—Entonces, es la rema quien controla todo el grupo.
—Había también evidencias. No eran evidencias que ellos pudieran ver. No estaba presente en la Primera Invasión, porque ésa era exploratoria. Pero la Segunda Invasión era una colonia. Para establecer una nueva colmena, o lo que fuera.
—Y se trajeron una reina.
—Mira los vídeos de la Segunda Invasión, cuando estaban destruyendo nuestra flota en el escudo del cometa. —Comenzó a ponerlos y a visualizar las acciones de los insectores.
—Muéstrame la nave de la reina.
Era sutil. Ender tardó mucho tiempo en verlo. Las naves insectoras se mantenían en movimiento, todas. No había ninguna insignia obvia, ningún centro nervioso aparente. Pero gradualmente, a medida que Mazer ponía los vídeos una y otra vez, Ender empezó a ver que todos los movimientos irradiaban de un punto central. El punto central cambiaba, pero después de haberlo mirado el tiempo suficiente, era obvio que los ojos de la flota, el yo de la flota, la perspectiva desde la que se tomaban todas las decisiones, era una nave concreta. La señaló.
—Tú la ves. Yo la veo. De todos los que han visto los vídeos sólo hay dos que lo ven. Pero es cierto, ¿no?
—Hacen que esa nave se mueva exactamente igual que cualquier otra nave.
—Saben que es su punto flaco.
—Pero tienes razón. Esa es la reina. Pero, ¿no crees que cuando fuiste a por ella, habrían concentrado inmediatamente todo su poder sobre ti? Podían haberte hecho explotar en mil pedazos.
—Lo sé. Esa parte no la entiendo. No es que no intentaran detenerme; me disparaban. Pero es como si hasta que fue demasiado tarde no pudieran creer que mataría a la reina. Puede que en sus mundos no se mate a las reinas, que sólo se las capture, que sólo se las dé jaque mate. Hice algo que no pensaban que un enemigo podía hacer.
—Y cuando ella murió, los demás también murieron.
—No, sólo se hicieron estúpidos. En las primeras naves que abordamos, los insectores todavía estaban vivos. Orgánicamente. Pero no se movían, no respondían a nada, incluso cuando nuestros científicos viviseccionaron algunos para ver si podíamos aprender algo más sobre ellos. Al cabo de un rato, murieron. Sin voluntad. Cuando la reina ha desaparecido no queda nada en esos pequeños cuerpos.
—¿Por qué no te creen?
—Porque no encontramos una reina.
—Voló en pedazos.
—Peripecias de la guerra. La biología ocupa un lugar secundario en la supervivencia. Pero algunos están comenzando a acercarse a mi opinión. No puedes vivir en este lugar sin que la evidencia salte a la vista.
—¿Qué evidencia hay aquí, en Eros?
—Ender, mira a tu alrededor. Los seres humanos no esculpieron este sitio. Entre otras cosas, nos gustan los techos más altos. Este era el puesto avanzado de los insectores en la Primera Invasión. Esculpieron este sitio antes de que supiéramos siquiera que estaban aquí. Vivimos en una colmena de insectores. Pero ya hemos pagado nuestro alquiler. A los marines les costó miles de vidas desalojarlos de esos panales, habitación por habitación. Los insectores lucharon por cada metro del terreno.
Ahora entendía Ender por qué veía algo raro en las habitaciones.
—Sabía que no era un sitio humano.
—Era la gruta del tesoro. Si hubieran sabido que ganaríamos esa primera guerra, es probable que no hubieran construido este lugar. Aprendimos a manipular la gravedad porque ellos aumentaron la gravedad de este lugar. Aprendimos a usar eficazmente la energía solar porque ellos ensombrecieron este planeta. De hecho, les descubrimos por eso. En un período de tres días, Eros desapareció gradualmente de nuestros telescopios. Enviamos un remolcador para averiguar la razón. Y la averiguó. El remolcador transmitió sus vídeos, incluyendo las tomas de los insectores abordando la nave y masacrando a la tripulación. Siguió transmitiendo en directo todo el proceso de exploración de la nave por los insectores, y no paró hasta que acabaron de desmantelar todo el remolcador. Esa era su ceguera; no han tenido nunca ninguna necesidad de transmitir nada mediante aparatos, y, por eso, con la tripulación muerta, no se les ocurrió que alguien podía estar viéndolos.
—¿Por qué mataron a la tripulación?
—¿Y por qué no? Para ellos, perder a los miembros de una tripulación es como para ti cortarte las uñas. No pierdes nada importante. Es probable que al eliminar a los operarios que dirigían el remolcador pensaran que estaban realizando el corte rutinario de nuestras comunicaciones, no asesinando a seres sensibles, vivos, con un futuro genético independiente. El asesinato no es un concepto corriente entre ellos. Sólo matar a la reina es realmente matar, porque sólo la muerte de la reina cierra un camino genético.
—¿Quieres decir que no sabían lo que hacían?
—No empieces a compadecerles, Ender. El hecho de que no supieran que estaban matando a seres humanos no quiere decir que no estuvieran matando a seres humanos. Tenemos derecho a defendernos de la mejor forma posible, y la única forma que encontramos es matar a los insectores antes de que ellos nos maten a nosotros. Míralo así. En todas las guerras insectoras que ha habido hasta ahora, han matado a miles y miles de seres racionales, vivos. Y en todas esas guerras nosotros sólo hemos matado a uno.
—Si no hubieras matado a la reina, Mazer, ¿habríamos perdido la guerra?
—Diría que nuestras posibilidades habrían sido tres contra dos a su favor. Sigo pensando que podía haber diezmado su flota a fondo antes de que nos barrieran. Tenían un rapidísimo tiempo de respuesta y una gran potencia de fuego, pero nosotros también teníamos algunas ventajas. Cada una de nuestras naves contenía un ser humano inteligente que pensaba por sí mismo. A cualquiera de nosotros se le puede ocurrir una solución brillante a un problema. A ellos sólo se les puede ocurrir una solución brillante cada vez. Los insectores piensan con mucha rapidez, pero no son tan listos. Aunque algunos comandantes increíblemente estúpidos y timoratos perdieran las principales batallas de la Segunda Invasión, algunos de sus subordinados consiguieron infligir importantes daños a la flota invasora.
—¿Qué pasará cuando nuestra invasión llegue allí? ¿Volveremos a tener a la reina a nuestro alcance?
—Si fueran tontos, los insectores no habrían aprendido a hacer viajes interestelares. Esa fue una estrategia que sólo puede funcionar una vez. Me temo que no volveremos a tener a una reina a nuestro alcance a no ser que vayamos a su planeta de origen. Al fin y al cabo, la reina no necesita estar con ellos para dirigir una batalla. La reina sólo tiene que estar presente para tener insectorcitos. La Segunda Invasión fue una colonia; la reina venía a poblar la Tierra. Pero esta vez no, no volverá a funcionar. Tendremos que derrotarles flota a flota. Y como disponen de los recursos de docenas de sistemas estelares, me temo que su superioridad numérica será aplastante, en todas las batallas.
Ender se acordó de su batalla contra dos escuadras a la vez. «Y yo que creí que estaban haciendo trampas. Cuando empiece la guerra real, siempre será así. Y no habrá ninguna puerta a la que agarrarse.»
—Sólo tenemos dos cosas de nuestra parte, Ender. No tenernos que apuntar demasiado. Nuestras armas tienen un gran radio de alcance.
—Entonces no usaremos los misiles nucleares de la Primera y Segunda Invasión.
—El doctor Ingenio es mucho más potente. Al fin y al cabo, las armas nucleares eran lo suficientemente débiles para poder ser utilizadas en la Tierra una a una. El Pequeño Doctor no se podría utilizar en un planeta. De todas formas, me hubiera gustado tenerlo en la Segunda Invasión.
—¿Cómo funciona?
—No lo sé, por lo menos no lo suficiente para construir uno. Justo en el punto focal de dos rayos, erige un campo en el que las moléculas ya no se pueden mantener unidas. No pueden compartir electrones. ¿Conoces algo de física de ese nivel?