ahí está la hora probable. -Wilkins miró a Ramone, cuyos ojos llamearon un instante-. Ya lo has visto.
– Le encontraron semen dentro -dijo Ramone con un hilo de voz. Estaba asqueado, no sólo por el chico, sino también por sus padres.
– Sigue leyendo.
El forense había detectado lubricante, además de semen. No había señales de desgarramiento rectal y sólo magulladuras menores.
Después de leerlo entero, Ramone dejó el informe en la mesa. Pensó en las víctimas de los Asesinatos Palíndromos, en los restos de semen encontrados en los chicos, en la desconcertante ausencia de violencia, prueba de sexo anal consentido.
Por otra parte, el sexo podía haberse iniciado tras la muerte de las víctimas. Ramone tenía que considerar la posibilidad de que a Asa también lo hubieran violado de esa manera.
– Y han encontrado lubricante también -comentó Wilkins.
Ramone se acarició el bigote negro.
– Ya lo he leído.
– No parece que lo violaran.
– Tampoco está demostrado lo contrario.
– Ya.
Wilkins le dejó un momento para asimilar la información.
– He inspeccionado la habitación del chico -dijo Ramone por fin, ya recuperado-. Y su taquilla.
– ¿Has encontrado algo?
– Nada relativo al caso. Por lo visto llevaba un diario, pero ha desaparecido. A la luz de este informe, debería ser una prioridad dar con el diario.
– El señor Johnson me ha comentado que no tenía móvil.
– Es verdad.
– ¿Tenía ordenador en casa?
– Había un ordenador en su cuarto, pero no he encontrado casi nada personal. Las carpetas de correo enviado y eliminado estaban vacías. En los favoritos sólo tenía algunas páginas de juegos y otras de la guerra civil. Nada más.
– ¿Has mirado el historial?
– Anda, pues no.
– Tú tienes un hijo adolescente -dijo Wilkins-. Más te vale estar un poco al tanto del rollo informático. Puedes borrar los correos y las páginas que visitas y todo eso, pero se quedan archivadas en el ordenata, en el historial, a menos que se borren específicamente. Los chicos cautelosos programan el ordenador para que borre el historial automáticamente todos los días, o semanalmente o una vez al mes. Es como borrar las huellas. Pero si Asa no eliminó el historial, estarán archivados todos esos datos. Es fácil dar con ellos.
– Pues todo tuyo.
– Sí, ya me encargo yo. -Wilkins tamborileó con el lápiz sobre la mesa-. ¿Qué más tienes?
Ramone vaciló.
– Nada que se me ocurra ahora mismo.
– A ver… Alguien tendrá que informar a la familia de la autopsia.
– Ya hablaré con el padre, cuando llegue el momento.
– Si no quieres hacerlo, lo entiendo. En realidad sería cosa mía.
– No, ya iré yo. -Ramone se levantó.
– ¿Te marchas?
– Me voy a casa.
Ramone se detuvo ante la mesa de Rhonda y se sentó en el borde. Bo Green se había marchado y Rhonda estaba mirando el jaleo de papeles como si los hubieran espolvoreado con ántrax.
– Veo que tienes diversión -comentó Ramone.
– Tú también tienes papeleo en tu mesa, Gus. Aunque no es que la visites mucho últimamente.
– Espero que lo haga mi secretaria.
– ¿Has hablado con Garloo?
Ramone le comentó el informe de la autopsia.
– ¿Y tú qué tienes?
– He investigado a Dominique Lyons. Nuestro hombre tiene todo un historial. Asalto con agresión, que prosperó, e intento de asesinato, que se quedó en nada. Los testigos al final no testificaron, por posible intimidación. Fue sospechoso de otros dos asesinatos, pero no llegaron a ir a juicio. No se encontraron armas, ni testigos. Así que a continuación saqué de los archivos una fotografía de Lyons y me fui con ella y varias fotos de Jamal White, nuestra víctima, hasta ese bar de categoría, en New York Avenue, donde bailan en bolas Darcia Johnson y Shaylene Vaughn, puta número uno y puta número dos.
– Creo que en el Twilight llevan tanga, si no recuerdo mal. Técnicamente eso no es en bolas.
– Pues casi. Así que tuve una charlita con nuestro amigo, el agente Randolph Wallace, el que trabaja en la puerta cuando no está de uniforme, ¿sabes?
– Así que ahora es tu amigo, ¿eh?
– Bueno, no somos exactamente íntimos. Pero se mostró muy dispuesto a ayudar. Parece ser que aquí el amigo Dominique Lyons estuvo anoche en el club, ¿y sabes qué? Que Jamal White también. Wallace conocía bien a Lyons, porque va mucho por el Twilight y suele marcharse con Darcia o con Shaylene, y a veces con las dos.
– ¿Y cómo es que se acordaba de Jamal?
– Por lo visto Jamal estaba sentado en la barra. Dominique habló un momento con él, más en plan burla que otra cosa, y Jamal se marchó solo. Una hora más tarde, Dominique y Darcia se largaron también.
– ¿Juntos?
– Pues sí. Para mí que Jamal tomó el autobús en New
York Avenue, hizo transbordo a la línea Diecisiete-Georgia y volvía a casa desde Georgia Avenue cuando le dispararon.
– Y te parece que Dominique Lyons podría ser el asesino.
– Pues sí, tanto me parece que lo he puesto en el informe. Y también es posible que Darcia Johnson sea una testigo.
– No estaría nada mal.
– He intentado llamarla al móvil, pero no contesta.
– Venga ya.
– Y también he puesto una patrulla junto al apartamento de las chicas, entre la Dieciséis y W, ¿no?
– Dominique sabe que queremos hablar con él. ¿Tú crees que se acercará por allí?
– Si Shaylene andaba con algún cliente allí anoche, y a mí me parece que sí, Dominique querrá ir a por su dinero, más tarde o más temprano.
– Vale. Me has dicho antes que querías hablarme de algo en concreto, ¿qué es?
– Igual es un poco rebuscado, pero las balas encontradas en el cuerpo de Jamal White eran del treinta y ocho, y Garloo me ha dicho que a Asa Johnson también lo mató una treinta y ocho.
– ¿Y?
– Un arma del mismo calibre utilizada en dos asesinatos a pocas manzanas de distancia y dentro de las mismas veinticuatro horas. Y ya sabes que un treinta y ocho no es el revólver preferido entre los jóvenes. Vaya, que podría ser una coincidencia, pero vale la pena investigarlo.