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—Dígame qué sabe usted, y quizás aprenda algo que me sea útil.

Graff se lo dijo. Los insectores eran organismos que también podrían haber evolucionado en la Tierra, si las cosas hubieran seguido un camino diferente hace un billón de años. En el nivel molecular no había sorpresas. Incluso los datos genéticos eran parecidos. No era una casualidad que tuvieran aspecto de insectos para los seres humanos. A pesar de que sus órganos internos eran ahora mucho más complejos y especializados que los de cualquier insecto y de que habían desarrollado un esqueleto interno y mudado la mayor parte de su dermatoesqueleto, su estructura física seguía recordando a sus antepasados, que podían haber sido muy parecidos a las hormigas de la Tierra.

—Pero no te dejes engañar por eso —dijo Graff—. Es lo mismo que decir que nuestros antepasados podían haber sido muy parecidos a las ardillas.

—Si eso es lo único que tenemos, es algo —dijo Ender.

—Las ardillas nunca construyeron naves espaciales —dijo Graff—. Normalmente hay algunos cambios en el camino que lleva desde la recolección de nueces y semillas al cultivo de asteroides y la colocación permanente de estaciones de investigación en las lunas de Saturno.

Los insectores veían probablemente el mismo espectro luminoso que los seres humanos, y en sus naves e instalaciones en tierra había iluminación artificial. Sin embargo, sus antenas parecían casi primitivas. Sus cuerpos no mostraban ninguna evidencia de que el olor, el tacto o el oído fueran especialmente importantes para ellos.

—Naturalmente, no estamos seguros. Pero no conseguimos imaginar cómo pueden utilizar el sonido en sus comunicaciones. Lo más curioso era que tampoco tienen ningún dispositivo de comunicación en sus naves. Ninguna radio, nada que pueda transmitir o recibir algún tipo de señal.

—Se comunican de nave a nave. He visto los vídeos, se hablaban entre sí.

—Es verdad. Pero de cuerpo a cuerpo, de mente a mente. Es lo más importante que hemos aprendido de ellos. Su comunicación, sea cual sea, es instantánea. La velocidad de la luz no es una barrera. Cuando Mazer Rackham derrotó a la flota invasora, todo se detuvo. A la vez. No hubo tiempo para una señal. Simplemente todo se detuvo.

Ender rememoró los vídeos de insectores ilesos tendidos muertos en sus puestos.

—Entonces supimos que era posible. Comunicarse a mayor velocidad que la luz. Eso fue hace setenta años, y una vez que supimos que se podía hacer, lo hicimos. No yo, claro, entonces no había nacido.

—¿Cómo es posible?

—No puedo explicarte física filótica. De todos modos, nadie entiende ni la mitad. Lo que importa es que construimos el ansible. El nombre oficial es Comunicador Instantáneo de Paralelaje Filótico, pero alguien sacó la palabra ansible de un libro viejo. Sin contar con que la mayoría de la gente ni siquiera sabe que existe tal máquina.

—Eso significa —dijo Graff— que las naves puedan hablar entre sí incluso de un sistema solar a otro.

Y los insectores lo hacen sin máquinas.

—Y así supieron lo de su derrota en el mismo momento en que sucedió —dijo Ender—. Siempre imaginé… todos decían que tardaron veinte años en enterarse de que habían perdido la batalla.

—Contarlo así evita que cunda el pánico entre la gente —dijo Graff—. De todos modos, te estoy diciendo cosas que no estás autorizado a saber, si alguna vez dejas el Alto Mando de la F.I. Antes de que se acabe la guerra.

Ender estaba enfadado.

—Si me conociera mínimamente, sabría que sé guardar un secreto.

—Es la regla. Las personas menores de veinticinco años se consideraban un riesgo a efectos de seguridad. Es muy injusta para una gran cantidad de chicos responsables, pero ayuda a limitar el número de personas que podrían filtrar secretos.

—De todos modos, ¿por qué tanto secreto?

—Porque estamos corriendo algunos riesgos terribles, Ender, y no queremos que las redes de noticias de la Tierra anden buscando dobles sentidos a nuestras decisiones. En cuanto dispusimos de un ansible en funcionamiento, lo metimos en nuestras mejores naves espaciales y las lanzamos a atacar los sistemas domésticos de los insectores.

—¿Sabemos dónde están?

—Sí.

—De modo que no esperamos a la Tercera Invasión.

—Nosotros somos la tercera invasión.

—De modo que nosotros lanzamos el ataque. Nadie dice eso. Todos piensan que tenemos una enorme flota de acorazados en el escudo de los cornetas…

—Ninguno. Aquí estamos bastante indefensos.

—¿Y si envían una flota para atacarnos?

—Entonces, estamos muertos. Pero nuestras naves no han visto esa flota, ninguna señal.

—Puede que hayan renunciado y tengan intención de dejarnos en paz.

—Puede. Tú has visto los vídeos. ¿Apostarías la raza humana contra la probabilidad de que no hayan renunciado y no nos dejen en paz?

Ender intentó aprehender el tiempo que había transcurrido.

—Las naves han estado viajando setenta años…

—Algunas. Y algunas treinta años, y algunas veinte. Ahora hacemos mejores naves. Estamos aprendiendo a jugar con el espacio. Pero todas las naves espaciales que no están en construcción están camino de un mundo o puesto fronterizo de los insectores. Todas las astronaves, con cruceros y cazas en su barriga, están allá fuera acercándose a los insectores. Decelerando. Porque ya casi están allí. Las primeras naves fueron enviadas a los objetivos más distantes, las naves más recientes a los más cercanos. Nuestro cálculo del tiempo fue bastante bueno. Todas llegarán al punto de combate con algunos meses de diferencia entre sí. Desafortunadamente, nuestro material anticuado, más primitivo, será el que ataque su mundo. Con todo, están suficientemente bien armados; tenemos algunas armas que los insectores no han visto nunca.

—¿Cuándo llegarán?

—En los próximos cinco años, Ender. Todo está preparado en el Alto Mando de la F.I. El ansible director está allí, en contacto con toda nuestra flota de invasión; todas las naves funcionan, listas para el combate. Lo único que nos falta, Ender, es el comandante jefe de la batalla. Alguien que sepa qué demonios hacer con esas naves cuando lleguen allí.

—¿Y qué pasará si nadie sabe qué hacer con ellas?

—Haremos lo que podamos, con el mejor comandante que podamos conseguir.

«Yo —pensó Ender—. Quieren que esté preparado en cinco años.»

—Coronel Graff, no hay ninguna posibilidad de que esté preparado a tiempo para mandar una flota.

Graff se encogió de hombros.

—Haz lo que puedas. Si tú no estás preparado, lo haremos con lo que tengamos. Eso tranquilizó a Ender. Pero sólo por un instante.

—Claro que ahora mismo no tenemos a nadie.

Ender sabía que ése era otro de los juegos de Graff.

«Hacerme creer que todo depende de mí, para que no flaquee y me fuerce al máximo.»

Juego o no, sin embargo, también podría ser verdad. Y por consiguiente trabajaría al máximo. Era lo que Valentine quería de él. Cinco años, sólo cinco años hasta que la flota llegase, y no sabía nada todavía.

—Dentro de cinco años sólo tendré quince —dijo Ender.

—Casi dieciséis —dijo Graff—. Todo depende de lo que sepas.

—Coronel Graff —dijo—. Sólo quiero regresar y nadar en el lago.

—Cuando ganemos la guerra —dijo Graff—. O la perdamos. Dispondremos de algunas décadas antes de que vuelvan aquí para rematarnos. La casa estará allí, y te prometo que podrás nadar todo lo que quieras.