Gurgeh intercambió unas cuantas bromas con él y Hafflis le acompañó hasta un asiento libre junto a la profesora Boruelal, quien sonreía plácidamente y se balanceaba a un lado y a otro como si hubiese bebido demasiado. Vestía un traje largo negro y blanco y en cuanto vio a Gurgeh le besó ruidosamente en los labios. También intentó besar a Mawhrin-Skel, pero la unidad se apresuró a huir.
Boruelal rió y cogió un trozo de carne a medio asar del teleférico que corría por el centro de la mesa pinchándolo con un tenedor de gran tamaño.
—¡Gurgeh, te presento a la bella Olz Hap! Olz, Jernau Gurgeh… ¡Venga, daros la mano!
Gurgeh se sentó y tomó entre sus dedos la pálida manecita de la joven de aspecto asustado que estaba sentada a la derecha de Boruelal. Olz aún no había cumplido los veinte años y vestía un traje oscuro que no parecía tener ninguna forma definida. Gurgeh sonrió, frunció levemente el ceño y lanzó una burlona mirada de soslayo a la profesora intentando que la joven rubia sonriera ante su evidente estado de embriaguez, pero los ojos de Olz Hap estaban clavados en su mano, no en su rostro. La joven permitió que le cogiera la mano, pero la retiró casi inmediatamente. Olz escondió las manos debajo del cuerpo y se dedicó a contemplar su plato.
Boruelal tragó una honda bocanada de aire, pareció recobrar el control de sí misma y cogió la copa que tenía delante.
—Bien… —dijo contemplando a Gurgeh como si acabara de aparecer—. ¿Qué tal estás, Jernau?
—Bastante bien.
Gurgeh vio como Mawhrin-Skel se colocaba junto a Olz. La unidad flotó sobre la mesa hasta quedar suspendida encima de su plato. Sus campos brillaban con el azul de la seriedad educada y el verde de la afabilidad.
«Buenas noches» —le oyó decir Gurgeh con su mejor voz de abuelo simpático.
La chica alzó la cabeza para contemplar a la unidad y Gurgeh intentó escuchar su conversación mientras seguía hablando con Boruelal.
«Hola.»
—¿Lo bastante bien para jugar una partida de Acabado?
«Me llamo Mawhrin-Skel. Usted se llama Olz Hap, ¿verdad?»
—Creo que sí, profesora. ¿Y usted? ¿Se encuentra lo bastante bien para ejercer las funciones de monitor durante la partida?
«Sí. ¿Cómo está?»
—No, joder… Estoy más empapada que un desierto después de las lluvias primaverales. Tendréis que buscaros a otra persona. Supongo que si me lo propusiera podría hacer que se me pasara a tiempo, pero… Noooo.
«Oh, ah… Así que quiere estrechar mis campos, ¿eh? Qué encantador por su parte… Muy pocas personas se toman la molestia de hacerlo, ¿sabe? Es un placer conocerla. Todos hemos oído hablar mucho de usted.»
—¿Y la jovencita?
«Oh. Oh, yo…»
—¿Qué?
«¿Qué ocurre? ¿He dicho algo que no debería haber dicho?»
—¿Está preparada para jugar?
«No, es sólo que…»
—¿Jugar a qué?
«Ah, es tímida. No tiene por qué serlo. Nadie la obligará a jugar, y Gurgeh… Gurgeh sería el último en hacer semejante cosa, créame.»
—Al juego, Boruelal.
«Bueno, yo…»
—¿Cómo? Quieres decir… ¿Ahora?
«Si fuera usted no me preocuparía en lo más mínimo. De veras.»
—Ahora o en cualquier otro momento.
—Bueno… No tengo ni idea. ¡Pregúntaselo a ella! Eh, niña…
—Bor… —empezó a decir Gurgeh, pero la profesora ya se había vuelto hacia la joven.
—Olz, ¿quieres jugar o no?
La joven se volvió hacia Gurgeh y le miró a los ojos. El resplandor de las ascuas al rojo vivo esparcidas por el canal que corría a lo largo de la mesa se reflejó en sus pupilas.
—Si al señor Gurgeh le apetece jugar una partida… Sí.
Los campos de Mawhrin-Skel se encendieron con un brillo rojo de placer tan intenso que eclipsó durante unos segundos el resplandor de las ascuas.
—Oh, estupendo —dijo—. Vamos a tener una auténtica pelea…
Hafflis había prestado su viejo tablero de Acabado a unos amigos y hubo que esperar unos minutos a que un robot de aprovisionamiento trajera otro tablero de un almacén. Colocaron el tablero en una punta del balcón, en el extremo desde el que se podía ver la cascada blanca que se desplomaba con un rugido. La profesora Boruelal manipuló su terminal y solicitó la presencia de unas cuantas unidades enjuiciadoras para que se encargaran de supervisar la partida. La estructura del juego hacía que fuese susceptible de ser manipulado mediante ciertos trucos tecnológicos y toda partida seria necesitaba que se tomaran medidas para asegurarse de que ningún jugador hacía trampas. Una unidad del Cubo de Chiark se ofreció voluntaria para supervisar la partida, al igual que otra unidad de Manufacturación procedente del astillero que había debajo de las montañas. Olz Hap estaría representada por una de las máquinas de la Universidad.
Gurgeh se volvió hacia Mawhrin-Skel con la idea de pedirle que actuara como representante suyo, pero la unidad habló antes de que pudiera abrir la boca.
—Jernau Gurgeh, he pensado que quizá te gustaría ser representado por Chamlis Amalk-Ney.
—¿Está aquí?
—Llegó hace un rato. Ha estado evitándome. Hablaré con él y le preguntaré si desea actuar como representante tuyo.
La terminal de Gurgeh emitió un zumbido.
—¿Sí? —preguntó.
La voz de Chamlis surgió de la terminal.
—Esa cagada de mosca acaba de pedirme que te represente en una partida de Acabado. ¿Quieres que lo haga?
—Sí, me gustaría que fueras mi representante —dijo Gurgeh mientras veía como los campos de Mawhrin-Skel emitían un fugaz parpadeo de ira.
—Estaré allí dentro de veinte segundos —dijo Chamlis, y cortó la comunicación.
—Veintiuno coma dos —dijo Mawhrin-Skel con la voz impregnada de sarcasmo exactamente veintiún coma dos segundos después, cuando Chamlis apareció sobre la barandilla del balcón.
La catarata que tenía detrás hacía que las placas de su estructura parecieran mucho más oscuras de lo que eran en realidad. Chamlis dirigió su banda sensora hacia la pequeña unidad.
—Gracias —dijo Chamlis con afabilidad—. Había apostado conmigo mismo a que estarías contando los segundos hasta que me vieras llegar.
Los campos de Mawhrin-Skel emitieron un destello blanco de cegadora intensidad que iluminó todo el balcón durante un segundo. Los invitados dejaron de hablar y se volvieron hacia la máquina; las notas musicales vacilaron y acabaron perdiéndose en el silencio. La diminuta unidad estaba tan furiosa que toda su estructura parecía vibrar a causa de la rabia.