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Pero… ¿Por qué? preguntó Gurgeh con voz cansada, y desplazó un trocito de metal fundido con la punta del pie. ¿Por qué les ordenó que mataran a todo el mundo?

Les dijo que era la única forma de vencer a la Cultura y de salvarle. Los guardias no sabían que Nicosar también estaba condenado a morir. Creían que tenía alguna forma de huir, pero puede que hubieran actuado de la misma forma aunque hubiesen sabido que moriría. Se les sometía a un entrenamiento muy riguroso, ¿sabes? Bueno, el caso es que obedecieron sus órdenes. La máquina emitió una leve risita. La mayoría de ellos, por lo menos… Algunos guardias dejaron intacto el refugio que se suponía debían volar y se encerraron en él con unas cuantas personas más, así que no eres un caso único. Ha habido otros supervivientes. Casi todos son de la servidumbre. Nicosar se aseguró de que la gente importante estuviera en el salón. Las unidades de la nave se encargan de vigilar a los supervivientes. Les mantendremos encerrados hasta que estés lo suficientemente lejos de aquí para no correr peligro. Tienen raciones suficientes para aguantar hasta que les rescaten.

Sigue.

¿Estás seguro de que te encuentras con fuerzas para oírlo todo ahora?

Limítate a decirme por qué ha ocurrido todo esto replicó Gurgeh, y suspiró.

Has sido utilizado, Jernau Gurgeh dijo la unidad con voz jovial. La verdad es que eras el representante de la Cultura y Nicosar era el representante del Imperio. Yo mismo hablé con el Emperador la noche antes de que empezarais a jugar y le dije que eras nuestro campeón. Si ganabas invadiríamos el Imperio, les aplastaríamos e impondríamos nuestro orden por la fuerza. Si Nicosar ganaba, nos mantendríamos alejados del Imperio todo el tiempo que estuviera sentado en el trono y un mínimo de diez Grandes Años pasara lo que pasase.

»Por eso hizo lo que hizo. Era algo más que una rabieta de jugador que no soporta la derrota, ¿comprendes? Había perdido su imperio. No tenía nada por lo que seguir viviendo, así que… ¿Por qué no desaparecer gloriosamente entre las llamas?

Lo que le dijiste… ¿Era cierto? preguntó Gurgeh. ¿Les habríamos invadido?

No tengo ni idea, Gurgeh dijo Flere-Imsaho. No tenía necesidad de saberlo, así que eso no figura en los datos e instrucciones que me dieron. No importa, ¿verdad? Nicosar creyó que le estaba diciendo la verdad.

Fue un tipo de presión ligeramente injusta, ¿no te parece? dijo Gurgeh. La sonrisa que dirigió a la máquina estaba totalmente desprovista de humor. Decirle a alguien que se está jugando algo tan importante la noche antes de que empiece la partida…

Poner nervioso a tu adversario es un truco tan antiguo como eficaz, y ya has visto que funcionó.

¿Y por qué no me dijo lo que se jugaba en la partida?

Adivina.

Porque la apuesta habría quedado anulada y nuestras naves habrían invadido el Imperio disparando contra todo lo que se moviera, ¿no?

¡Correcto!

Gurgeh meneó la cabeza, intentó quitarse el hollín de una manga y sólo consiguió crear una mancha negra.

¿Y realmente creíais que ganaría? preguntó alzando los ojos hacia la unidad. ¿Creíais que derrotaría a Nicosar? Antes de que llegara aquí… ¿Ya estabais convencidos de que ganaría?

Estábamos convencidos de que ganarías incluso antes de que salieras de Chiark, Gurgeh. Lo supimos apenas diste señales de que la cosa te interesaba. CE llevaba bastante tiempo buscando a alguien como tú. El Imperio estaba maduro desde hacía décadas. Necesitaba un buen tirón que lo hiciera caer, cierto, pero… Siempre había la posibilidad de que siguiera agarrado a la rama durante mucho tiempo. Una invasión «disparando contra todo lo que se mueva», tal y como tú lo has expresado, casi nunca es la solución correcta. Teníamos que desacreditar aquello en que se basaba el Imperio…, el Azad, el juego en sí. Era lo que había mantenido la cohesión de la estructura durante todos esos años, pero eso hacía que también fuese el punto más vulnerable. La unidad giró lentamente sobre sí misma y observó las ruinas del salón. Debo admitir que el resultado ha sido un poco más espectacular de lo que habíamos esperado, pero parece que todos los análisis sobre lo que podías hacer con el juego y los puntos débiles de Nicosar eran acertados. El respeto que siento hacia las grandes Mentes que utilizan a los pobres desgraciados como tú y como yo igual que si fuéramos las piezas de un juego aumenta a cada momento que pasa. Ah, sí, no cabe duda de que esas máquinas son muy listas…

¿Sabían que ganaría? preguntó Gurgeh.

Tenía el mentón apoyado en la mano, y su expresión de desconsuelo era casi cómica.

Vamos, Gurgeh… Ese tipo de cosas no pueden saberse nunca, ¿verdad? Pero debieron creer que tenías muchas posibilidades de conseguirlo. Pedí que me explicaran una parte de sus conjeturas durante el entrenamiento… Creían que eras el mejor jugador de toda la Cultura y que si lograban que te interesaras por el Azad y tomases parte en los juegos no habría ningún jugador del Imperio que pudiera hacer gran cosa para detenerte sin importar el tiempo que hubiesen pasado estudiando y practicando el juego. Te has pasado la vida aprendiendo juegos nuevos, Gurgeh. El Azad no puede contener una sola regla, movimiento, concepto o idea con el que no te hayas encontrado un mínimo de diez veces… Su única particularidad era el conjunto y la amplitud del juego. Esos tipos jamás tuvieron una posibilidad de vencer. Lo único que necesitabas era alguien que no te quitara la vista de encima y que te diera un suave empujoncito en la dirección correcta cuando llegase el momento adecuado. La unidad se inclinó unos centímetros hacia adelante en el equivalente a una pequeña reverencia. ¡Tu seguro servidor!

Toda mi vida dijo Gurgeh en voz baja. Sus ojos fueron más allá de la unidad y se posaron en el paisaje muerto que se veía por los ventanales. Sesenta años… ¿Cuánto tiempo hace que la Cultura sabía todo eso sobre el Imperio?

¿Sobre…? ¡Ah! Estás pensando que te hemos… Bueno, que te hemos creado para esta misión moldeándote como si fueras una especie de arma, ¿verdad? Puedes estar tranquilo. Si hiciéramos esa clase de cosas no necesitaríamos «mercenarios» de fuera como Shohobohaum Za para que se encargaran de hacer el auténtico trabajo sucio.

¿Za? preguntó Gurgeh.

No es su verdadero nombre. No ha nacido en la Cultura y, sí, es lo que tú llamarías un «mercenario». Es una suerte que lo sea, pues de lo contrario la policía secreta habría acabado contigo en cuanto saliste de esa carpa. ¿Recuerdas lo que me asusté y cómo salí disparado hacia los cielos? Acababa de liquidar a uno de tus atacantes con un haz de rayos X para que no pudieran registrarlo en sus cámaras. Za le rompió el cuello a otro; había oído rumores de que quizá hubiera jaleo. Supongo que dentro de un par de días estará al frente de algún grupo de guerrilleros en Ea.