—El más gilipollas —dijo Valentine.
Peter se puso de pie de un salto y se dirigió hacia ella. Valentine retrocedió espantada. Ender se arrancó la máscara. Peter se desplomó de espaldas en la cama y empezó a reírse.
—Sois estupendos, chicos, los mamones más grandes del planeta Tierra.
—Ahora nos va a decir que era sólo una broma —dijo Valentine.
—No una broma, un juego. Puedo hacer que os creáis cualquier cosa. Puedo haceros bailar como títeres. —E imitando la voz de un monstruo, dijo—: Os voy a matar; os cortaré en trocitos y os tiraré por el agujero de la basura. —Se rió de nuevo—. Los mamones más grandes del sistema solar.
Ender se quedó allí mirándole reír y pensó en Stilson, pensó en la sensación de haberle pateado.
Éste era el que lo necesitaba. Éste era el que se lo merecía.
Como si pudiera leer en su mente, Valentine susurró:
—No, Ender.
Súbitamente, Peter rodó hacia un lado, saltó de la cama y se puso en posición de pelear.
—Vale, Ender —dijo—. Cuando quieras, Ender.
Ender levantó el pie derecho y se quitó el zapato. Lo esgrimió.
—¿Ves esto, en la punta? Es sangre, Peter.
—Oh, oh, voy a morir, voy a morir. Ender ha matado a una oruga y ahora me va a matar a mí.
No había nada que hacer. Peter era en el fondo un asesino y nadie lo sabía excepto Valentine y Ender.
Su madre llegó a casa y confortó a Ender por lo del monitor. Su padre llegó a casa y se puso a decir que era una sorpresa maravillosa, que tenían unos hijos tan fantásticos que el gobierno les había dicho que tuvieran tres, y ahora, después de todo, el gobierno no quería llevarse a ninguno de ellos, así que ahí estaban con tres, seguían teniendo un Tercero… hasta que a Ender le dieron ganas de gritarle: «Sé que soy un Tercero, lo sé, si quieres me marcharé y así no tendrás que avergonzarte delante de los demás; siento haber perdido el monitor y que ahora tengas tres hijos y ninguna explicación obvia, ya sé que es embarazoso, lo siento, lo siento, lo siento.»
Estaba tendido de espaldas en la cama mirando a la oscuridad. Podía oír a Peter agitarse y dar vueltas nerviosamente en la litera de arriba. Luego, Peter, se deslizó de la litera y se fue de la habitación. Ender oyó el sonido del agua que caía por el váter; luego vio la silueta de Peter en la entrada.
«Cree que estoy dormido. Va a matarme.»
Peter se dirigió a la cama y, efectivamente, no subió a su litera. En vez de hacerlo, se acercó y se detuvo a la cabecera de la de Ender.
Pero no intentó coger una almohada para asfixiar a Ender. No tenía ningún arma.
—Ender, lo siento, lo siento, sé lo que se sufre; lo siento, soy tu hermano, te quiero —susurró Peter.
Un largo rato después, la apacible respiración de Peter revelaba que estaba dormido. Ender se quitó el vendaje del cuello. Y por segunda vez en ese día, lloró.
3
GRAFF
—Su hermana es nuestro punto débil. La quiere mucho.
—Lo sé. Puede echarlo todo a perder, desde el principio. Ender no querrá separarse de ella.
—¿Qué va a hacer entonces?
—Persuadirle de que su deseo de venir con nosotros es más fuerte que el de quedarse con ella.
—¿Cómo se las va a arreglar para conseguirlo?
—Le mentiré.
—¿Y si la cosa no funciona?
—Entonces le diré la verdad. Estamos autorizados a hacerlo en caso de emergencia. Ya sabe que no podemos prever todo.
Ender no tenía mucha hambre a la hora del desayuno. Seguía preguntándose qué pasaría en la escuela. Encontrarse con Stilson tras la pelea de ayer. ¿Qué harían los amigos de Stilson? Probablemente nada, pero no estaba seguro. No quería ir.
—No has comido nada, Andrew —dijo su madre. Peter entró en la estancia.
—Buenos días, Ender. Gracias por dejar tirada tu apestosa toalla en mitad de la ducha.
—Un regalo para ti —murmuró Ender.
—Andrew, tienes que comer.
Ender levantó las muñecas en un gesto que quería decir: «Pues inyéctame los alimentos en la sangre.»
—Muy divertido —dijo su madre—. Hago todo lo que puedo, pero eso no significa nada para mis pequeños genios.
—Son tus genes los que nos han hecho genios, mamá —dijo Peter—. Está claro que no hemos heredado ninguno de papá.
—Lo he oído —dijo su padre sin levantar la vista de las noticias que iban apareciendo en la mesa mientras comía.
—Habría sido un despilfarro si no lo hubieras oído.
La mesa emitió un pitido. Había alguien en la puerta.
—¿Quién puede ser? —preguntó la madre.
El padre pulsó una tecla y en su vídeo salió un hombre. Vestía el único uniforme militar que seguía teniendo algún significado, el uniforme de la F.I., la Flota Internacional.
—Creía que ya había pasado todo —dijo el padre.
Peter no dijo nada; se limitó a añadir leche a sus cereales.
Y Ender pensó: «Después de todo, a lo mejor no tengo que ir a la escuela hoy.»
El padre marcó el código que abría la puerta y se levantó de la mesa.
—Ya voy yo —dijo—. Quedaos aquí y seguid comiendo.
Se quedaron ahí, pero no siguieron comiendo. Un momento después, el padre volvió a la estancia y llamó con señas a la madre.
—Estás perdido —dijo Peter—. Se han enterado de lo que le has hecho a Stilson y ahora te van a hacer pasar una buena temporada en el Cinturón.
—Sólo tengo seis años, subnormal, soy menor de edad.
—Eres un Tercero, cagarro. No tienes derechos.
En ese momento llegó Valentine, con el pelo todavía despeinado formando una corona de somnolencia alrededor de la cara.
—¿Dónde están mamá y papá? Estoy enferma y no puedo ir a la escuela.
—Otro examen oral, ¿eh? —dijo Peter.
—Cállate, Peter —dijo Valentine.
—Deberías relajarte y disfrutarlo —dijo Peter—. Podría ser peor.
—No sé cómo.
—Podría ser un examen anal.
—Cállate —dijo Valentine—. ¿Dónde están mamá y papá?
—Hablando con un tío de la F.I.
Instintivamente, miró a Ender. Al fin y al cabo, habían estado cuatro años esperando que alguien llamara a la puerta y les dijera que Ender había pasado, que le necesitaban.
—Mira a Ender si quieres —dijo Peter—. Pero sabes que podría ser por mí. Pueden haberse dado cuenta de que, al fin y al cabo, yo era el mejor de los tres.
Peter se sentía herido, y por eso reaccionaba de una forma tan ruin, como siempre.
La puerta se abrió.
—Ender —dijo el padre—, es mejor que vengas.
—Lo siento, Peter —dijo Valentine en tono burlón.
Su padre les dirigió una mirada conminatoria.
—Niños, no es un asunto de risa.
Ender siguió a su padre al recibidor. El oficial de la F.I. se puso de pie cuando entraron, pero no extendió la mano hacia Ender.
Su madre estaba dando vueltas a la alianza que llevaba en el dedo.
—Andrew —dijo—, nunca pensé que eras de los que se meten en peleas.
—El chico de los Stilson está en el hospital —dijo el padre—. Hiciste un buen número con él. Con los pies, Ender. No se puede decir que hayas jugado limpio.
Ender asintió con la cabeza. Había supuesto que vendría alguien de la escuela por lo de Stilson, no un oficial de la flota. El asunto era más serio de lo que había pensado. Y sin embargo, seguía pensando que lo que hizo era lo único que podía hacer.