Nunca le había visto hablar con tal sinceridad. Sin un indicio de burla, sin un rastro de mentira en su voz. Estaba mejorando. O a lo mejor estaba rozando la verdad.
—¿Así que un muchacho de doce años y su hermana pequeña van a salvar el mundo?
—¿Qué edad tenía Alejandro Magno? No lo voy a hacer de la noche a la mañana. Simplemente, voy a comenzar ahora. Si tú me ayudas.
—No creo que lo que hiciste a aquellas ardillas formara parte de una representación. Creo que lo hiciste porque te gusta hacerlo.
De repente, Peter se llevó las manos a la cara y lloró. Val dio por sentado que estaba fingiendo, pero comenzó a cuestionárselo. ¿No era posible que la quisiera y que en esa oportunidad aterradora estuviera dispuesto a {laquear delante de ella para conquistar su amor? «Me está manipulando —pensó—, pero eso no significa que no sea sincero.» Cuando retiró las manos, tenía las mejillas, mojadas, los ojos enrojecidos.
—Lo sé —dijo—, eso es lo que más me asusta, que realmente pueda ser un monstruo. No quiero ser un asesino pero no puedo evitarlo.
Nunca le había visto mostrar tal debilidad. «Eres muy listo, Peter. Reservaste tu debilidad para poder utilizarla para conmoverme ahora», pensó ella. Y, sin embargo, la conmovió. Porque si era verdad, aunque fuera sólo en parte, entonces Peter no era un monstruo y ella podría satisfacer su propia ansia de poder, similar a la de Peter, sin miedo a convertirse en un monstruo. Sabía que Peter era astuto, que incluso ahora estaba calculando, pero creía que debajo de los cálculos estaba diciendo la verdad. Había estado oculta bajo muchas capas, pero la había sondeado hasta conseguir la confianza de Valentine.
—Val, sí no me ayudas, no sé en qué me convertiré. Pero si estás conmigo, si eres mi compañera en todo, puedes impedir que me convierta… en eso. Como los malos.
Ella asintió con la cabeza. «Sólo estás fingiendo compartir el poder conmigo —pensó ella—, pero en realidad tengo poder sobre ti, aunque no lo sepas.»
—Te ayudaré.
En cuanto su padre les introdujo en su acceso de ciudadano, comenzaron a analizar el terreno. Se mantuvieron alejados de las redes que exigían utilizar un nombre real. Eso no era difícil, porque los nombres reales sólo estaban relacionados con asuntos de dinero. No necesitaban dinero. Necesitaban respeto, y eso podían ganárselo. Con falsos nombres en las redes adecuadas, podían ser cualquier persona. Ancianos, mujeres de mediana edad, cualquier persona, mientras tuvieran cuidado en la forma de escribir. Lo único que los demás podían ver eran sus palabras, sus ideas. En las redes, todos los ciudadanos comenzaban igual.
En sus primeros esfuerzos utilizaban nombres para usar una sola vez, no las identidades que Peter planeaba hacer famosas e influyentes. Por supuesto, no eran invitados a participar en los foros políticos internacionales y nacionales importantes. Allí sólo podían estar como oyentes, hasta que fueran invitados o elegidos para participar. Pero se conectaban y miraban, leían algunos de los ensayos publicados por los nombres importantes, presenciaban los debates que salían en sus consolas.
Y en las conferencias menores, donde la gente normal hacía comentarios sobre los grandes debates, comenzaron a insertar sus comentarios. En un principio, Peter insistió en que fueran deliberadamente inflamatorios.
—No podemos ver los resultados de nuestro estilo a menos que obtengamos respuestas; y si somos blandos, no responderá nadie.
No fueron blandos, y la gente respondió. Las respuestas enviadas a las redes públicas eran avinagradas; las respuestas enviadas por carta para que Peter y Valentine las leyeran en privado, eran venenosas. Pero descubrieron qué atributos de su estilo eran considerados infantiles e inmaduros. Y mejoraron.
Cuando Peter estuvo satisfecho de que sabían dar la impresión de adultos, mató las viejas identidades y empezaron a prepararse para atraer una atención real.
—Tenemos que dar la sensación de que no tenemos nada que ver el uno con el otro. Escribiremos sobre cosas diferentes en momentos diferentes. Nunca nos referiremos uno al otro. Tú actuarás en las redes de la costa oeste y yo actuaré en el sur. Problemas regionales también. Así que haz los deberes.
Hicieron los deberes. Su padre y su madre se preocupaban algunas veces de que Peter y Valentine estuvieran constantemente juntos, con las consolas bajo el brazo. Pero no podían quejarse; sus notas eran buenas y Valentine era una influencia buena para Peter. Había cambiado completamente su actitud hacia todo. Peter y Valentine se sentaban juntos en los bosques, cuando hacía buen tiempo, y en restaurantes portátiles y en parques interiores cuando llovía, y componían sus comentarios políticos. Peter diseñaba cuidadosamente los dos personajes para que ninguno tuviera todas sus ideas; había incluso algunas identidades de recambio que utilizaban para dejar caer las opiniones de un tercero.
—Dejemos que ambos encuentren los partidarios que puedan —dijo Peter.
Una vez, cansada de escribir y volver a escribir hasta que Peter estuvo satisfecho, Val se desesperó y dijo:
—Escríbelo tú mismo, entonces.
—No puedo —respondió él—. No pueden dar la impresión de ser iguales. Nunca. Olvidas que algún día seremos suficientemente famosos como para que alguien comience a hacer estudios. Tenemos que parecer personas distintas.
En consecuencia, lo escribió. Su principal identidad en las redes era Demóstenes. Peter eligió el nombre. El se bautizó con el nombre de Locke. Estaba claro que eran seudónimos, pero eso formaba parte del plan.
—Con un poco de suerte, empezarán a intentar adivinar quiénes somos.
—Si llegamos a ser suficientemente famosos, el gobierno puede acceder a la red y descubrir quiénes somos en realidad.
—Cuando eso suceda, estaremos demasiado protegidos para sufrir grandes pérdidas. A la gente le puede chocar que Demóstenes y Locke sean dos niños, pero ya estarán acostumbrados a escucharnos.
Comenzaron a componer debates para sus personajes. Valentine prepararía una declaración de principios y Peter inventaría un nombre de usar y tirar para responderle. Su respuesta sería inteligente y el debate sería vivo, lleno de ingeniosas inventivas y de buena retórica política. Valentine tenía habilidad para la aliteración, que hacía que sus frases fueran memorables. Luego introducirían los debates en la red, separados por un período de tiempo razonable, como si estuvieran componiéndolos sobre el terreno. A veces, algunos usuarios de las redes interpondrían comentarios, pero Peter y Val les ignorarían o modificarían sólo ligeramente sus propios comentarios para acomodarlos a lo que se había dicho.
Peter tomaba nota de las frases más memorables y, de vez en cuando, hacía búsquedas para descubrir si esas frases se usaban en otros lugares. No todas se usaban pero la mayoría eran repetidas aquí y allí, y algunas aparecían incluso en los debates importantes de las redes de prestigio.
—Nos están leyendo —dijo Peter—. Nuestras ideas se están filtrando.
—Más bien nuestras frases.