Выбрать главу

Aquella máquina estaba loca. Cualquiera podía crear lo que le diera la gana. Sonido, imágenes en movimiento, olores, la sensación del contacto… Y eran precisamente las máquinas las que hacían todas esas cosas. Podías solicitar una de ellas del almacén más cercano y ordenarle que creara cualquier imagen que se te pasara por la cabeza, fija o en movimiento, y si invertías el tiempo y la paciencia suficientes podías conseguir que tuvieran una apariencia tan realista como si hubieran sido registradas mediante una cámara normal y comente. Podías crear cualquier secuencia de imágenes.

Algunas personas utilizaban esos aparatos para divertirse o con propósitos de venganza e inventaban historias protagonizadas por sus amigos o enemigos en las que les ocurrían cosas espantosas o, sencillamente, divertidas y risibles. Si no había forma de probar que algo era auténtico el chantaje se convertía en una cosa imposible y que carecía de objetivo. En una sociedad como la Cultura donde casi nada estaba prohibido y tanto el dinero como el poder individual prácticamente habían dejado de existir, el chantaje resultaba doblemente irrelevante.

Sí, aquella máquina debía estar loca… Gurgeh se preguntó si tendría intención de matarle. Fue dando vueltas a la idea en su mente e intentó convencerse de que era muy posible.

Sé lo que estás pensando, Gurgeh siguió diciendo la unidad. Estás pensando que no puedo demostrarlo. Podría haber creado esa grabación partiendo de la nada; nadie me creería… Bueno, pues te equivocas. Establecí una conexión en tiempo real con una amiga mía, una Mente de CE que simpatiza con mi causa. Siempre ha estado convencida de que habría podido ser un magnífico agente y ya ha intentado ayudarme en el pasado. La conversación que mantuvimos esta mañana ha quedado registrada con todos sus detalles en la memoria de una Mente cuya credibilidad y reputación son absolutamente intachables, y a un nivel de fidelidad percibida que no puede alcanzarse con el tipo de instrumentos de los que dispone la gente corriente.

»La grabación que te incrimina no puede haber sido falsificada, Gurgeh. Si no me crees pregúntaselo a tu amigo Amalk-Ney. Él te confirmará cuanto he dicho. Puede que sea una máquina estúpida e ignorante, pero debería saber a qué sitios ha de acudir para comprobar que te estoy diciendo la verdad.

La lluvia empezó a caer sobre los fláccidos músculos del rostro de Gurgeh. Tenía la mandíbula totalmente relajada y la boca abierta, y se preguntó si podría acabar ahogándose a causa de la lluvia.

Las gotas fueron aumentando de tamaño y los impactos se hicieron más perceptibles. Los hilillos de agua empezaron a deslizarse sobre la carcasa de la diminuta unidad que flotaba encima de su cabeza.

¿Te estás preguntando qué quiero de ti? dijo la unidad. Gurgeh intentó mover los ojos para decir «no» con el único fin de hacerla enfadar, pero la unidad no pareció darse cuenta. Quiero que me ayudes dijo. Necesito tu ayuda; necesito que hables en favor mío. Necesito que te presentes ante esos imbéciles de Contacto y que añadas tu voz a las que ya se han alzado pidiendo que se me devuelva al servicio activo.

La máquina se lanzó hacia su rostro y Gurgeh sintió un tirón en el cuello de su chaqueta-gabardina. Su cabeza y la parte superior de su torso fueron alzados del suelo con una brusca sacudida y se encontró contemplando las placas grisazuladas de la unidad. «Tamaño de bolsillo», pensó. Deseó poder parpadear para humedecerse los ojos y le alegró que estuviera lloviendo porque no podía hacerlo. Tamaño de bolsillo… La unidad cabría perfectamente en uno de los enormes bolsillos de su prenda.

Sintió deseos de reír.

Maldita sea, hombre… ¿No comprendes lo que me han hecho? preguntó la máquina sacudiéndole. ¡Me han castrado, me han mutilado, me han paralizado! ¿Cómo te sientes ahora? Te sientes impotente porque sabes que tus miembros están allí pero no puedes hacerlos funcionar, ¿verdad? ¡Pues yo siento algo parecido, pero además sé que no están! ¿Puedes comprenderlo? ¿Puedes? ¿Sabías que hubo épocas de nuestra historia en que las personas perdían miembros y no podían recuperarlos? ¿Recuerdas algo de la historia social que aprendiste, pequeño Jernau Gurgeh? ¿Eh? La máquina volvió a sacudirle. Gurgeh sintió la oscilación de su cabeza y el castañeteo de sus dientes. ¿Recuerdas haber visto grabaciones de lisiados antes de que los brazos y las piernas les volvieran a crecer? Bueno, pues por aquel entonces los seres humanos perdían miembros porque una explosión o un accidente se los cercenaban o los hacían pedazos o porque era preciso amputárselos…, pero seguían creyendo que tenían esos miembros y seguían creyendo que podían sentirlos. «Miembros fantasma», así les llamaban… Esos brazos y piernas irreales podían producir dolor y picores, pero no podían ser utilizados. ¿Puedes imaginártelo? ¿Puedes imaginar eso, hombre de la Cultura con tu recrecimiento incluido en tus genes alterados y tu corazón retocado y tus glándulas manipuladas y tu cerebro que se depura y filtra a sí mismo, y tus dientes impecables y tu perfecto sistema inmunológico? ¿Puedes?

Mawhrin-Skel le dejó caer al suelo. Gurgeh sintió la vibración del impacto en su mandíbula y notó como sus dientes se clavaban en la punta de su lengua. Un sabor salado fue invadiendo su boca. «Ahora sí que voy a ahogarme», pensó. Acabaría ahogándose en su propia sangre. Esperó la llegada del temor. Tenía los ojos llenos de lluvia, pero no podía llorar.

Bueno, pues imagínate eso pero ocho veces peor. Imagina lo que siento. ¡Estaba preparado para ser un buen soldado y luchar por todo lo que valoramos, quería buscar y aplastar a los bárbaros que se agitan a nuestro alrededor! Y todo eso desapareció, Jernau Gurgeh… Me lo arrebataron. Se esfumó sin dejar rastro. Mis sistemas sensoriales, mi armamento, incluso mi capacidad de memoria… Todo fue siendo degradado minuciosamente hasta convertirme en un lisiado. Puedo averiguar lo que hay dentro de los globitos de una partida de Acabado, te estoy empujando con un campo de fuerza ocho y te mantengo inmovilizado con lo que es una ridícula imitación del efector electromagnético que debería poseer… pero todo esto no es nada, Jernau Gurgeh. No es nada… Es un eco, una sombra… nada.

La unidad empezó a subir alejándose de él.

Le devolvió el control de sus músculos. Gurgeh intentó levantar su cuerpo del suelo empapado y se acarició la lengua con los dedos de una mano. La sangre había dejado de fluir y la herida ya se había cerrado. Gurgeh logró sentarse con cierta dificultad y se llevó la mano a la parte de su nuca que había chocado con el suelo. No le dolía. Se volvió hacia la pequeña máquina goteante que flotaba sobre el sendero.

No tengo nada que perder, Gurgeh dijo Mawhrin-Skel. Ayúdame o destrozaré tu reputación, y no creas que bromeo. Puede que tu reputación no signifique mucho para ti, aunque lo dudo, pero lo haré aunque sólo sea porque causarte la más pequeña incomodidad imaginable ya me resultará terriblemente divertido. Y si tu reputación lo es todo para ti, y si hablabas en serio cuando dijiste que te suicidarías, cosa que también dudo… Bueno, aun así lo haría. Nunca he matado a un humano. Si me hubieran permitido entrar en CE quizá hubiera tenido ocasión de hacerlo más pronto o más tarde, pero… Creo que me conformaría con provocar un suicidio.