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—Entrevisté al coronel Graff cuando regresó de la Escuela de Batalla. Tiene la total seguridad de que nada de lo que han hecho esos niños está fuera de sus posibilidades. Su capacidad es virtualmente idéntica a la de… el Wiggin. Sólo sus temperamentos son diferentes. Lo que le sorprendió, sin embargo, era la orientación de las dos personas. Definitivamente, Demóstenes es la chica, pero Graff dice que la chica fue rechazada para la Escuela de Batalla porque era demasiado pacífica, demasiado conciliadora, y sobre todo, demasiado empática.

—Definitivamente, no es Demóstenes.

—Y el chico tiene el alma de un chacal…

—¿No es ese Locke el que fue aclamado recientemente como «la única mente verdaderamente abierta de América»?

—Es difícil saber lo que está pasando en realidad. Pero Graff nos recomendó, y estoy de acuerdo con él, que les dejáramos en paz. No hay que desenmascararles. No hay que hacer ningún informe de momento, excepto que hemos determinado que Locke y Demóstenes no tienen ninguna conexión extranjera ni tampoco con grupos nacionales, excepto los declarados públicamente en las redes.

—En otras palabras, dejarles vía libre.

—Sé que Demóstenes parece peligroso, en parte porque tiene tantos seguidores. Pero creo que es significativo que el más ambicioso de los dos haya elegido la personalidad sabia y moderada. Y de momento se limitan a hablar. Tienen influencia, pero no poder.

—Según mi experiencia, influencia es poder.

—Si alguna vez les descubrimos pasándose de la raya, podemos desenmascararles fácilmente.

—Sólo si lo hacemos en los próximos años. Cuanto más esperemos, mayores serán, y menos chocante será descubrir quiénes son.

—Usted sabe cuáles han sido los movimientos de las tropas rusas. No hay que descartar la posibilidad de que Demóstenes esté en lo cierto. En cuyo caso…

—Mejor que tengamos a Demóstenes a mano. De acuerdo. De momento, no los tocaremos. Pero vigílelos. Y, naturalmente, yo tengo que encontrar la forma de mantener a los rusos calmados.

A pesar de todos sus recelos, a Valentine le divertía ser Demóstenes. Su columna salía ahora en prácticamente todas las redes de noticias del país, y era divertido ver cómo se amontonaba el dinero en sus cuentas corrientes. De vez en cuando ella y Peter, en nombre de Demóstenes, donaban a un candidato o causa determinados una suma de dinero cuidadosamente calculada; suficiente para que la donación fuera advertida, pero no tanto como para que el candidato pensase que Demóstenes estaba intentando comprar un voto. Ahora recibía tantas cartas que la red de noticias había contratado una secretaria para que contestara por ella la correspondencia rutinaria. Las cartas divertidas, de líderes internacionales y nacionales, algunas veces hostiles, algunas veces amistosas, siempre intentando fisgonear diplomáticamente en la mente de Demóstenes, ésas las leían juntos ella y Peter, riéndose con deleite de que personas como ésas estuvieran escribiendo a niños, y sin saberlo.

Algunas veces, sin embargo, estaba avergonzada. Su padre leía a Demóstenes con regularidad; nunca leía a Locke, y si lo hizo, nunca dijo nada. A la hora de la comida les regalaría los oídos con algún punto contundente que Demóstenes había sentado en la columna de ese día. A Peter le encantaba que su padre hiciera eso. «¿Lo ves?, eso demuestra que la gente normal le presta atención.» Pero Valentine se sentía humillada por su padre. «Si alguna vez descubre que era yo quien escribía las columnas de las que nos hablaba, y que ni siquiera creía en la mitad de las cosas que escribía, sentirá ira y vergüenza.»

En la escuela, una vez estuvo a punto de ponerse en apuros, cuando su profesora de historia mandó hacer una redacción contrastando los puntos de vista de Demóstenes y Locke expresados en dos de sus primeras columnas. Valentine fue imprudente e hizo un brillante trabajo de análisis. En consecuencia, le costó mucho convencer al director de que no publicara su ensayo en la misma red de noticias que publicaba la columna de Demóstenes. Peter se encolerizó.

—Escribes demasiado parecido a Demóstenes, tienes que conseguir que no lo publiquen. Deberías matar a Demóstenes ahora, estás perdiendo el control.

Si se enfurecía por esa pifia, Peter la asustaba todavía más cuando se marchaba en silencio. Sucedió cuando Demóstenes fue invitado a formar parte del Consejo Presidencial para la Educación del Futuro, un organismo decorativo que estaba destinado a no hacer nada, pero con magnificencia. Valentine pensó que Peter lo tomaría como un éxito, pero no fue así.

—Recházalo —dijo.

—¿Por qué habría de hacerlo? —preguntó—. No da trabajo, e incluso dijeron que para respetar el bien conocido deseo de confidencialidad de Demóstenes, las reuniones se harían a través de la red. Esto convierte a Demóstenes en una persona respetable, y…

—Y a ti te encanta haberlo conseguido antes que yo.

—Peter, no se trata de tú o yo, son Demóstenes y Locke. Nosotros los inventamos. No son reales. Además, este nombramiento no significa que Demóstenes les guste más que Locke, sólo significa que Demóstenes tiene una base mucho más fuerte. Tú sabías que la tendría. Nombrándole se contenta a un gran número de chauvinistas y de antirusos.

—No estaba previsto así. Era Locke el que se suponía que iba ser respetado.

—¡Lo es! El respeto real tarda más que el respeto oficial. Peter, no te enfades conmigo porque haya tenido éxito haciendo las cosas que me dijiste que hiciera.

Pero estuvo enfadado, muchos días, e incluso desde entonces le había dejado que ideara por sí sola todas sus columnas, en vez de decirle lo que tenía que escribir. Probablemente, pensó que ello deterioraría la calidad de las columnas de Demóstenes, pero si tal cosa ocurrió, nadie lo advirtió. Tal vez le molestaba todavía más que Valentine no fuera a verle implorando su ayuda. Valentine había sido Demóstenes durante demasiado tiempo para necesitar que alguien le dijera qué podría pensar Demóstenes sobre determinadas cosas.

Y a medida que su correspondencia con otros ciudadanos con actividad política crecía, comenzó a aprender cosas, informaciones que simplemente no estaban al alcance del público en general. A ciertos militares que mantenían correspondencia con ella se les escapaban cosas sin pretenderlo, y ella y Peter las combinaban para construir una imagen aterradora y fascinante de la actividad del Pacto de Varsovia. Efectivamente, se estaban preparando para la guerra, una guerra por tierra cruel y sangrienta. Demóstenes no estaba equivocado al sospechar que el Pacto de Varsovia no acataba los términos de la Liga.

Y el carácter de Demóstenes comenzó a tomar vida propia. A veces, al final de una sesión de escritura, se sorprendía a sí misma pensando como Demóstenes, estando de acuerdo con ideas que se suponía que eran poses calculadas. Y algunas veces leía los ensayos del Locke de Peter y se sorprendía a sí misma enfadada por su obvia ceguera ante la realidad.

Puede que sea imposible disfrazarse con una identidad sin convertirse en lo que se finge ser. Pensó en eso, le preocupó durante algunos días, y entonces escribió una columna utilizándolo como premisa para demostrar que los políticos que lisonjeaban a los rusos para mantener la paz acabarían inevitablemente supeditados a ellos. Fue una encantadora dentellada al partido en el poder, y recibió una gran cantidad de cartas de apoyo. Además, dejó de asustarle la idea de convertirse, en cierto grado, en Demóstenes. «Es más listo que Peter, y siempre lo creí así», pensó.

Graff la esperaba a la salida de la escuela. Estaba de pie, apoyado en su coche. Vestía de paisano y había aumentado de peso, por lo que no le reconoció al principio. Pero Graff le hizo señas y, sin darle tiempo a presentarse, Valentine recordó su nombre.