Al contrario que Leonardo, el artista reflexivo, consciente de los problemas, Mancino-Villon es el poeta ingenuo que crea inconscientemente. Aunque opuestos en cuanto a la producción de sus obras artísticas, Leonardo y Mancino se tienen un gran aprecio, y el alto grado de entendimiento que existe entre ellos se percibe claramente por el hecho de que Mancino es capaz de mostrar un «Judas» a Leonardo aunque no conoce el concepto que tiene Leonardo del pecado de Judas.
Perutz no revela en su novela que tiene preferencia por uno de los dos tipos de artista -la clave de esta novela es quizas que el contexto en el que tiene lugar la génesis del producto artístico carece de importancia para la obra de arte terminada. Desde la perspectiva de la Cena terminada, la variada trama de la novela en torno al dinero, el amor y el arte sólo tenía el sentido de proporcionar una expresión formal al concepto del pecado de Judas; en el momento en que la figura de Joachim Behaim queda ligada a ese concepto y Leonardo concluye la Cena, ésta se independiza como obra de arte de los contextos históricos de su génesis.
Perutz ilustra de una manera magistralmente irónica esta independización de la obra de arte respecto al contexto de su génesis, por medio del nombre de «Judas» que en la novela lleva una vida personal errante antes de concretizarse como Judas de Leonardo. Al principio de la novela, Leonardo no presta atención a Behaim, su futuro modelo de Judas, porque «se halla en pensamientos con el Judas de su Santa Cena». El concepto del «Judas de la Santa Cena» se refiere aquí a algo inconcluso, una mera idea relacionada con el concepto del pecado de Judas que aún no ha encontrado una forma.
Cuando Behaim regresa en 1506 a Milán y se halla en el refectorio del convento de Santa María delle Grazie frente a la Cena terminada, las gentes se dicen unas a otras la frase -memorable también para los filósofos que analizan el lenguaje-: «Judas ha contemplado al Judas». El segundo «Judas» de esta frase se refiere sin duda al Judas pintado de la Cena de Leonardo. El «Judas» más interesante de esta frase remite, sin embargo, a Behaim para quien la conclusión de la Cena tiene la importancia de un «bautismo»: él ha perdido su nombre de pila y, a partir de ese momento, lleva el nombre del apóstol que traicionó a Cristo.
Si en la frase «Judas ha contemplado al Judas» sólo desaparece el nombre de Behaim detrás del de Judas, en la última frase de la novela se pone toda la existencia de Behaim bajo el signo de Judas. A la pregunta si sigue queriendo a Behaim, Niccola responde a su marido, el escultor Simoni: «Créeme, nunca le habría amado, si hubiese sabido que lleva el rostro de Judas». Para Niccola la existencia de Behaim ha desaparecido hasta tal punto detrás de la figura del Judas de la Cena que no se da cuenta de la paradoja de su afirmación -pues evidentemente no es Behaim quien lleva el rostro de Judas, sino que es el Judas de la Cena quien lleva el rostro de Behaim. En el título de la novela, Leo Perutz resume todas las alternativas del nombre de «Judas» en una abreviación concisa. Como expresión ambivalente, El Judas de Leonardo remite en primer lugar a Joachim Behaim, en segundo lugar al concepto leonardiano del pecado de Judas y en tercer lugar a la representación de Judas en la Cena. Como expresión de un solo sentido El Judas de Leonardo remite a una gran novela histórica de Leo Perutz.
NOTA EDITORIAL
1. Sobre la historia del texto
«¡El libro está concluido!», escribió Leo Perutz el 4 de julio de 1957 en su agenda. El 25 de agosto de 1957 murió en Bad Ischl. No es posible reconstruir con detalle de qué manera se dispuso, tras la muerte del autor, del manuscrito que él había escrito con su habitual esmero. De la correspondencia editorial existente, tampoco se desprende quién pidió a Alexander Lernet-Holenia que realizase una corrección del manuscrito. Lernet-Holenia deja abierta esta pregunta en la «Nota final» que acompaña la primera edición de la novela de 1959:
Este libro es el último en el que trabajó Perutz. Tras la muerte del escritor, acaecida el 25 de agosto de 1957 en Bad Ischl, se me pidió que revisase y preparase para la imprenta el manuscrito terminado. Me he sometido a esa tarea con sumo gusto y respeto, ya que siempre he considerado a Leo Perutz como a un maestro a quien admiro de manera especial.
Como el manuscrito del Judas de Leonardo es un ejemplar terminado y cuidadosamente corregido por el propio autor, no es del todo comprensible que se pudiese llegar a la idea de que la novela no estaba terminada o que al menos necesitaba una revisión. La decisión de realizar una revisión es tanto más sorprendente cuanto que la editorial y los amigos del autor deberían haber tenido conocimiento de que Perutz era sumamente sensible y, por nada de este mundo, habría permitido que alguien corrigiese un manuscrito terminado. Pero una vez tomada la decisión de realizar una revisión, era natural que se encomendase esa tarea a Alexander Lernet-Holenia. Perutz había «asistido al parto» de la primera novela de Lernet-Holenia y los dos autores estuvieron unidos desde 1929 hasta principios de 1938 por una relación amistosa que fue retomada a principios de los años cincuenta.
Es indudable que Alexander Lernet-Holenia realizó la revisión con la mejor intención y según su leal saber y entender. No obstante, llevó a cabo ese trabajo bastante deprisa. Ya el 12 de septiembre de 1957, o sea, tres semanas después de la muerte de Perutz, escribió en una carta que había concluido los trabajos de corrección de la «novela póstuma de Perutz».
Tras el examen minucioso del manuscrito de Leo Perutz y la comparación de su texto con la versión de Alexander Lernet-Holenia se llegó a la conclusión de que no existía ninguna razón para que la presente edición no se basase en el auténtico texto perutziano del Judas de Leonardo. Éste se publica aquí por primera vez.
2. Sobre la presente edición
La presente edición sigue al pie de la letra el manuscrito del Judas de Leonardo concluido por Leo Perutz que se guarda en la Deutsche Bibliothek de Frankfurt am Main. Algunos errores ortográficos sin importancia fueron corregidos sobre la marcha. De acuerdo con la editorial se conservaron dos modificaciones respecto a ese manuscrito que se llevaron a cabo para la primera edición de la novela en la editorial Zsolnay en 1959. La grafía regional empleada por Perutz del nombre «Lionardo» se sustituyó en todos los casos por «Leonardo»; también se conservó el título El Judas de Leonardo que eligió la editorial; en el manuscrito de Perutz el título es: El Judas de la Cena.
Como Perutz daba, según sus propias declaraciones, mucha importancia al ritmo sintáctico, sólo se modernizó con mucho cuidado la puntuación (siempre se puso, por ejemplo, una coma entre dos oraciones principales unidas por una «y»).
El empleo de mayúsculas y de minúsculas se adaptó a la ortografía actual; finalmente se unificaron los apostrofes empleados de manera inconsecuente por Perutz.
H.-H.M
Leo Perutz
Leo Perutz (1882-1957), descendiente de una familia sefardita, nació en Praga y se trasladó a Viena en 1899. Matemático de profesión, inició en 1915, mientras convalecía de una herida de guerra, su carrera de escritor. En 1938, huyendo de los nazis, emigró a Palestina y falleció en Austria, durante una estancia en el balneario de Bad Ischl. Admirado por autores como Ian Fleming, Graham Greene, Italo Calvino y Jorge Luis Borges, cultivó una personal fusión de literatura fantástica y policíaca.